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Psicofarmacología 50

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Revista Latinoamericana de psicofarmacología y neurociencia.

Psicofarmacología 8:50, Junio 2008 La conciencia moral y su procesamiento cognitivo Moral Consciousness and its Cognitive Processing Fecha de recepción: 12 de febrero de 2008 // Fecha de aceptación: 21 de abril de 2008 Resumen Los conceptos filosóficos que sustentaron durante siglos el juzgamiento moral, basados en Aristóteles y Platón, son sucedidos en los últimos 200 años por la teoría de Kant sobre la “razón moral” y la “moral utilitariana” de Hume y Mill. Los dilemas morales personales, en los cuales se llegan a aceptar violaciones que resultan contradictorias con los juzgamientos de base socio-emocional, ponen de manifiesto que la controversia sobre el juzgamiento utilitariano marca el conflicto subyacente entre lo racional y lo emocional, indicando la tensión que subyace entre subsistemas competidores en el Sistema Nervioso Central (SNC) para el control del juzgamiento moral. Abstract The philosophical concepts that for centuries supported moral judgment, which were founded on Aristotle and Platoon have been followed, throughout the last 200 years, by Kant’s theory on “moral reason” and the “utilitarian moral” theory proposed by Hume and Mill. Personal moral dilemmas, which include the acceptance of violations that are contrary to socio-emotional judgments, reveal that the controversy regarding the utilitarian judgment marks an underlying conflict existing between rationalism and emotionalism, which points to the tension underlying competing subsystems in the Central Nervous System (CNS) for controlling moral judgment. Palabras clave Cognición moral, empatía, teoría de la mente. Key words Moral cognition, empathy, Theory of mind. Prof. Dr. Luis María Zieher Ex Profesor Regular Titular y Director del Curso de Médico Especialista en Farmacología, 1 a Cátedra de Farmacología, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires (UBA). Investigador Principal del CONICET. Director de la Maestría en Psiconeurofarmacología, Universidad Favaloro. Presidente del Comité Independiente de Ética para ensayos en Farmacología Clínica, FEFYM. Puede consultar otros artículos publicados por el autor en la revista psicofarmacología en www.sciens.com.ar EDITORIAL SCIENS // 11

Prof. Dr. Luis María Zieher Introducción La neurociencia moderna y particularmente, la década del cerebro que concluyó con el milenio, prácticamente han decretado la muerte del dualismo cartesiano. Damasio, en su libro “El error de Descartes-La razón de las emociones” (1), al describir los mecanismos neurobiológicos de las emociones y la lectura que hace el cerebro de las mismas (sentimientos), considera que el “error de Descartes” fue la separación abismal entre el cuerpo y la mente. En este caso, el sentimiento (feeling) no es otra cosa que la lectura que hace el cerebro de la emoción y el tomar conciencia o conocer el sentimiento de dicha emoción, todo lo cual conforma la conciencia reflexiva de la emoción. Esto es, una parte del procesamiento de la conciencia que hace el cerebro (“consciousness”). Los tres niveles entrelazados de procesamiento descriptos, en este caso para las emociones, el proceso neurobiológico, la emoción y el sentimiento, valen también para todas las otras actividades mentales que el cerebro procesa desde las terminales sensoriales y su percepción (procesamiento “bottomup”), seguido por la evaluación en base a expectativas y predicciones para terminar en la ejecución motora o la terminación del proceso mental (procesamiento “top-down”). La conciencia reflexiva (consciousness) o conciencia de sí mismo es la lectura de la mente por la que se toma conocimiento de lo que se piensa o se siente y se dirige o enfoca la atención hacia ideas, objetos u objetivos determinados, incluyendo los del propio “insight” (memorias guardadas en las cortezas asociativas). La conciencia reflexiva es característica del ser humano, lo que fue inicialmente reconocido por Aristóteles al plantearse la dificultad de conocer lo que sabemos, lo que pensamos y el tomar conciencia de nosotros mismos. Se encuentra expresada de modo más rudimentario en los primates superiores. En un nivel sociológico, esta conciencia reflexiva nos permite a través del “conocerse a uno mismo” tomar conciencia de lo que piensan o sienten los demás y, por inferencia, generar una “conciencia moral” fundamental para la convivencia social. A través de ella, tendemos a no generar daños u ofensas cuando sentimos en nosotros mismos esos sentimientos. Para el caso del médico psiquiatra, la conciencia moral (ética biomédica) es “ser paciente”, esto es, ponerse en el lugar del mismo y sus circunstancias al momento de planificar o realizar todo tipo de conducta médica, en particular, la terapéutica. Esto también vale para los procedimientos psicoterapéuticos de cualquier tipo que, deben estar pautados por la conciencia moral del terapeuta. La “teoría de la mente” o “mentalización” presupone que los individuos normales, al poseer la capacidad de “leer la mente”, atribuyen estados mentales a sí mismos (self) y a otros, lo que les permite explicar y predecir la conducta y el pensamiento de los otros en base a sus propios pensamientos y sentimientos. Teorías filosóficas de la consciencia moral Las tres principales teorías morales son: • La “teoría utilitariana” de Mill (1806-1873), por la cual uno debe tomar la acción (o seguir la regla) que, tomada o seguida, producirá el mayor grado de felicidad a la mayor cantidad de personas sensibles, entendiendo por felicidad la presencia de placer y la ausencia de dolor o sufrimiento. • En la “teoría deontológica” de Immanuel Kant (1724- 1804) no se pone el énfasis en las consecuencias de las acciones como en el caso anterior, sino que debemos seguir nuestros deberes dictados por la “razón pura” y el “imperativo categórico” (el deber, puro y solo), asegurando en todos los casos que no se violan los derechos de los otros. • En las “teorías de las virtudes florecientes” de Aristóteles (384-322 a.C.) y Platón (427- 347 a.C.), la eudaimonia (funcionamiento apropiado o felicidad), dicta mis juzgamientos por lo que debo entrenar mi carácter para que mis apetitos y “espíritus” se coordinen adecuadamente con los dictados de la “buena razón” o de alguna “buena razón”. Esto involucra el cultivo de las virtudes, como la sabiduría o sapiencia, el buen criterio y la buena conducta, así como evitar los vicios como la intemperancia y la ira. En un sentido figurado, las tres teorías ponen énfasis en el procesamiento por diferentes regiones del cerebro: - el lóbulo frontal (en la razón pura de I. Kant). - las áreas prefrontal, límbica y sensorial (en el afecto de Mill). - la coordinación apropiada de todas, para la concepción Aristotélica de la “teoría de la virtud floreciente” (“Ética nicomaquea”). Por su parte, la teoría de la mente involucra (según revelan los estudios imagenológicos en niños autistas) la actividad neural conjunta y coordinada de la corteza órbito frontal (dentro de la corteza prefrontal o CPF), las estructuras medias de la amígdala y el sulcus temporal superior; éstas dos últimas son componentes críticos para la detección de la dirección de la mirada o la actitud del “otro” y para su coordinación con la CPF cuyas “mirror neurons” se activan generando una simulación interna de la conducta de los otros que nos permite juzgar intenciones (2). En forma resumida, ésta es la base neural de la conciencia, entendida como la actividad conjunta e integrada de las redes que en el cerebro procesan la información (teoría de Crick). Ética y cognición moral Los filósofos rutinariamente distinguen entre ética y metaética. La ética concierne con cuestiones morales particulares (por ejemplo, nuestras obligaciones con los pobres o los enfermos) y las teorías que intentan resolver dichas cuestiones como el utilitarianismo de Mill o la ética de las virtudes Aristotélicas. La meta-ética, en cambio, se preocupa por cuestiones más fundacionales o el concepto total de la ética. Así, los realistas morales consideran que existen hechos morales genuinos, mientras que los subjetivistas morales sostienen que dichos “hechos” no existen (2, 3). La gran cuestión meta-ética es discriminar si las verdades morales a las que suscribimos o adherimos son verdades incontrastables o indiscutibles como “hechos”, independientes de la mente y que conforman una “realidad moral”, o si las verdades morales a la que adherimos están en la mente de los que las poseemos. Por ejemplo, si se observa un hermoso atardecer con el sol 12 // EDITORIAL SCIENS

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