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C6 - A Sánchez Toranzo

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Neurobiología de la regulación de la conducta social

LM Zieher //

LM Zieher // Neurociencia. De la neurona a la mente. Este concepto básico y primitivo de aprendizaje, determinado por la motivación de un individuo, nos sirve de cimiento para comprender cómo se aprenden conductas destinadas a establecer, a posteriori, constructos de valoración cognitivos que determinan normas de comportamiento. La posibilidad de establecer relación entre las acciones y sus consecuencias da cuenta que las acciones que producen recompensa se ejecuten con mayor frecuencia, y viceversa con las que generan castigo. Otra condición de la conducta que genera recompensa es que establece las bases para la adquisición de hábitos de comportamiento y establece acciones orientadas a objetivos, siendo respuestas altamente adaptables. Pensando esta posibilidad dentro de un ámbito de convivencia social, es ineludible tener en cuenta que el castigo debe estar establecido como parte de los mecanismos necesarios de regulación, apuntando a que ante el conocimiento de la pena como consecuencia de una conducta que perjudique a los demás, tanto animales como humanos, las eviten. Es preciso tener en cuenta que la magnitud, la certeza y la inminencia del castigo previsto son proporcionales a la supresión de las respuestas, valores a considerar ante la legislación de la pena de acuerdo con la magnitud de un delito (Chelonis et al., 2007). Se entiende, entonces, para qué se establecen los castigos. La historia de la humanidad da cuentas claras que se intenta utilizar el mecanismo del castigo para inculcar valores que beneficien la convivencia y calidad de vida. El individuo está dispuesta a incurrir en un costo personal únicamente para castigar a otro al que considera que se comporta injustamente (Boyd et al., 1992) y se observa que elige pertenecer a sociedades que cuentan con la posibilidad de implementar el castigo que las que no. La tendencia a la cooperación puede ser mayor si el castigo altruista se combina con una recompensa altruista, es decir, que se establezca un sistema de premios para el que hace aportes positivos que impacten en la misma finalidad social. Ambas instancias, castigo y premio incrementan la predisposición a la cooperación en un grupo social (Andreoni et al., 2003). Neurobiología de los valores Cuando se intenta establecer una relación científica de los sustratos neurobiológicos de los valores, la mayor aproximación se imprime en la base de los eventos psicológicos más simples que rigen la intimidad de las conductas humanas en toda su amplitud, así como también la predicción de los resultados consecuentes, que son en última instancia la posibilidad de obtener un premio o un castigo. El basamento neurobiológico de este tipo de aprendizaje está mediado por regiones cerebrales subcorticales comprendidas principalmente por la amígdala, a través de conexiones de tipo top-down con la sustancia gris periacueductual, hipotálamo, formación reticular y área tegmental ventral; que regulan la adquisición del valor predictivo en relación a una respuesta emocional y fisiológica (Latzman et al., 2006). Las áreas cerebrales que se activarán en uno u otro caso dependerán de la representación del valor apetitivo o aversivo de cada individuo en particular. Estímulos que generan sentimientos como alegría, tristeza o disgusto se asocian con un aumento de la actividad en tálamo 124

A Sánchez Toranzo // Neurobiología de la regulación de la conducta social y corteza prefrontal medial (área de Brodman 9), como así también en áreas temporales anteriores y posteriores. Emociones negativas o estímulos considerados nocivos genera mayor activación en regiones insulares anterior y corteza cingulada anterior, las que se conectan con la amígdala y el estriado dorso ventral. En varios estudios la activación del tálamo bilateral se observa ante estímulos de dolor (Lane et al., 1997). El aprendizaje de tipo pavloviano de castigo asociado a un estímulo puede impactar directamente en la amígdala partiendo de núcleos arcaicos del tronco cerebral asociados con representaciones aversivas primitivas como el miedo, o a través de representaciones más complejas como las reguladas por la ínsula anterior o corteza órbitofrontal lateral, ruta involucrada también en mecanismos de evitación (O’Doherty et al., 2001). Una amplia variedad de estudios en animales indican que la región involucrada en la codificación de los valores apetitivos es principalmente la corteza órbitofrontal medial, en particular su cara interna, la cual funcionalmente tiene conexiones recíprocas con la amígdala y el núcleo accumbens; y cuyas interacciones con áreas de la corteza prefrontal implicadas en la memoria de trabajo, estado de estimación y teoría de la mente, aportan la posibilidad de planificar prospectivamente a futuro. (Lane et al., 1997). Estas conductas pueden también estar fuertemente influidas por las acciones a través del cuerpo estriado dorsolateral y dorsomedial los que regulan conductas basadas en hábitos y particularmente dirigidas a un objeto, mediante posible injerencia dopaminérgica y son características del aprendizaje de tipo instrumental (Seymour et al., 2007). Si bien las instancias de aprendizaje pavloviano e instrumental rigen en gran medida nuestras conductas y las del reino animal, existe un tercer modo por el cual aprendemos a conducirnos, que cobra relevancia en la interacción con los otros pares que nos rodean. Esta instancia es más evolucionada y consiste en aprender a partir de la observación y la enseñanza. El valor de las conductas puede ser incorporado a través de la posibilidad de observar la vivencia de otros sin tener que experimentarlo directamente como en el caso del aprendizaje pavloviano e instrumental. Afortunadamente, una de las ventajas del ser humano de vivir en sociedad es que simplemente en la acción de observar la suerte o la desgracia de un prójimo puede aprender acerca de situaciones por las que nunca ha atravesado. Este tipo de aprendizaje conlleva un valor agregado dado que en la observación del otro se obtiene la información necesaria para mejorar el futuro individual. El componente central por el cual se rige este tipo de aprendizaje más evolucionado, será la estimación del impacto afectivo generado en los demás e implicará el factor determinante de respuesta, lo que permite la rectificación o confirmación de cada conducta elegida. Es interesante tener presente que para este modelo el valor otorgado a una conducta se infiere a partir de la reacción afectiva del ejecutor. Este fenómeno se denomina valor de alquiler o sustituto, y lo notable del mismo es que los niños en proceso de aprendizaje imitan la acción de otro cuando consideran que esta será un medio racional para lograr el objetivo buscado. El aprendizaje social se realiza de una manera completa en la medida que el individuo pueda estimar frente a la conducta de otro, el sentido o intencionalidad que esta EDITORIAL SCIENS 125

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