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AAP Forense 39 - Octubre 2018

Revista de Psiquiatría forense, sexología y praxis.

Reyes de 1927 relatan el

Reyes de 1927 relatan el drama de un hogar en una Noche de Reyes en que descubre la infidelidad de su mujer con su mejor amigo mientras su hijo espera un regalo. Describe primero su buen comportamiento marital: “Por ella me hice bueno, honrado y buen marido y en hombre de trabajo mi vida convertí. Al cabo de algún tiempo de unir nuestro destino nacía un varoncito, orgullo de mi hogar”. Luego narra los hechos: “Pero en una noche de Reyes, cuando a mi hogar regresaba, comprobé que me engañaba con el amigo más fiel y ofendido en mi amor propio quise vengar el ultraje... Lleno de ira y coraje sin compasión los maté”. Por último, al referirse al hijo dice: “Espera un regalito. Y no sabe que la madre, por falsa y por canalla, su padre la mató”. 5. El duelo criollo El duelo criollo es una institución regida por normas convencionales y estrictas. La causal es la afrenta en cualquiera de sus formas posibles. Frente a la ofensa el único remedio posible es la muerte del ofensor; seguro que la muerte en duelo criollo es distinta a las muertes por venganza, en el que uno actuaba y el otro padecía la acción. Ya no se trata de ir derecho a matar sino de pelear esa muerte, tal vez con la confianza en que una justicia última haga que venza el asistido por la razón, tal vez con la simple certeza de que, después de su acción, el otro no puede quedar vivo. Se toma como una manera justa de dirimir un derecho, de resolver una situación a través de una lid equitativa. Su carácter sagrado y justiciero exime de odio o de sombras de resentimiento al contrincante, gane o pierda. Así en En su ley (Eduardo Escaris Méndez) hay respeto y admiración por el contrario: “Estoy herido, hermano, no digas nada a nadie ni quiero que mi sangre tampoco la vengués, que el hombre que me ha herido es macho donde cuadre, varón de un solo temple, derecho y sin revés”. En Allá en el Bajo de Ismael Roberto Ricardo (alias Ismael R. Aguilar) y Gerónimo Félix Martinelli Massa) tampoco hay animosidad; se cumple con la única manera aceptada, inapelable de resolver el pleito: “Dos hombres llegan, son dos rivales, en duelo criollo resolverán que el brazo diga quien tiene más derecho a desflorar los besos de la mujer fatal”. Pero el paradigma del duelo por un querer lo escribe Lito Bayardo (1928) en Duelo Criollo la lucha de dos hombres por el amor de una mujer en el que mueren ambos y luego también la mujer de pena. “Cuentan que fue la piba del arrabal la flor del barrio aquel que amaba un payador; sólo para ella cantó el amor al pie de su ventanal; pero otro amor por aquella mujer nació en el corazón del taura más mentao, y un farol, en duelo criollo, vio bajo su débil luz morir los dos. De pena la linda piba abrió bien anchas sus alas, con su virtud y sus galas hasta el cielo se voló”. 6. Consecuencias del encierro carcelario Armando J. Tagini (1927) en La Gayola presenta un personaje que vuelve de la cárcel a recordar el pasado con la infiel y al encontrarse con su ex compañera (la traidora) le comunica: “No te asustes ni me huyas, no he venido pa’vengarme...” “solamente vine a verte pa’dejarte mi perdón. Te lo juro: estoy contento que la dicha a vos te sobre... voy a trabajar muy lejos... a juntar algunos cobres pa’que no me falten flores cuando esté dentro ‘el cajón”. Luego acota “he venido pa’que juntos recordemos el pasado” “cuando yo era un hombre honrado…”. Evoca el fallecimiento de su madre y su traición seguida de muerte y cárcel, (de 8 a 25 años por homicidio Art. 79 del CP). “Una noche fue la muerte quien vistió mi alma de duelo, a mi tierna madrecita la llamó a su lado Dios... y desde el cielo me decía que eras buena, que confiara siempre en vos... pero me jugaste sucio... y sediento de venganza mi cuchillo envainé en un corazón... me encerraron muchos años en la sórdida gayola y una tarde me libraron... pa’mi bien o pá mi mal...”. Asociación Argentina de Psiquiatras 1994 A22

En 1927 aparece Farolito Viejo de José Eneas Riú donde se postula la vindicación anhelada por un preso que le escribe a su ex compañera. Esta lee debajo de un farol la carta que desde la prisión le envía su hombre. El farol presenció el duelo en el que el traidor y la infiel huyeron por miedo al puñal. El hombre le informa: “Espero con ansia volver a la esquina vengándome de ella y del batitú…”. IV La mala vida 1. La mujer fatal Nos encontramos también con mujeres que si bien no eran “malas” presentaban rasgos transgresores en el hecho del fumar que determinaban un placer erótico. Félix Garzo y Juan Viladomat i Masanas (1922) escriben Fumando espero y dicen: “Fumar es placer genial sensual. Fumando espero al hombre que yo quiero... Tendida en mi sofá fumar y amar, ver a mi amado feliz y enamorado, sentir sus labios besar con besos sabios y en el devaneo sentir con más deseo, cuando sus ojos veo sedientos de pasión…”. En el tango, las “malas mujeres” no representan siempre lo mismo, ni hay dos letras iguales aunque tengan rasgos de similitud al reproducir un mismo suceso. Por lo tanto, no se puede institucionalizar la frase: “el tango es el lamento del cornudo”. Esta problemática no es exclusiva del tango es un hecho de la vida real que el tango recrea como la poesía universal. Así por ejemplo: Juan Maglio (alias Pacho) en 1926 en Llegué a ladrón por amarte expresa: “Mujer que te fuiste, dejándome enfermo, portándote mal con mi leal querer, ya estoy agotado, me estoy acabando ya nada jamás me habrá de curar...”. Celedonio Flores en Te odio narra: “Te odio maldita, te odio como antes te adoré. Dios quiera que un día volvieras a mí, buscando refugio vencida y sin fe. Entonces podría cobrarme tu traición. Es tanto lo que te odio ¡que al verte sufrir me vengaré!...”. Francisco Bernardis dramatiza en Se fue con Dios el abandono de la mujer como sinónimo de su muerte: “De aquel día maldito, nada quedó, hoy vivo pal purrete, el es mi amor, de noche en mis rodillas te nombra a vos, y triste le respondo -se fue con Dios”. El tema básico de la mujer fatal es obvio que se trata de aquélla que con el poder de su sensualidad o su belleza sumado a sus caprichos y su negro e insensible corazón deshace la vida del hombre. El varón sabe que en ella se encarna la perdición, pero no puede liberarse. Enrique S. Discépolo (1932) escribe Secreto donde confiesa: “Quien sos que no puedo salvarme, muñeca maldita, castigo de Dios...” luego narra las consecuencias que trajo a su familia su metejón “por vos a mi mujer la vida he destrozao, y es pan de mis dos hijos todo el lujo que te he dao” se declara incapaz de reaccionar: “No puedo reaccionar ni puedo comprender perdido en la tormenta de tu voz que me embrujó...” busca una solución heroica a su situación: “Resuelto con un tiro tu sombra maldita que ya es obsesión” y con- Juan Viladomat Masanas Juan Maglio (Pacho) Mario Soto Asociación Argentina de Psiquiatras 1994 A23

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