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12 - L Allegro - Mayo de 2011

Columna de Ética. "Regla de Oro" de la ética

12 - L Allegro - Mayo de

Columna de Ética "Regla de Oro" de la ética La ética siempre ha ocupado un lugar importante en el pensamiento humano. Esto se ha hecho más evidente en el campo de la filosofía y de las religiones. El punto central consiste en encontrar valores para aplicar al comportamiento humano. Dentro de esto, siempre se ha buscado fundamentar una norma o un pensamiento que fuese global, abarcativo, que tuviese una validez categórica, no meramente eventual y que pudiera ser aplicado en forma general a todas las situaciones. Las religiones suelen ofrecer una norma suprema de conciencia, un imperativo categórico cuyo alcance llegue a grados importantes y superiores de profundidad y radicalidad. Así es como surge una especie de regla de oro de la ética, que es una norma no hipotética y condicionada, sino firme, categórica, apodíctica e incondicional, que puede ser aplicada en todas las situaciones en las que una persona se vea obligada a actuar. Dentro de estas reglas de oro, hay una que se le atribuye a Confucio (551-489 a.C.) que dice: “Lo que no deseas para ti, no lo hagas a los demás.” Esta misma idea la expone Rabbi Hillel (60 a. C.- 10 d.C.) en el judaísmo: “No hagas a los otros lo que no quieres que te hagan a ti.” San Mateo, en el cristianismo: “Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacedlo también vosotros.” En el mismo cristianismo donde más se destaca es en el: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” El imperativo categórico de Kant viene a constituir una invención moderna y racional de esta norma: “Actúa de tal manera que la máxima de tu voluntad pueda servir en todo momento de principio de una legislación general.” O dicho de otro modo: “Actúa de tal manera que, tanto en tu persona como en la de los demás, utilices siempre a la humanidad como un fin, y no como simple medio.” En la religión hindú, esto es la suma del deber: “No hagas nada a otros que si te lo hicieran a ti te pudiera causar dolor.” (El Mahabarata). La religión budista enseña: “No dañes a otros con lo que pudiera dolerte a ti mismo.” (Udana- Varga). Según la religión musulmana: “Ninguno de ustedes es creyente hasta que desee para su hermano, lo que desee para sí mismo.” (Hadit). La fe BAHA enseña: “No deberías desear para otros lo que podrías no desear para ti mismo, ni prometer lo que no puedas cumplir.” (El Libro de la Certidumbre). Algunas otras fuentes: “No hagas a tu vecino lo que no pudieras sufrir tu mismo” (Pitacos de Lesbos, 650- 570 a.C.). “No hagas a otros lo que te enoja si te lo hacen a ti.” (Isocrates, 436-338 a.C.). Las bases psicológicas en las que se sustenta esta “regla de oro” La psicología ha estudiado que la percepción que cada ser humano tiene de sí mismo, es decir su "sí mismo" (Selbst en la terminología de C.G. Jung) es congruente con la noción de su Yo. Esta imagen de sí mismo, o esta noción que cada ser humano tiene de su apariencia corporal y de su personalidad, se logra a muy temprana edad por comparación con un semejante, viéndose reflejado en otra persona (el Otro). Esto es Prof. Dr. Luis Allegro Presidente de la Sociedad de Ética en Medicina, AMA. Miembro del Consejo Académico de Ética en Medicina, Academia Nacional de Medicina. Ex Profesor Titular de Psicopatología y Psiquiatría, Universidad de Rosario. Full Member of the International Psychoanalytic Association. coherente con el funcionamiento temprano del psiquismo que se va formando sobre la base a relaciones de comparación y semejanza. Esto fue estudiado por J. Lacan (casi paralelamente a Wallon) y lo llamó estadío del espejo. Lacan dice que el Yo (o Ego) se constituye inicialmente por Otro, en el sentido de que el Yo (el niño) requiere necesariamente al Otro (la madre) para lograr la noción de sí mismo, y por lo tanto de su propia existencia. Los estudios posteriores muestran que este "estadío del espejo" está predeterminado genéticamente y que se puede corroborar en condiciones científicas de experimentación semejantes al imprinting, que en etología ha estudiado Konrad Lorentz. El espejo, la analogía y la comparación La mirada en el espejo siempre ha sido cautivante. Verse en el espejo constituye una operación que genera un amplio abanico de interrogantes acerca de uno mismo en cuanto a su propia identidad y a como es vista por los demás. Surge la enseñanza ética de que es bueno mirarse en el espejo del semejante, en toda ocasión y, sobre todo, en la función del ejercicio profesional. El fenómeno de la identificación Se denomina identificación a un fenómeno que se basa en la comparación de una persona con otra y del que se pueden distinguir dos modalidades: a) la identificación heteropática (Scheler) y centrípeta (Wallon) en la cual es el sujeto quien identifica su propia persona y la diferencia de otra; y b) la identificación idiopática y centrífuga en la que el sujeto identifica al otro y lo diferencia de su propia persona. En la identificación lo importante es ver cómo juega la comparación. Ética de la identificación: la óptica naturalista y la óptica fenomenológica La medicina tiene una doble ubicación en el amplio campo de las ciencias: 1) puede ser ubicada dentro de las ciencias naturales, y 2) dentro de las ciencias del hombre. Como ciencia natural, adopta el modelo biomédico que aplica el método de la segmentación cartesiana y aborda el estudio del ser humano dividiéndolo en aparatos o sistemas: muscular, esquelético, nervioso, digestivo, respiratorio, etcétera. Esta segmentación provoca una deshumanización del hombre. De esta posición filosófica y metodológica surge una captación o una óptica (observación naturalista) que disminuye la sensibilización emocional y afectiva del observador médico. Como ciencia del hombre, estudia al hombre como un ser humano en una determinada situación, es decir inserto en sus circunstancias. Lo cual constituye un conjunto (una gestalt) que adquiere el carácter de fenómeno. En este caso, se da en el médico una óptica (observación fenomenológica) que lo lleva a una identificación con el paciente. Esto promueve en él un incremento de su sensibilidad emocional y afectiva: es un ser humano que se compara con otro ser humano. Cada una de estas dos modalidades es necesaria y útil en la práctica médica, siempre que se las utilice con un criterio instrumental y situacional. Adquieren un gran valor ético cuando se las pone al servicio del paciente y del acto médico. 6 | Editorial Sciens

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