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Psiquiatría 21

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Revista Latinoamericana de Psiquiatría.

La presencia de adultos

La presencia de adultos cuidadores, opinando sobre lo que se ve y escucha, relativizará la fuerza identificatoria y simbólica que los medios ofrecen. Mass Media e infancia Atrás han quedado los tiempos en que los psiquiatras se preguntaban por el sentido y sinsentido del estudio de los medios masivos de comunicación y considerar sus influencias sobre el psiquismo, la mente o tal vez el cerebro. Miguel Ángel Materazzi presentó en el Congreso Mundial de la Asociación Mundial de Psiquiatría (WPA), en México DF, 1971 y creó la Sección Mass media y Salud Mental en el respectivo Congreso WPA de 1977, en Hawai. Antes se planteaba que al no existir una relación lineal de causa-efecto, toda interrelación y su estudio, resultaban no científicas, sin reflexionar sobre el concepto de hipercomplejidad (Morin 1994) de los fenómenos psíquicos y menos aún sobre los descubrimientos propios del siglo XXI, acerca del funcionamiento cerebral como el aporte de quien fue premio nobel de medicina en 2000, Eric Kandel y la neuroplasticidad. Por ejemplo, considerando esos conceptos resulta imposible soslayar que estímulos, casi omnipresentes, como la televisión, teléfonos celulares, computadoras, por caso, producirán efectos físicos que se traducirán en cambios plásticos, modificaciones del comportamiento y la mente dependiendo de la ecología psíquica. Pero los publicistas abrevaron temprano en estas y otras fuentes como las teorías de la comunicación y estudiaron cada vez mejor esos fenómenos. Ni los discuten ni los difunden demasiado. Sus razones tendrán A la luz de esos nuevos descubrimientos se muestra más comprensible el concepto que la medicina oriental ha desarrollado por milenios y que considera cómo ejerce influencia sobre las personas, todo aquello que ingresa a su organismo ya sea un alimento tradicional a ser metabolizado o bien, “alimento para los sentidos”. Utilizando esa metáfora, podríamos afirmar que los mass media pueden alimentar, intoxicar o aún enfermar de modo crónico a quienes los consumen bajo ciertas condiciones. Si consideramos que un niño no puede acceder al alimento de modo autónomo, sino que requiere la asistencia de vínculos suficientemente buenos y de un ambiente facilitador (Winniccot 1935) igualmente debiera ser siempre mediada por adultos responsables para lograr desarrollos personales y recursos yoicos aceptables para la vida (García Badaracco - 1989), igualmente debiera ser siempre mediada por adultos responsables, la recepción y percepción de los mass media a los que logren tener acceso. Desafortunadamente, no siempre puede ocurrir así, por eso el psiquismo lábil y escasamente defendido de los infantes a menudo es expuesto a una invasión de excitación que los sobreestimula con imágenes, sonidos y, en última instancia, mensajes inicialmente concretos que inexorablemente se transformarán en símbolos intrapsíquicos, implantados. Especialmente, considerando que durante la infancia temprana y durante un período crítico, existe una alta plasticidad neuronal por la cual se establecen circuitos cerebrales que estarán asociados a unos comportamientos y no a otros. Temas de época, podríamos decir. Según afirmo, la presencia de adultos cuidadores, opinando sobre lo que se ve y escucha, relativizará la fuerza identificatoria y simbólica que los medios ofrecen. De seguro que puesto el niño a elegir entre los adultos y la televisión, siempre preferirá el contacto humano y ése será el modelo identificatorio prevalente. Pero si el niño está solo, en pleno ámbito de la falta básica (Balint 1982) o apenas acompañado por alguien poco significativo o tal vez desatento, la carencia afectiva y la inundación de imágenes, sonidos, carga agresiva o sobreestimulación, en general, lo llevará a encontrar una alternativa reemplazante de los modelos humanos, que complete aunque fallidamente, ese vacío y a identificarse con el comportamiento de los personajes que la televisión ofrezca. Los modelos televisivos o informáticos contribuirán al mecanismo autocreador, muy bien descripto por Aulagnier (2004). Durante los años de construcción de las instancias psíquicas: Yo- Ello y Superyo, del modelo freudiano, (Freud, 1923) cuando no existe aún la capacidad de mantener el objeto interno que brinde calma en ausencia del objeto externo, no se tiene todavía construido el sentido de realidad, o noción de mundos interno y externo, de allí el peligro de no “cualificar” aquello que las imágenes muestran. Es bien sabido el hiperconsumo de acciones violentas, asesinatos, crímenes sexuales o conductas eróticas poco veladas que los pequeños reciben mientras miran televisión durante una inocente merienda, ya sea en la pauta publicitaria o cuando acceden al dominio del famoso "control remoto" y en algunos casos se verifica la acción de cambiar constantemente de canal, desde que el infantes desarrolla la prensa manual superior, con sus dedos pulgar e índice, alrededor de los 8 o 9 meses de vida. Así como existen casos de epilepsias infantiles autoinducidas por la estimulación lumínica, no debiera llamar la atención el fenómeno fascinador que las pantallas (tv, pc, tel. celular, etc.) ejercen en los niños y las consecuencias sobre la disminución en sus capacidades de atención y concentración ¿se tratará de potenciales excitatorios postsinápticos autocreados? variante ésta, de la neuroplasticidad. 12 // EDITORIAL SCIENS

Psiquiatría 6:21, Marzo 2013 Otorgo tanta importancia al papel de los medios sobre el psiquismo y particularmente la televisión pues al ser recibidos sus mensajes por los bebés pasivos, ejerce en ellos un fenómeno de fascinación fácilmente observable por cualquiera que desee hacer el experimento. Razón ésta, por la cual adultos bien intencionados aunque desprevenidos y muy ocupados, recurren a ella, la televisión, cuando declinan sus fuerzas en el prolongado y a veces duro oficio de calmar a un niño llorando. Como ejemplo baste la película italiana “Stanno tutti bene” o “Están todos bien” (Tornatore, 1990) protagonizada por Marcello Mastroianni en el rol de un abuelo convocado a cuidar de su nietita, con la advertencia materna, que si llorase demasiado podría encender la tv para calmarla. El abuelo así procede pero para su desgracia la televisión se descompone. Entonces antes de caer en la desesperación, piensa un poco y enciende un lavarropas automático que con su movimiento de giro rítmico, adormece a la niña. Es de notar que el microondas produce un efecto hipnótico similar. Sobran estudios que miden la cantidad de imágenes por minuto recibidas pasivamente, pero contarlas no es el objetivo de éste trabajo. Tanta agresión y violencia... ¿dónde irán a parar? tal vez a los juegos infantiles, al comportamiento escolar, o al déficit atencional, tan presente en las consultas pediátricas. Es de notar también, cómo desde los programas infantiles televisados se intenta implantar la necesidad de consumir aquello que los anunciantes venden. Hoy es franca la arenga realizada a los niños, durante la pauta publicitaria, pues se les habla personalizadamente, en el tiempo de verbo imperativo que la mente infantil cree va dirigido a su persona e incorpora como manera comunicacional: “decile a tus papis que te compren…” tal o cual producto, o bien "comprá” o más aún el popular "llame ya". Ejemplos semejantes con indicación expresa de dónde adquirir los productos destinados al público infantil, abundan en cualquier aviso publicitario. El tiempo de verbo imperativo indica la necesidad de realización de una acción inmediata y que se debe obedecer, por eso no puede ser pensada. Así en el psiquismo infantil siempre inmaduro se incorpora el patrón de respuesta rápida pero impulsiva, que se va extendiendo a la vida cotidiana. No son éstos los procesos de maduración que planteaba Winnicott y menos aún, resulta facilitador ese ambiente, carente de identificaciones especulares con humanos presentes en vez de "virtuales". Además, el niño que es mandado alberga al adulto mandón en que se convertirá. Podría pensarse también que esa creencia de los niños respecto del mensaje personalizado tendría correlato, con las ideas delirantes autorreferenciales de adultos convencidos que el mensaje televisivo está dirigido a ellos en expresiones conocidas muy bien por los psiquiatras, como por ejemplo: “la televisión me envía mensajes”. Claro que en aquellos niños que están organizando una estructura psicótica. Continuando con el efecto de los mensajes televisivos sobre la infancia temprana, también puede verse cómo van incorporando un modo expresivo autoritario, demandante y urgente que no es patrimonio de la naturaleza infantil, sino más bien producto de la educación y de la contribución, que a ella hace, la cultura mediática. Luego cuando los infantes acceden al habla, utilizan esos modos imperativos y hasta agresivos, para relacionarse con otros niños y con los adultos. El problema no son los modos sino que así se irá moldeando su psiquismo y porqué no, modulando y condicionando su cerebro, a la inmediatez e impulsividad, por la adaptación cerebral, neuronal especialmente alta, en edad temprana: “nuestro EDITORIAL SCIENS // 13

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