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3 - L Allegro - Junio 2004

Ética. Ética y convivencia

3 - L Allegro - Junio

Ét ica Ética y convivencia El ser humano busca imperiosamente vivir acompañado, en función del instinto gregario. Las bandadas de pájaros, los cardúmenes de peces y las manadas de lobos hacen pensar que en los animales también existe un instinto gregario que los lleva a agruparse. La explicación que más convence es que el agrupamiento -por ejemplo, de los cardúmenes- provee un mejoramiento ecológico que favorece las condiciones biológicas. De esto se puede inferir que el agrupamiento favorece el mejoramiento de la vida y del desarrollo. Con el grupo humano ocurre lo mismo. Esto se extiende al grupo social, a las comunidades y a toda la sociedad. El agrupamiento de los seres humanos es un hecho espontáneo y necesario. Cuando un grupo mantiene su funcionamiento y adquiere continuidad en el tiempo, se institucionaliza. Institucionalizarse significa adquirir pautas y normas de funcionamiento que se repiten durante lapsos significativos. Estas son normas de convivencia son indispensables para que el grupo o la institución sobreviva. La explicación estriba en que en el ser humano existen, por una parte, tendencias sociales positivas y, por otra, tendencias antisociales negativas. Las primeras tienden a la unión, la armonía, la integración social y la constructividad. Las tendencias negativas, en cambio, buscan la desarmonía, la desunión, la desintegración y la destructividad. Esto puede ocurrir en el grupo en su totalidad o en forma parcial en un solo individuo; por ejemplo, es el caso del "chivo emisario". Para que el grupo sobreviva es necesario que surjan las normas de convivencia: ellas son indispensables para la integridad constitutiva y funcional. Las normas grupales perfilan una identidad grupal y un sentimiento de pertenencia en los integrantes del grupo. Aquí está el germen de las normas éticas. El término "ética" viene de "ethikos" que en griego significa "costumbre". Para que un comportamiento tenga carácter social debe privilegiar el vínculo del individuo con el otro. En este sentido, la ética condiciona un carácter vincular en los individuos entre sí y, a su vez, está condicionada por éste. Solomon E. Asch postula que "los orígenes de las normas se perciben en una organización de grupo espontána. La más simple manifestación de una acción colectiva contiene rudimentos de orden; la presencia de una tarea en común y la aprehensión por parte de los participantes de las posibilidades de la situación, guía y rectifica sus acciones”. Para que los individuos entren en una tarea de cooperación es indispensable que se establezcan acuerdos mínimos entre sí sobre las condiciones en las que esa tarea debe ser realizada. “Tales normas constituyen una forma de decisión grupal que surge en respuesta a la percepción de la dependencia mutua." Cuando estas normas tienen un sentido social se apoyan en principios de beneficios recíprocos. El individuo mantiene relaciones de intercambio con el medio y el grupo social, tanto a nivel biológico como psicológico. En el nivel psicológico se dan funciones de introyección y de proyección. Las funciones de introyección incorporan elementos psíquicos (vivencias, afectos, sentimientos, entre otras) al psiquismo produciendo así un proceso de enriquecimiento interno en el mismo. Las funciones de proyección extroyectan tanto en el medio como en los otros individuos del grupo, elementos que son representantes de productos internos. Por ejemplo, los elementos de la cultura son representantes de dichos elementos psíquicos puestos en el medio; la educación que recibe un niño es un producto de dicha extroyección psíquica. En el psiquismo humano se reconoce una estructura psíquica -en términos psicoanalíticos se denomina "superyo"- que está formada por la introyección del medio exterior en el psiquismo: la madre, el padre y los demás familiares, en el sentido de lo que estos personajes han educado y enseñado a este individuo, especialmente durante la niñez. Lo que es aprendido en la infancia perdura toda la vida. Las normas de convivencia, junto con los valores, son incorporadas en esta estructura que así viene a ser la depositaria de las normas morales y de la ética. Así tenemos dos estructuras éticas. Una relacionada con el individuo de carácter psicológico, que es interna e inherente a él. La otra es externa y corresponde al grupo social: son las normas éticas del compartimiento grupal. Sus representantes son las funciones evaluativas y judicativas. Entre la estructura intraindividual y la estructura social hay un intercambio dialéctico de tal modo que ambas se influyen recíprocamente. Junto a las normas están los valores. Lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, constituyen valores. Estos son importantes para evaluar un comportamiento y poder predecir sus efectos: si será constructivo o destructivo. Veamos un ejemplo utilizado por Asch: "un médico, poco después de haber aceptado un nombramiento en un hospital, recibe un ofrecimiento que es muchísimo más ventajoso. Siente entonces que una manera de actuar es tentadora y la otra obligatoria". El sentido de lo correcto impulsa a que se actúe en esta última orientación. Esto se torna una perentoriedad que funciona como una fuerza directriz: la "obligatoriedad" que está en el trasfondo de lo que es la responsabilidad. Pero también están los ideales, las aspiraciones, los deseos, los niveles de exigencia en el desempeño y en la producción, los modelos que se buscan alcanzar o reproducir de alguna manera. Estos y muchos más constituyen valores que dan sentidos determinados a los comportamientos individuales y grupales. Estos sentimientos se tornan en valores que, en definitiva, confieren cohesión al grupo, sentimiento de pertenencia y calidad en los desempeños y en los resultados. Los integrantes del equipo médico constituyen un grupo, los enfermos constituyen otro, y el conjunto de ambos grupos forma lo que podría llamarse la comunidad terapéutica. En este conjunto social surgen forzosamente razones y necesidades de convivencia. Estas razones y estas necesidades condicionan los valores y las normas éticas indispensables que aseguren un funcionamiento positivo. Dr. Luis Allegro Presidente de la Sociedad de Ética en Medicina Asociación Médica Argentina farmacologíaCardiovascular | junio 2004 | 7

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