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Psicofarmacología 61

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Revista Latinoamericana de Psicofarmacología y Neurociencia.

Dra. Mónica Alonso

Dra. Mónica Alonso minución del número de células de Purkinje, displasia del núcleo dentado y reducción del número de células; anormalidades en el tallo cerebral (por ejemplo, alteración de la citoarquitectura del núcleo facial) y, por último, anormalidades en el hipocampo, la corteza entorrinal y la amígdala. Muy significativamente se estableció que el gen que codifica la proteína reelin está localizado en el cromosoma 7 que, como se mencionó previamente, figura entre los cromosomas candidatos desde hace años. Lo que Keller encontró en el área del gen reelin fue un número variable de repeticiones de tripéptidos. Este tipo de variación en la secuencia de un gen se llama polimorfismo y es lo que también sucede en el síndrome de X frágil. Si bien la existencia de tal polimorfismo no implica necesariamente enfermedad, puede funcionar como marcador genético de ella o un estado premórbido (como sucede en el síndrome de X frágil). El segundo hallazgo se produjo mientras un grupo de profesionales que investigaban las secuelas motoras existentes en sobrevivientes a la exposición fetal a la talidomida, notaron que sobre un total de 86 personas, 15 habían estado expuestas al tóxico entre los días 20 – 24 de gestación. De esos 15, 4 fueron autistas. Si bien la muestra era pequeña, el dato fue considerado muy significativo en el sentido de orientar en qué período de la gestación pueden determinadas noxas o eventos causar cuadros de autismo. El Dr. Rodier, experto en Embriología tomó este resultado y, junto con el Dr. Ciaranello, lo evaluaron a la luz de sus observaciones clínicas. Éstas mostraban que, con frecuencia, los niños autistas tenían anormalidades craneofaciales que se correspondían con anormalidades observadas post mórtem en el tallo cerebral. Produjeron un modelo de experimentación animal con una rata preñada a la cual se le administraba una noxa (valproico) en el período homólogo a los 20 – 24 días de gestación en el humano, y observaron en el feto la producción de las fallas enumeradas. Posteriormente, se diseñó otro modelo de experimentación animal, un ratón con deleción del gen HOXA 1. Este gen se expresa solamente en etapas muy tempranas del desarrollo y está involucrado en los procesos que tienen lugar durante los días 20 a 24 en el útero. El ratón presenta las mismas anormalidades anatómicas descriptas anteriormente. Esto condujo al grupo de Rodier a continuar sus investigaciones en este sentido y hallaron que, eventualmente, se produce una variación en el HOXA 1 (sustitución de guanina por adenina) y esto constituye un alto factor de vulnerabilidad genética para la producción de autismo. Estos dos hallazgos son especialmente connotados, no sólo por su reciente producción, sino por ser consistentes con otro tipo de indicadores biológicos que se detallan a continuación. Hallazgos neuroanatómicos • Análisis de necropsias. En los últimos años las investigaciones conducidas por varios grupos (Bauman y Kemper; Ciaranello y Ciaranello, entre otros) arrojan resultados coincidentes en cuanto a señalar que: 1) La mayoría de los cerebros de los autistas son macroscópicamente normales. Cuando no lo son, generalmente muestran un tamaño mayor al promedio. 2) La observación histológica indica que, en comparación con el cerebro de sujetos normales, los de los pacientes autistas muestran reducción del tamaño neuronal e incremento de la densidad de clusters o packing de células en el sistema límbico, el hipocampo, el subículum, la corteza entorrinal, los cuerpos mamilares, el giro cingulado anterior y el septum (22, pág. 21). 3) En el cerebelo hay una marcada disminución en el número de células de Purkinje y de células granulosas en ambos hemisferios. No existe evidencia de gliosis, lo cual sugiere una alteración ocurrida en el desarrollo temprano (22, pág. 21), (17, pág. 975). Por otro lado, en individuos normales, numerosos autores encontraron conexiones cerebelosas con área septal, amígdala e hipocampo, además de otras proyecciones hacia la corteza frontal, la temporal, la parietal y las cortezas de asociación, lo cual los ha conducido a replantearse el papel del cerebelo en ausencia de patología y el valor de su anormalidad en el autismo. Schmahmann propone que las conexiones cerebelosas con el sistema límbico sugieren que el cerebelo podría estar involucrado en funciones de aprendizaje y de memoria, e indican que podría modular la velocidad, la capacidad, la consistencia y el ajuste de los procesos cognitivos. Él especula que el daño cerebeloso en el autismo podría ligarse a los síntomas centrales del cuadro (17, pág. 21). John Skoyles (23) pone el acento en las conexiones frontoneocerebelosas que encuentra interrumpidas en cerebros de autistas. Dado que alrededor de los 18 meses de edad es cuando el lóbulo frontal adquiere fisiológicamente la capacidad de inhibir reflejos motores presentes en el nacimiento: “Entonces, si la desconexión corteza prefrontal–neocerebelo conduce a un handicap mental, tendría un desarrollo inicial normal con anormalidades que sólo se manifiestan más tarde con la falla de la interacción córtico-cerebeloso. Realmente, una regresión podría suceder dado que la corteza prefrontal mantendría intactas las redes con otras áreas cerebrales y, como en el desarrollo normal, ganaría control inhibitorio sobre ellas, limitando la contribución hecha sobre la cognición temprana” (23, pág. 15). • Estudios de lesiones experimentales: numerosos autores han producido modelos de experimentación en monos con distintas lesiones en las regiones que se revelaron anormales en el análisis de los estudios anatomopatológicos de cerebros de autistas. Bachevalier extirpó en monos recién nacidos la amígdala y el hipocampo, y obtuvo como resultado que esos animales tuvieran relaciones anormales, falta de expresión facial, pobre lenguaje corporal, claros déficits de memoria y conductas locomotoras estereotipadas. Si la lesión se producía más alejada del nacimiento, la conducta que el mono desarrollaba con el tiempo era homologable a la de los autistas de alto funcionamiento (22, pág. 22). Estos estudios también revelaron que las lesiones tempranas producen una reorganización de la citoarquitectura y de la conectividad que no resulta funcional y que, por otro lado, esto explica el hecho de por qué no se puede, generalmente, establecer una correlación lineal entre determinados déficits o alteraciones y el aspecto lesional evidenciable (22, pág. 22). Murray y Mishkin (1985) informaron que monos con amigdalectomia bilateral muestran graves dificultades para discriminar una experiencia de otra, lo cual también se observa en autistas (22, pág. 22). Por su parte, Kimbel (1963) observó que la lesión bilateral del hipocampo de las ratas resultaba en conductas motoras repetitivas y dificultades para responder a estímulos nuevos. Estos estudios también mostraron que las estructuras del lóbulo temporal medial son críticas para la memoria. Para analizar este aspecto fueron compararados pacientes con amnesia con monos que también la padecían y, sintéticamente, se obtuvieron conclusiones que soportan la diferenciación entre la memoria de hábitos o procedimental (working memory) y la representacional o declarativa. La primera es mediada más por conexiones estímulo – respuesta, incluye la adquisición de habilidades, hábitos, ciertas formas 18 // EDITORIAL SCIENS

Psicofarmacología 10:61, Abril 2010 de condicionamiento y de fenómenos de priming. Se encuentra preservada en la amnesia. En segundo lugar, la memoria declarativa, que ya fue caracterizada en este escrito como relacionada con la recognición, retención y recuerdo de la información. Ambos tipos se ligan a sistemas anatómicos separados: la working memory a un circuito córtico estriatal y la memoria declarativa a un circuito límbico. Éste último está comprometido en los amnésicos y en los autistas, con relativa preservación de la working memory. La diferencia entre estas dos situaciones clínicas es que el daño en las estructuras mencionadas ocurre en distintos momentos del desarrollo, y tiene que ver con el papel crucial que la memoria declarativa cumple en el inicio del aprendizaje, cuando comienza a codificar representaciones dentro del esquema de “memoria a largo plazo”. El hipocampo, sede de esta función, puede “unir” eventos o estímulos que ordinariamente han sido procesados por distintos sitios de la corteza, y también es clave para la adquisición de nueva información. La diferencia, entonces, entre los amnésicos adultos y los niños autistas es que éstos nunca han tenido la habilidad de formar memoria a largo plazo, con las consecuencias previsibles en cuanto a la imposibilidad de contextuar información nueva o producir asociaciones de las cuales emergen nociones con sentido (22, pág. 23). • Estudios por imágenes: en su artículo en la revista Neuron de 2001, anteriormente citado, Uta Frith menciona los trabajos de Hoppe y colaboradores (17, pág. 975), que mediante el uso de PET para medir la activación cerebral de un grupo de autistas de alto rendimiento comparado con un grupo de sujetos normales, encontraron que los autistas tenían menor activación en la corteza prefrontal medial, mientras su pico de activación era más marcado en la región ventral de la corteza prefrontal. También cita trabajos de Baron Cohen y colaboradores (1999) quienes en una comparación similar encontraron que los autistas tenían una activación prefrontal marcadamente menor y ausencia de activación de la amígdala, aun durante tareas que involucraban la interpretación de estados emotivos. Ante la muestra de imágenes, tanto el grupo control como el de los autistas, mostraron activación del giro occipital, pero la conectividad de esta región con la temporoparietal fue débil en el segundo grupo (17, pág. 975). L. Thayne, Sweeten, David Posey y otros, concentrándose en el papel de la disfunción amigdalina en el autismo (25), encontraron que: 1) En estudios estructurales por neuroimágenes en sujetos autistas se observa significativa reducción del volumen bilateral de la amígdala con disminución del volumen del hipocampo y parahipocampo; ausencia de alteraciones en el volumen de los lóbulos temporales, pero sí dilatación de los ventrículos laterales (25, pág. 451). Citan los hallazgos de Abele y colaboradores (1999) que encontraron, usando resonancia magnética, reducción del volumen de materia gris en el sulcus paracingulado, la corteza temporooccipital y el sulcus frontal inferior izquierdo; a la vez que detectaron aumento del volumen de la amígdala y la corteza periamigdalina en el lado izquierdo, como también aumento del volumen del cerebelo (25, pág. 451). 2) En estudios funcionales por neuroimágenes en sujetos autistas: los datos obtenidos son congruentes con los anteriores y conducen a la impresión de que la amígdala dañada en los autistas produce no expresividad de sus emociones, la no comprensión de ellas y el defectuoso procesamiento facial. Hallazgos neuroquímicos: neurotransmisores aminérgicos y neuropéptidos fueron vinculados con la etiopatogenia del autismo de distintas formas: • Serotonina: entre un 20 y un 40% de los autistas presentan niveles altos de serotonina en la sangre, y algunos experimentos demostraron empeoramiento de los síntomas cuando se produce una depresión aguda de triptofano (McDoyle y col., 1993). • Dopamina: el uso de agonistas indirectos dopaminérgicos empeora las estereotipias y la hiperactividad en muchos autistas. • Noradrenalina: los hallazgos relacionados con este neurotransmisor son incongruentes. • Neuropéptidos: existen numerosos reportes de niveles elevados de opióides en autistas pero la información es inconsistente. Referencias bibliográficas 1. Zieher LM. El procesamiento neurobiológico de las emociones remodela la estructura / función en amplios sectores del cerebro. Psicofarmacología. Septiembre 2001. Vol. 11. Pág. 15 - 19). 2. 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