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Psicofármacos. Benzodiacepinas y drogas Z

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Trastornos por sustancias - Psicofármacos. Benzodiacepinas y drogas Z

Capítulo 4 Biología de

Capítulo 4 Biología de la adicción a benzodiacepinas Mariano José Scolari Introducción El abuso de sustancias es un problema creciente en la población mundial. Cuando hablamos de sustancias no nos referimos solamente a las conocidas drogas de abuso o recreacionales, sino que también nos referimos a medicamentos de prescripción empleados en la práctica clínica para el tratamiento de patologías de distinta índole. Es decir, que un medicamento puede ser objetivo de abuso. En 2006, un estudio llevado a cabo en la ciudad de Buenos Aires que incluyó 1.777 participantes reveló que 276 consumía psicofármacos y de ellos el 78 % declaró que consideraba indispensable el consumo para alcanzar el estado de bienestar (Leiderman E, Mugnolo J, Bruscoli N, et al., 2006). En Australia, un estudio en donde se escrutaron las prescripciones médicas durante 20 años (1992- 2011) reveló que si bien hubo un modesto descenso en la prescripción de benzodiacepinas (BDZ) aún continúa la tendencia de la sobreprescripción (Islam M, Conigrave K, Day C, et al., 2014). En líneas generales, puede asumirse que una sustancia capaz de producir sensación de gratificación, alivio o recompensa tiene potencial adictivo. La capacidad de una sustancia de producir adicción o abuso depende de sus propiedades intrínsecas, el individuo o el entorno (Fernández E, 2002). Según la bibliografía disponible, una misma sustancia que es consumida por un individuo en un entorno similar y en cantidades similares a las consumidas por otro, no conduce necesariamente al abuso o adicción en ambos. Esto pone de manifiesto la carga biológica del individuo en el desarrollo de una conducta de consumo y búsqueda compulsiva. Lamentablemente, este comportamiento lleva al adicto al deterioro progresivo de su vida social, familiar y laboral e incluso puede poner en riesgo su vida o su libertad al tomar medidas drásticas para la obtención del dinero necesario para adquirir nuevas dosis (Fernández E, 2002). Dentro de los medicamentos que son objeto de abuso con mayor frecuencia destacan las BDZ y los opioides, también conocidos como analgésicos mayores. El uso inapropiado de los medicamentos concierne el empleo del fármaco para fines que no son los de prescripción. Un ejemplo típico es el consumo de opioides para aliviar dolores leves o moderados o bien para conciliar el sueño o calmar la ansiedad “aprovechando” su efecto depresor central. Algo similar ocurre con las BDZ empleadas sin EDITORIAL SCIENS 49

A Sánchez Toranzo y F Hansen // Trastornos por sustancias - Psicofármacos. Benzodiacepinas y drogas Z prescripción para paliar el insomnio o sobrellevar situaciones que no justifican su uso (Licatal S, Rowlett J, 2008). Es por esto la necesidad de que los profesionales prescriptores agudicen la vigilancia de los pacientes bajo tratamiento con estas drogas y los instruyan en su manejo. Por otro lado, los profesionales de la salud, no solo los médicos, deben enfocar su atención para detectar síntomas o signos característicos en los pacientes que puedan denotar uso inapropiado. En este capítulo se hará descripción de las bases fundamentales de la farmacología y propiedades de las BDZ y luego se abordará lo referido a su abuso y adicción, el abordaje de la adicción a los medicamentos con potencial adictógeno prescriptos para aliviar o tratar síntomas o patologías reales haciendo especial hincapié en las BDZ. Mecanismo de acción de las benzodiacepinas, efectos farmacológicos y farmacología del receptor GABA-A Desde un punto de vista general, las BDZ son drogas de acción central. Es decir, que para ejercer sus acciones deben atravesar la barrera hematoencefálica, acceder al sistema nervioso central y unirse a su receptor. A los fines de este apartado diremos que el receptor más importante a BDZ en el GABA-A, que fisiológicamente fija ácido g aminobutírico (GABA), el principal neurotransmisor inhibitorio del sistema nervioso mamífero. Estructuralmente está constituido por distintas combinaciones de subunidades conocidas como: a1-6, b1-3, g1-3, d, e, q y p. Sin embargo, se ha establecido que la conformación más comúnmente hallada en el tejido neural es la 2a; 2b; g. El ensamble de estas subunidades da como resultado un pentámero que se comporta con un canal iónico de anión cloruro (Figura 1). Como es de esperar, el paso de cloruro por el receptor no es espontáneo sino que requiere de la unión del GABA a sus sitios de fijación. Como se observa en la figura 1 estos sitios se encuentran en las dos interfaces ab del receptor; por lo tanto, su activación requiere de dos moléculas de GABA. Para tal fin, el neurotransmisor se unirá a una interfase de baja afinidad lo que producirá un cambio conformacional del receptor que dejará al descubierto la segunda interfase que se comporta como de alta afinidad. El resultado es la apertura del canal iónico del receptor con el consecuente ingreso de cloruro a la neurona, a favor de gradiente electroquímico, provocando la hiperpolarización y, por lo tanto, la inhibición de la célula. La indicación terapéutica más habitual de las BDZ es el alivio de la ansiedad de distinta índole, efecto logrado por interacción con el receptor GABA-A en áreas diversas del cerebro (amígdala, hipotálamo, hipocampo, entre otras). Esto se condice con una disminución de la intensidad de la respuesta del paciente frente al estímulo aversivo. Sin embargo, al efecto ansiolítico se le suman el anticonvulsivante, miorrelajante, hipnótico y sedante, muchas veces también buscados en la clínica. Desde el punto de vista del abuso resultan de particular interés el efecto ansiolítico, hipnótico y sedante de estas drogas. El estudio de subunidades ha permitido observar que los efectos mediados por estos fármacos dependen en 50

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