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09 - Agosto 2001

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  • Tratamiento
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Los psicofármacos en los trastornos de la conducta alimentaria

con pimozida –4 ó 6

con pimozida –4 ó 6 mg/día- (49) y sulpirina –300 a 400 mg/día- (50),y otros autores lo hicieron con diferentes neurolépticos, obteniéndose siempre respuestas muy limitadas, que no fueron favorecedoras de la indicación de estos agentes en AN. Vandereyecken concluyó que la recuperación del peso corporal puede ser lograda sin medicación. Muy recientemente, han aparecido reportes de casos en los que la utilización de algunos de los nuevos antipsicóticos ha contribuido a obtener una mejoría en ciertos pacientes (26,35), y aunque no existen estudios controlados que respalden la eficacia, algunos clínicos sugieren la utilización de dosis bajas de antipsicóticos atípicos en la anorexia. No obstante, en general no existe consenso en cuanto a la debida focalización del beneficio esperable con esta propuesta, y en absoluto se puede actualmente recomendar esta indicación como una práctica de rutina (todo lo publicado se limita a reportes de casos aislados), aunque en función de los resultados es deseable la realización de estudios controlados. ANSIOLITOCOS No han desarrollado trabajos de investigación referidos al uso de ansiolíticos o hipnóticos en el abordaje de los síntomas de primer orden en la AN, y en los trabajos aislados en los que se ha utilizado diazepam en el grupo de control, no se observó inducción relevante de ganancia de peso (23). La única indicación de ansiolíticos (específicamente de benzodiazepinas –BZD-) que ha subsistido (pero no como elección de rutina), es la implementación de dosis bajas de BZD de acción corta o intermedia, administradas previamente a las ingestas, y con el objeto de reducir la ansiedad que genera el comer. Este síntoma es de frecuente observación en los pacientes (las escalas más utilizadas en os trastornos del comer suelen registrar un ítem que cuantifica este síntoma), incluso en aquellos más comprometidos con la búsqueda de la recuperación de peso, y alcanza una intensidad extrema en algunos pacientes, quienes representan la subpoblación en la cual podría ser utilizada esta prescripción. Como ocurre con otros síntomas de la anorexia, la ansiedad disminuye notablemente a medida que progresa la recuperación de peso, por lo que la implementación de ansiolíticos, en aquellos casos en los que pueda estar justificada la indicación, debe ser por períodos breves, y hasta que comience a presentarse una recuperación ponderal significativa, produciendo luego a la suspensión gradual. Esta misma observación debe ser tenida en cuenta cuando se implementan benzodiazepinas hipnóticas para el abordaje de síntomas secundarios, tales como el insomnio. ANTIRRECURRENCIALES Con respecto a la eficacia de la implementación de litio en AN, los resultados del único estudio con diseño adecuado disponible (32) muestra que, si bien hubo cierto efecto en cuanto a la recuperación del peso corporal al mes de tratamiento (con litemias entre 0,9 y 1,4 mEq/l), los resultados no han sido suficientemente significativos ni han involucrado otros parámetros de importancia en la respuesta a la terapéutica. En la forma clínica compulsivo / purgativa de la AN se suma el riesgo derivado de las constantes fluctuaciones hidroelectrolíticas derivadas de los métodos de purga. El litio debe contraindicarse durante el período de estado en los pacientes que recurren a métodos de purga, ya que el riesgo de toxicidad es extremadamente alto, la conciencia de enfermedad de los pacientes es parcial, muchas veces muy limitada, la adhesión a los tratamientos es variable, y por lo tanto la confiabilidad es baja. Así mismo, debe considerarse la alta potencialidad suicida de los pacientes con AN, con lo cual el litio aparece como un fármaco cuya prescripción exigiría una indicación en extremo

sustentada en los beneficios esperables, condición que, al menos con los datos disponibles actualmente, es inalcanzable. Si se plantea la utilización del litio para el abordaje de la comorbilidad, igualmente se recomienda aguardar la estabilización inicial del desorden alimentario, luego intentar el abordaje con otros antirrecurrenciales, y quedaría el litio relegado solamente como última opción. En este caso, debe considerarse con extrema cautela la prescripción, implementando controles estrictos, tanto de cumplimiento (verificación de tomas, conteo de comprimidos) como de niveles hematológicos, testeando permanentemente la presencia de métodos de purga y la ideación suicida. ANTIDEPRESIVOS Los TCA han sido vinculados a los Trastornos Depresivos, tanto desde el punto de vista clínico (40,45), como por antecedentes familiares (37) y por aspectos neurobiológicos (24,29,31,48). A partir de esto se derivan los sucesivos intentos de tratar la AN con antidepresivos. Los resultados varían significativamente de acuerdo a la fundamentación de la indicación, y al respecto se pueden plantear cuatro instancias: la indicación durante el periodo inicial de abordaje, la terapéutica farmacológica durante el período de mantenimiento, el tratamiento de la comorbilidad, y una cuarta instancia representada por una situación clínica especial, denominada por algunos autores como “Anorexia Nerviosa Atípica”. En el primer caso, los objetivos terapéuticos se establecen a partir de considerar los síntomas básicos de la anorexia; se procura de esta manera, lograr y/o acelerar el proceso de recuperación ponderal, y controlar o reducir las actitudes anormales para con el peso y la alimentación. En este sentido, tanto histórica como recientemente, los resultados de las investigaciones nos llevan a concluir que los antidepresivos no modifican significativamente los síntomas clínicos en los pacientes con anorexia nerviosa desnutridos o con bajo peso corporal (10,14,17,33,34,44), y a pesar de existir referencias aisladas de respuestas aceptables (18), éstas son claramente insuficientes para justificar su implementación de rutina.

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