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25 - A Carli, B Kennel - Marzo de 2014

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Metodología de la investigación. El dato científico

25 - A Carli, B Kennel - Marzo de

farmacología cardiovascular 25 | Marzo de 2014 Metodología de la investigación El dato científico Dr. Alberto Carli Dr. en Medicina. Prof. Consulto Adjunto- Cátedra de Metodología de la Investigación- Director del Centro de Epistemología en Ciencias de la Salud (Depto. Humanidades- Facultad de Medicina- UBA). Dra. Beatriz Kennel Dra. UBA- Doc. Adscripta- Cátedra de Metodología de la Investigación- Secretaria del CECS (Depto. Humanidades- Facultad de Medicina- UBA). El dato científico es el producto de la investigación. Es la información con la que los investigadores resuelven el problema de su interés, validan o refutan la o las hipótesis de trabajo que han puesto en juego y cumplen los objetivos planteados. Desde siempre, este elemento ha estado en juego en relación con la validez del conocimiento obtenido. Ya desde Platón y Aristóteles se pueden rastrear las diferencias en la significación que se le atribuye en el conocimiento obtenido. Si su esencia estaba en comprender y dar razón de los fenómenos (de manera teleológica como proponía el asterigita) o si, Galileo dixit, resolver los problemas presentes en la naturaleza consistía en descifrar sus misterios expresados en números. Tal división ha permanecido, con algunos vaivenes, hasta nuestros días y todavía escuchamos hablar de “ciencias duras” (química, física), nacidas en el siglo XVII y “ciencias blandas” (sociología, educación, psicología) en donde los actores de las primeras descalifican la condición de científicas de los practicantes de las segundas y éstos acusan de dogmáticos y anticientíficos a los primeros. Ambos tienen algo de verdad en sus afirmaciones y también algo del orden del malentendido y de lo ideológico en sus posturas. Para una mejor aproximación al tema, sugerimos al lector volver sobre lo escrito en un artículo anterior (Historia de la investigación médica) y considerar las condiciones de aparición de la ciencia como una herramienta eficaz del capitalismo naciente. A su vez, recordar que las ciencias blandas tuvieron su nacimiento en pleno siglo XIX, como una consecuencia de los cambios ocurridos en la sociedad europea de esos tiempos. Así las cosas, se entenderá que la condición de científica de una disciplina no podrá estar en relación exclusiva con el tipo de estados que sea capaz de considerar en una variable determinada. Con frecuencia se olvida que cuando se están analizando determinadas variables con el fin de encontrar la significación y el sentido de los cambios ocurridos en ella, se olvida la condición comparativa que tal tarea conlleva. Digámoslo de otra manera. Decir que algo vale veinte significa que conozco otros valores (quince, veinticinco, etc.) de los que soy capaz de diferenciarlo, por comparación. También decir que algo es “alto” pone en juego un mecanismo semejante: significa que tengo noticias de “bajo”, “mediano” y otros. Esto forma parte de la riqueza que el lenguaje presenta. Siempre aquello que decimos de manera explícita es infinitamente menos rico que aquello que dejamos implícito. Si digo que en mi muñeca estoy portando un reloj, en esta frase también estoy diciendo que no llevo un teléfono, una pulsera, un cocodrilo, un zapato y así, hasta el infinito. Recolectar información forma parte del momento empírico en que una disciplina científica pone en juego sus afirmaciones. Asumimos, con Samaja, que el desarrollo de una investigación científica exige el pasaje por instancias de validación: conceptual, empírica, operativa y expositiva. Y que el más brillante y elevado desarrollo conceptual, si no cumple con estas validaciones, quedará en el terreno del pensamiento reflexivo y no contradictorio, propio de aquello que Peirce denominaba Modo Metafísico, que podrá tener un importante valor intelectual, pero que no es científico. Esta afirmación “que no es científico”, suele ser irritante para algunos investigadores que asumen una carga peyorativa en la misma cuando, en realidad, de lo que se trata es de entender que si no llevamos a la contrastación empírica nuestras ideas, que incluyen realizar mediciones, todo lo afirmado queda en el terreno del ensayo, de la elaboración monográfica pero no en lo que se exige a un trabajo de investigación científica. Con frecuencia, para alejar ese prejuicio, resaltamos la importancia que tal pensamiento, que tal forma de conocimiento ha tenido y tiene, y pasamos en hacer referencia a Albert Einstein, el investigador paradigmático del siglo XX quien, para poder plasmar su teoría de la relatividad en el terreno de la ciencia tuvo que reformular categorías que le venían del siglo XVII, tiempo y espacio. Solemos invitar a los investigadores a que hagan un ejercicio de reflexión sobre su propia praxis y comprueben que tal forma de pensamiento forma parte de la elaboración a que someten a sus ideas cuando están haciendo ciencia. Recordemos las bellas palabras de Juan Samaja cuando decía, refiriéndose a la epigénesis, que “la ciencia hunde sus raíces en los otros tipos de conocimiento”. Editorial Sciens | 19

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