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Neurociencia & Cardiología 1 - Julio 2018

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Conferencias dictadas en la XXII Jornada de Neurociencias y Uso Racional de Psicofármacos - Prof. Dr. Luis María Zieher, en el marco del 25º Congreso Internacional de Psiquiatría (AAP) (25 al 27 de octubre de 2017).

Neurociencia y cardiología hipertensión arterial, diabetes u obesidad presentaban deterioro cognitivo (16). Finalmente, en 2018 se publicaron los resultados del estudio multicéntrico Corazón-Cerebro en Argentina que incluyó 1281 pacientes hipertensos. La utilización del MEC (Mínimo Examen Cognitivo), un conjunto de cinco test neurocognitivos detectó deterioro cognitivo global en el 22% de los pacientes, compromiso de las funciones ejecutivas en el 36% y alteraciones de la memoria semántica en el 48% (17). Estos resultados revelan la necesidad de implementar las pruebas neurocognitivas o neuropsicológicas en la práctica clínica como modo de detectar el impacto de la hipertensión u otros factores de riesgo vasculares sobre el órgano blanco cerebro, siendo esta la única forma posible en la actualidad de disminuir la prevalencia de las demencias. Estrategias neuroprotectoras Una de las estrategias, recomendada por la Asociación Internacional de Alzheimer, es el uso de drogas antihipertensivas para el control de hipertensión arterial, en especial en la edad media de la vida (2). Numerosos estudios han demostrado que la falta de tratamiento y control de la hipertensión arterial se asocia con disminución de la función cognitiva. Entre el 3% y 4% de la población pediátrica es hipertensa. El neurodesarrollo cognitivo es un proceso activo y complejo influenciado tanto por capacidades innatas (ej.: “mala o buena” genética) como por estímulos externos nocivos (ej.: hipertensión) o protectores (ej.: años de estudio) que determinarán el número y plasticidad de las conexiones sinápticas (18). A su vez, la presencia de hipertensión arterial en edad pediátrica puede determinar alteraciones estructurales y funcionales de los vasos cerebrales que conllevan implícito en su fisiopatología daño vascular e inflamación, ambos factores de riesgo para el desarrollo de tempranas lesiones ateroscleróticas. En el Seychelles Children Development Study, realizado en jóvenes entre 12 y 19 años, los investigadores no encontraron asociación alguna entre las funciones cognitivas y la hipertensión arterial (19). En tanto en otros estudios, como el NHANES III (Third National Health and Nutrition Examination Survey), los investigadores observaron no solo asociación entre la elevación de presión arterial sistólica y las alteraciones de las funciones cognitivas ejecutivas en niños y jóvenes entre 6 y 16 años sino que, el control de la presión arterial mediante tratamiento anti-hipertensivo mejoraba los resultados cognitivos (20). El estudio CARDIA (Coronary Artery Risk Development in Young Adults) tuvo como objetivo estudiar la evolución cognitiva de adultos jóvenes (entre 20 y 30 años de edad). Luego de 25 años de seguimiento, demostró que tanto la reactividad disminuida de la presión arterial sistólica frente al estrés psicológico (21), como la variabilidad exagerada de la presión arterial (22) y el patrón circadiano no-dipper nocturno, se asociaron con alteraciones de las funciones ejecutivas, de la velocidad psicomotora y de la memoria verbal en la edad media de la vida (entre 40 y 50 años) (23). Dos ensayos aleatorizados y controlados y algunos metaanálisis (realizados en población adulta) han demostrado que el uso de drogas anti-hipertensivas reduce la prevalencia de demencia (24). En el estudio Syst-Eur (Systolic Hypertension in Europe), el control intensivo de la presión arterial redujo en 50% la incidencia de demencia a los 2 años y 55% en la fase extendida (4 años) (25). En tanto, en un subanálisis del estudio PROGRESS (Perindopril Protection Against Recurrent Stroke Study) el riesgo de demencia posataque vásculo-encefálico se redujo en 34% y el riesgo de deterioro cognitivo en 45% (26). Incluso, existen estudios en los cuales pudo demostrarse que, el control de la hipertensión arterial y otros factores de riesgo vasculares en pacientes con enfermedad de Alzheimer diagnosticada ralentizaba la progresión del deterioro cognitivo medido por la caída en el puntaje del mini-mental test luego de dos años de seguimiento (27). En la etapa tardía del continuum (la edad avanzada de la vida-adultos mayores o muy mayores) el impacto de la presión arterial elevada parece tener un comportamiento opuesto. Tres estudios realizados en población de adultos mayores (más de 80 años de edad) han demostrado que la presión arterial elevada mejora la cognición. El estudio Leiden 85-Plus demostró que: i) la presencia de hipertensión arterial en mayores de 85 años redujo el riesgo de ataque vásculo-encefálico (28), ii) el uso de antagonistas cálcicos como droga anti-hipertensiva se asoció con desaceleración de la declinación cognitiva (29) y iii) el aumento de 10 mm Hg en la presión arterial sistólica mejoró el rendimiento cognitivo. Resultados similares fueron obtenidos por el Newcastle 85+study (30). En tanto, el 90+ Plus Study concluyó que en los adultos muy mayores (más de 90 años) la presencia de hipertensión arterial redujo 63% el riesgo de demencia en comparación con una reducción del 42% en los no hipertensos (31). De manera que, el desarrollo de hipertensión arterial en esta etapa podría considerarse un mecanismo neuroprotector y la posible explicación podría descansar, entre otras, en la pérdida de la autorregulación del flujo cerebral y su reemplazo por una curva en la cual el flujo es dependiente de la presión. El ejercicio físico regular ha demostrado ser una estrategia que evita, mejora o retrasa el compromiso cognitivo, actuando en forma especial sobre el dominio cognitivo de las funciones ejecutivas. El estudio finlandés (The Finnish Alzheimer Disease Exercise Trial) realizado en pacientes con enfermedad de Alzheimer demostró cómo un programa de ejercicio físico regular (2 veces por semana) durante 12 meses mejoró las funciones ejecutivas (32). El MOBILIZE Boston Study (Maintenance of Balance, Independent Living, Intellect, and Zest in the Elderly) que incluyó a personas mayores de 70 años con y sin compromiso cognitivo leve, observó una fuerte asociación entre el ejercicio físico programado y la mejoría cognitiva pero, con exclusividad en el dominio ejecutivo (33). En el estudio inglés sobre el envejecimiento (The English Longitudinal Study of Ageing), más de 10 mil hombres y mujeres seguidos durante 10 años reportó que la inactividad física se asociaba con mayor compromiso cognitivo en los dominios de la memoria y las funciones ejecutivas (34), es decir, la actividad física se asoció con conservación de la función cognitiva, siendo su efecto más notorio en las mujeres respecto de los hombres. El reporte del Centro de Salud Noruego informó, en una revisión sistemática del tema, que la actividad física si bien no mejora los síntomas depresivos en pacientes con demencia, sí EDITORIAL SCIENS // 13

Dr. Augusto Vicario mejora su función cognitiva y el desempeño en las actividades de la vida diaria. Si bien los resultados en los cuales se interviene sobre un dominio en particular puede tener aristas controversiales que abren el debate, no es así con las intervenciones multi-dominio. El más relevante entre los estudios aleatorizados y controlados, que evaluaron el impacto que el control de los factores de riesgo tiene sobre la salud cognitiva ha sido el estudio finlandés FINGER (Finnish Geriatric Intervention Study to Prevent Cognitive Impairment and Disability) (35). La implementación de una estrategia que alcanzó cuatro dominios (dieta, ejercicio físico, control estricto de los factores de riesgo vasculares y entrenamiento o estimulación cognitiva) en personas con deterioro cognitivo leve, demostró luego de 2 años que: i) la capacidad cognitiva global mejoró 25% más en el grupo de personas que recibieron la intervención comparados con el grupo control, ii) en el grupo control hubo 30% más de nuevos casos de deterioro cognitivo y, iii) en el grupo intervenido la función ejecutiva mejoró 83%, la velocidad de procesamiento 150% y las tareas cognitivas complejas 40% respecto al grupo control. Más aún, estos resultados se mantuvieron en los pacientes con “riesgo genético” de desarrollar demencia, es decir, personas portadoras de la variante e4 de la Apo E. Estos datos refuerzan la importancia de actuar en el continuum vascular-cognitivo habida cuenta que, no solo retrasa o modifica la expresión clínica de la enfermedad (demencia), sino que existiría la posibilidad de cambiar la expresión fenotípica del riesgo genético. Es posible que la evidencia aún no sea suficiente o carente de solidez desde el punto de vista estadístico para establecer causalidad o una relación firme entre el control de los factores de riesgos modificables vasculares y no vasculares y la prevención del deterioro cognitivo, la demencia o la enfermedad de Alzheimer. Sin embargo, deberíamos aceptar los datos parciales e inferirlos como evidencia, dado que el tiempo que puede demorar en alcanzar la certeza científica podría ser inversamente proporcional a la posibilidad de revertir las situaciones actuales. La incertidumbre aún es mucha, pero la demencia es un tema prioritario en la salud pública y su prevalencia crece en forma exponencial. Bibliografía • 1. 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