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AAP Forense 39 - Octubre 2018

Revista de Psiquiatría forense, sexología y praxis.

y col., 2016) y en

y col., 2016) y en sujetos alojados en instituciones penitenciarias (Driessen y col.; 2006; McClellan, 1997; Messina y col., 200; Wolff y col., 2009). En concordancia con otros estudios, encontramos una mayor prevalencia de múltiples eventos adversos infantiles (ACE >4) y mayor tasa de abuso sexual y abuso emocional en mujeres en comparación con hombres detenidos (McClellan y col., 1997; Messina y col., 2007; Driessen y col., 2006; Wolff y col., 2009). Consideramos algunas hipótesis para explicar estos resultados; el primero está relacionado con las poblaciones incluidas en nuestro estudio, ya que todos los participantes presentaban algún trastorno psiquiátrico y se ha observado que las personas que sufren de enfermedades mentales tienen una mayor prevalencia de maltrato en la infancia. La segunda hipótesis hace referencia a las diferencias metodológicas con otras investigaciones: exploramos la presencia de mayor cantidad de situaciones consideradas como eventos adversos infantiles (abuso, negligencia y disfuncionalidad en el hogar) en comparación con otros estudios que utilizaron otros cuestionarios y, a su vez, usaron diferentes definiciones de abuso o infancia, la edad de los niños y los tipos de eventos traumáticos explorados. En correlación con otras investigaciones, hallamos diferencias de género en cuanto a tipos de delitos, con mayor prevalencia de delitos contra la salud pública (ley de drogas) en mujeres, mientras que los hombres presentaban tasas más elevadas de delitos violentos, delitos contra la propiedad, contra la libertad, delitos contra la integridad sexual y mayores niveles de reincidencia (Driessen y col., 2006; Messina y col., 2003; Spjeldnes y Goodkind, 2009). A diferencia de otros estudios (Dutton y Hart, 1992; Departamento de Justicia de Estados Unidos, 1999; Messina y col., 2007; Mulder y col., 2006; Wolff y col., 2012) hallamos una asociación significativa entre abuso sexual y delitos contra las personas y la propiedad. A su vez, encontramos una asociación entre negligencia y delitos contra la propiedad y mayor número de delitos previos (Ryan y col., 2013). Asimismo, ubicamos que ser testigo de violencia doméstica se relaciona con una mayor reincidencia delictiva. Con respecto a la prevalencia de trastornos psiquiátricos en personas detenidas, en concordancia con otros estudios, hallamos una elevada prevalencia de trastorno de la personalidad y trastornos por abuso de sustancias (Drapalski y col., 2009; Driessen y col., 2006; Fazel y Seewald, 2012). Asimismo, ubicamos mayores tasas de trastorno antisocial de la personalidad en hombres y de trastorno de personalidad borderline en mujeres, así como de trastorno del estado de ánimo, ansiedad y TEPT, lo cual podría estar relacionado con la mayor prevalencia de eventos traumáticos infantiles en las mujeres (Drapalski y col., 2009). A diferencia de otros estudios, los hombres presentaban mayor prevalencia de trastorno por consumo de sustancias (McClellan y col., 1997; Departamento de Justicia de estados Unidos, 1999; Drapalski y col., 2009). En relación al maltrato infantil y su relación con variables psicopatológicas, encontramos en similitud a otras investigaciones, asociaciones significativas entre maltrato físico y negligencia con trastorno antisocial de la personalidad (Graham y col.; 2012; Johnson y col., 1999; Dargis y col., 2015) y abuso físico y trastorno por consumo de sustancias (Wolff y col., 2012). A su vez, a diferencia de otros estudios, encontramos una relación significativa abuso emocional y trastorno borderline de la personalidad y ser testigo de violencia doméstica con trastorno por consumo de sustancias, pero no hallamos asociaciones significativas entre la historia de abuso sexual y ningún trastorno psiquiátrico (Graham y col., 2012; Johnson y col., 1999; Wolff y col., 2012). El presente estudio contiene limitaciones que deben ser tenidas en cuenta al interpretar los resultados. En primer lugar, los resultados se basan en datos observacionales, transversales con una muestra pequeña. Asociación Argentina de Psiquiatras 1994 A34

En segundo lugar, las características de la muestra de los participantes, ya que los mismos se encontraban alojados en una institución psiquiátrico-penitenciaria que fue creada para abordajes terapéuticos de determinados padecimientos mentales y esto podría sesgar los resultados debido al tipo de población donde se realizó el estudio. En tercer lugar, los datos fueron obtenidos en forma retrospectiva y la precisión puede afectarse por el sesgo del recuerdo. Sin embargo, varios estudios han demostrado la fiabilidad de los informes retrospectivos de trauma en pacientes con padecimientos mentales graves. Estos estudios mostraron que la información obtenida de cuestionarios no es afectada por los síntomas actuales y se correlacionan de forma adecuada con otras fuentes de información. Además existe evidencia de que la evaluación retrospectiva de abuso infantil tiende a subestimarse debido a alteraciones mnésicas, negación o decisión de no revelar esas experiencias. Los individuos que reportaron abuso de forma retrospectiva fueron aquellos que típicamente soportaron el abuso más severo en la evaluación prospectiva (Shaffer y col., 2008; Williams, 1994). Esto nos permite concluir que los resultados obtenidos podrían ser subvalorados (Anda y col., 2006, Arseneault y col., 2011). Por último, los resultados de nuestra investigación tienen varias implicaciones a nivel clínico, social y terapéutico, dada la elevada prevalencia de experiencias disruptivas en la infancia en sujetos con padecimientos mentales privados de su libertad. Nuestra progresiva comprensión teórica acerca de la forma en que alteraciones biológicas y psicosociales pueden conducir al desarrollo de padecimientos mentales graves, conductas disfuncionales y antisociales en sujetos que padecieron eventos traumáticos infantiles, nos permite contar con un enfoque más integrativo para la evaluación y la implementación de estrategias terapéuticas psicológicas, sociales y biológicas. Consideramos que debe ser una prioridad para la salud pública la implementación de intervenciones terapéuticas específicas para los sujetos que sufrieron estas experiencias. El abordaje debería estar orientado a implementar estrategias que permitan construir un espacio de confianza con el terapeuta, ayudando a que el sujeto pueda darle un significado a su traumática historia personal, que le otorgue un sentido a sus sufrimientos vitales. A su vez, consideramos que deben ser tenidos en cuenta, cuando se implementen abordajes terapéuticos específicos para sujetos privados de la libertad, las diferencias de género en cuanto a la historia de eventos traumáticos, la historia vital y los síntomas psiquiátricos más prevalentes. Bibliografía Álvarez, M.J.; Roura, P.; Osés, A.; Forguet, Q.; Solá. J. y Arrufat, F.X. (2011). Prevalence and clinical impact of childhood trauma in patients with severe mental disorders. The Journal of Nervous and Mental Disease, 199 (3), 156-161. Anda, R. F.; Felitti, V. J.; Bremner, J. D.; Walker, J. D.; Whitfield, C. H.; Perry, B. D. & Giles, W. H. (2006). The enduring effects of abuse and related adverse experiences in childhood. European Archives of Psychiatry and Clinical Neuroscience, 256(3), 174-186. Andersen, S.L.; Teicher, M.H. (2008). Stress, sensitive periods and maturational events in adolescent depression. Trends Neurosci; 31:183-191. Arnow, B.A. (2004) Relationship between Childhood maltreatment, Adult health and Psychyatric Outcomes, an Medical Utilization. Journal Clinical Psychiatry, 65 (suppl 12), 10-15. Arseneault, L.; Cannon, M.; Fisher, H.L.; Polanczyk, G.; Moffitt, T.E.; Caspi, A. (2011). Childhood trauma and children’ emerging psychotic symptoms: A genetically sensitive longitudinal cohort study. Am J Psychiatry. 168(1):65. Bureau of Justice Statistics. Prior abuse reported by inmates and probationers (NCJ 172879). Was- Asociación Argentina de Psiquiatras 1994 A35

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