científicos supuestamente disonantes. Una combinación única de técnicas de investigación puede ser de un valor limitado para la hibridización metodológica conceptual deseada. Los “combos” de investigación, incluso los más atractivos, pueden ser útiles para estudios de efectos dañinos de la injusticia en la salud mental, o para la exploración de respuestas simbólicas y pragmáticas de la sociedad a las enfermedades mentales, solamente si perseguimos una efectiva integración teórica y metodológica de ambos campos de la pesquisa. En este trabajo presentamos unos pocos pensamientos sacados de nuestros continuos intentos por inocular el método etnográfico “internalista” a los elementos metodológicos de extracción epidemiológica, y viceversa, particularmente en el campo de la investigación en salud mental en dos contextos diversos (Brasil y Québec). Como una ilustración, presentamos y discutimos las características metodológicas seleccionadas y los resultados de dos estudios etnoepidemiológicos, respectivamente de los tipos I y II. El primero es un estudio de caso-control sobre determinantes socioculturales de las condiciones nopsicóticas conducido en áreas urbanas de Brasil. El otro es un estudio exploratorio de representaciones sociales y prácticas relacionadas con la salud mental llevadas a cabo en Bahía, noreste de Brasil. Luego, procedemos a enfocar los desarrollos metodológicos derivados de la investigación en correlaciones étnico culturales y socio económicas de la salud mental en una sociedad rápidamente cambiante, diversa y profundamente desigual. A través del texto tratamos de extensas implicaciones concernientes al estudio de los problemas de salud mental desde un punto de vista etnográfico y epidemiológico integrado, enfatizando las percepciones y contribuciones teóricas de autores latinoamericanos. Modo de vida y salud mental En lo que respecta a la salud mental, el asunto central de la primera definición de etnoepidemiología es la incorporación del significado y sentido hacia el riesgo, los factores de riesgo y sus efectos. Esto implica abrir la epidemiología al estudio no solo de los problemas, condiciones y situaciones de la salud mental, sino también de sus representaciones y determinantes en la vida diaria. Esta pregunta está enmarcada con mayor precisión por Samaja, filósofo argentino entrenado en salud pública, para quien la epidemiología como disciplina debe ser capaz de lidiar con las preguntas de salud en la esfera de la reproducción social. Según él, más allá de estudiar la distribución diferencial de los riesgos en la población, la investigación epidemiológica debe invertir en la producción del sentido, porque “...la propia fuente de los significados [...] se deriva del dinamismo de las estructuras en el mundo de la vida (Samaja, 1998, p. 33). La pregunta acerca de las condiciones de vida y su relación con la reproducción social y salud en general ha sido satisfactoriamente desarrollada en términos teóricos (Castellanos, 1997; Samaja, 2000). Sin embargo, para entender los problemas de estilos de vida (y del comportamiento orientado a la salud) y hacerlos una parte importante de una teoría general de “modo de vida y salud mental” se requiere definitivamente una teoría acerca del tema. En el proceso de la construcción de la identidad del grupo social, sujetos humanos son colocados en la estructura simbólica de EDITORIAL SCIENS 53
acuerdo con su posición cultural, étnica, de género y de la época. Como participantes en redes semánticas y en relaciones de poder en la cotidianidad, los individuos construyen su mundo a través de prácticas sociales que forman un modo dado de vida. A su vez, éste determina ciertas condiciones de vida, las cuales son garantizadas por los ingresos o, indirectamente, por políticas sociales que redistribuyen los bienes de consumo colectivo y los estilos de vida, los que, a su vez, comprenden el cuerpo de las prácticas (comportamiento, hábitos, actitudes) y percepciones (Testa, 1997). El concepto original de formación socioeconómica puede ser usado en esta aproximación como una expresión concreta del modo de producción, con énfasis en dos procesos básicos: el proceso del trabajo (Laurell & Noriega, 1989; Laurell, 1991) y los procesos de reproducción social (Breilh, 1990; Castellanos, 1997; Samaja, 2000). En los procesos de formación de clases sociales, los individuos son colocados en (o excluidos de) la estructura ocupacional de diferentes maneras. Cuando toman trabajos en el mercado laboral venden su fuerza de trabajo a cambio de una remuneración, en forma de salario, que determina su capacidad para consumir y, de este modo, sus condiciones de vida. La dinámica de las clases sociales y los procesos de trabajo son tomados como determinantes directos de las condiciones de vida e, indirectamente, como factores que condicionan los estilos de vida. La noción de un proceso de reproducción social fundamenta mejor, de hecho, la construcción teórica de la relación entre el modo de vida y la salud mental. El ciclo de reproducción social (produccióndistribución-consumo), que comparte la interfase de una adecuada producción con los procesos del trabajo, articula con los ciclos de producción de la vida diaria a través del consumo. Las formas de producción de la vida social — expresiones concretas del modo de vida — manejan también un dinámico complejo articulado a los sistemas de señales, significados y prácticas relacionadas con los hechos sociales de la vida, salud y sufrimiento, esto es, las prácticas de la vida diaria (Testa, 1997). Debería notarse que el modo de vida se propone aquí como una construcción teórica fundamental que implica no solo un comportamiento individual con respecto a la salud mental, sino que se extiende mas allá de las dimensiones socio-históricas para incluir la dinámica de las clases sociales y las relaciones sociales de producción, siempre a la luz de los aspectos simbólicos de la vida diaria en la sociedad. Esto significa que el análisis de la relación entre la injusticia social, el modo de vida y la salud psíquica exige una semiología y una pragmática de los procesos de salud mental-enfermedad-cuidado, en los cuales éstos son vistos como efectos de un procedimiento dual de la construcción social, como un producto de actos concretos de exposición a, y como protección contra, factores y configuraciones de riesgo — los efectos de estilo de vida — y como procesos para el reconocimiento y designación de la anormalidad y presencia de patología, etapas precedentes a la respuesta social a los problemas de salud mental. Modelos culturales de interpretación no existen como un cuerpo explícitamente conceptualizado del conocimiento, sino más bien están formados por un conjunto variado y plural de elementos imaginarios, 54
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