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Psiquiatría 22

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Revista Latinoamericana de Psiquiatría.

En el horizonte bíblico

En el horizonte bíblico se anuncia la presencia del pater real y simbólico del Derecho Canónico, del Derecho Romano y del Derecho actual. “…vivimos en un mundo distinto al que nuestras categorías de pensamiento revelan”. Ulrich Beck Teoría de la modernización reflexiva. En Las consecuencias perversas de la modernidad (1996) Pág. 251. Anthropos. El mito bíblico describe la expulsión del Paraíso sin atenuantes: Adán y Eva fueron desterritorializados abruptamente después de la maldición. Irrumpieron en el mundo “ancho y ajeno” y debieron buscar cobijo, alimento e inaugurar la vulnerabilidad y el miedo a lo desconocido. No había alternativa que autorizara imaginar un retorno: un arcángel con espada flamígera custodiaba la puerta de acceso al Edén, definitivamente perdido. En duelo y, quizás, arrepentimiento engendraron a sus hijos. De este modo, se fundó la primera historia familiar según lo relata el mito que nos acompaña desde la niñez. La historia primordial se inicia con la rebeldía de Eva, disconforme con la obediencia debida que Yahave les había impuesto, y aceptó voluntariamente la tentación que le aseguraría el conocimiento del Bien y del Mal cuando probase el sabor de aquel fruto prohibido llamado “conocer”. El ciclo continúa con una maldición que proviene de quien los creara, para expulsarlos, por fin, de su ámbito natural. A partir de entonces los fundadores de la raza humana sobre este planeta habrían de aprender qué significaba morir y matar. Porque engendraron a Caín, el primogénito, homicida de su hermano Abel. Según la dinámica ponderada por el mito bíblico, ambas criaturas desterradas, culpables y malditas debieron organizarse como familia, nostálgicos de la ecológica convivencia original con otros seres vivos. Es la primera noción de organización familiar que nos describen más allá de la propia experiencia, según sea la familia que nos acoja al nacer. Se narra el mito como introducción a una pertenencia cultural, antropológicamente importante mediante la cual se advierte acerca de la gravedad de la desobediencia y del intento de esconder la culpabilidad, pretendiendo engañar a quien es todopoderoso: en el horizonte bíblico se anuncia la presencia del pater real y simbólico del Derecho Canónico (Legendre, P. 1979) del Derecho Romano y del Derecho actual. Con el transcurso de los siglos, las que hoy denominamos familias se sustentaron según diversos modelos. El modelo de los romanos, de donde posteriormente surgiría la inspiración del Derecho −en tanto ejercicio de la Ley− no escatima los que hoy consideraríamos severísimos conflictos: “(…) el conflicto que afecta a la familia es, de hecho, más grave en Roma que la guerra civil propiamente dicha, cuyo nombre evoca simplemente la lucha entre ejércitos de ciudadanos. Todo ocurre como si la familia fuese un valor impoluto porque se supone en ella algo primordial o absolutamente originario: Guerra más que civil “guerra en familia”” (Loureaux, N. 2008, p 214). La familia se ofrecía como modelo de las virtudes romanas, pero por sí sola la familia podía arrastrar detrás de ella a la ciudad. La fundación de Roma se enlaza con el asesinato de Remo a cargo de su hermano Rómulo y según los eruditos, la historia calcaba los antecedentes tebanos: matarse entre hermanos es actuar como los hijos de Edipo. “El asesinato entre hermanos es una etapa hacia el parricidio emblema de la transgresión” N. Loraux (2008. p 212) concluye: “Si la manera griega de integrar a la familia en la ciudad consiste en dar al hijo la autonomía que Roma le niega hasta la muerte del padre, no es de extrañar que la participación del hijo en el oikeios polémos (la guerra familiar), no tenga al fin y al cabo, un gran relieve”. Este no podía considerarse el modelo griego, pero tanto en Roma (en sus distintos períodos históricos) cuanto en Grecia −idem− las relaciones familiares documentan conductas ajenas a la idealizada paz familiar. La historia antigua, medieval, moderna, la época preindustrial e industrial con sus características, los parentescos y los linajes, las filiaciones y las heráldicas, la economías domésticas y las guerras territoriales están asociadas a la institución familiar con un horizonte cuasi inamovible: el pater familias y las organizaciones patriarcales con sus políticas perpetuas aunque diversas. No avanzaré en la tesis del matriarcado. Solo recordaré el poder organizado de las abadesas (Lagunas, C. 1991. pp 809-833). La vida privada fue el eje de esas organizaciones familiares y mantiene hasta hoy la pretensión de su culto; sin embargo, sus oficiantes viven en la derrota cotidiana de lo privado que se torna inevitablemente público porque la tendencia histórica lo orienta de ese modo. La vida conyugal que fue, no siempre ni para todos y todas el ejemplo y lo deseable, asociada a la vida privada y nos transportó a las bellas historias de una Europa tradicional que Alberti (1969) primero y Duby y Ronciére (1988) después describieron. La antropología condujo a pensar en las familias como parte de un sistema cultural más grande que abarca territorialidad y localidades, el techo y el fuego. Es decir, el lugar donde se convive, las viviendas (el techo) mediante relaciones cercanas, parentales (el fuego) y la regulación de los nacimientos asociados a la idea de unidad económica. Así como la sociología y las ciencias 24 // EDITORIAL SCIENS

Psiquiatría 6:22, Mayo 2013 políticas advierten acerca del papel del Estado en las organizaciones familiares y el orden social en general, y según las pautas familiares de cada grupo familiar; también la presencia del mercado y su alternancia con la que se considere vida privada y vida pública. Las nociones de mundialización y globalización resultan imperiosamente necesarias si se pretende hacer pie en el panorama actual. Los ordenadores según las disciplinas clásicas han incluido, durante los últimos veinte años, novedades habitualmente asociadas con “crisis” como nomenclatura generalizada y redundante. Las prácticas profesionales nos posicionan ante realidades fantásticas, ajenas a lo que se había estudiado y aceptado como discurso dominante, referido a aquello que “es una familia”, y “lo que debería ser una familia” según la iconografía clásica. También según las clasificaciones que la academia nos propuso para el estudio de la familia. Cuando se piensa en un sujeto como miembro de una familia se sobrentiende que responde de acuerdo con las funciones que se consideran “propias de una familia” según el concepto dominante (Bordieu. P. 1997) y clasificatorio. En nuestro país, heredero de tradiciones inmigratorias europeas, esas historias de familias, “conyugalidades” y privacidades se instaló de manera supuestamente prioritaria. Sin embargo, no fue el único estilo, aunque predominó en ciudades, en áreas conurbanas y campesinas, en clases medias, altas y populares, sin instituirse como el único modelo. Existieron otros sin que se los acompañase con un reconocimiento calificante que les concediera la identidad de grupos familiares. Pero, durante las últimas décadas surgieron novedades sin precedentes en lo que se refiere a organizaciones familiares y las que existían previamente, clasificadas hoy como neoparentalidades. Adquirieron carta de ciudadanía y aportaron turbulencias intelectuales, morales y emocionales. Porque su surgimiento y exposición desafían las certezas con las que contábamos cuando nos referíamos a las familias, suponiendo saber de qué hablábamos. Sin entender lo nuevo por ser ajeno para los conocimientos certeros que nos permitían abordar terapias de familia a partir del modelo que el imprinting había sellado en nuestras convicciones. Dado que la familia es una construcción social, la pretensión histórica y religiosa que la considera “natural” y acorde con un modelo universal ha sido quebrantada por las evidencias culturales, humanizadas por la convivencia entre las personas e incluye, reiteradamente, animales domesticados como acompañantes entrañables. Los afectos, según algunos autores serían componentes sustantivos en la creación de “la familia”. Esta tesis se mantiene con fuerza en los textos de los especialistas. Inclusive surgió la expresión “familia eudemonista” (Dias. B. M. 2011. p15) que “busca la felicidad individual viviendo un proceso de emancipación de sus miembros”. Su origen griego se vincula con “feliz”. Sin embargo, la pretensión se mantiene en circuitos de poder, denominadas instituciones que, necesarias para el fortalecimiento, el alivio y en oportunidades el soporte vital de las organizaciones familiares, con frecuencia insisten en reducir las elecciones de aquellos y aquellas que deciden una convivencia, eligen un mismo techo (hábitat) y el mismo fuego (parentalidad), distantes de las definiciones con las que, los miembros de esas instituciones tranquilizan sus pensamientos ciñéndolos a lo que les fue enseñado, impuesto desde su niñez. Una característica de las familias actuales reside en su pertenencia y su necesidad de recurrir a determinadas instituciones, así como corresponde evaluar sus representaciones derivadas de clases sociales y otras pertenencias a grupos. Inicialmente, se trataba de “la institución” religiosa. Hoy en día son las diversas instituciones que se ocupan del bienestar (Tealdi. J. 2008) (como nivel de vida adecuado específicamente en este artículo la salud en sus dimensiones físicas, psíquicas, sociales), la educación para todos los miembros de las familias, la seguridad (los seguros de vida), las que concesionan los rituales (grandes espectáculos masivos), los derechos laborales (sindicatos y gremios), los judiciales y otras. Todas ellas se orientan hacia diversas formas de disciplinamiento social con frecuencia enfrentadas con la perspectiva de soberanía y autonomía de las familias, tema que Foucault abordó en su texto El Poder Psiquiátrico (Foucault. M. 2005). El atravesamiento de las instituciones en la vida de familia, sus representaciones culturales son las que conducen a un padre a pensar en un juez para modificar el comportamiento de un hijo o hija, a otro juez para dividir los bienes en un divorcio además de la tenencia de los hijos, a otro juez para adoptar una criatura y a otro para disponer la guarda de sus embriones congelados. El ejemplo de los embriones congelados es particular ya que se trata de una nueva categoría de estatus incierto. Una fantasmal especie paralela: no nacidos, no muertos. Las instituciones asociadas con las prácticas médicas abrieron espacios impensados en décadas anteriores mediante la procreación asistida (Giberti. E. 2001), la reducción de embriones (Giberti. E. 2005) y el ejercicio de “la muerte digna” (eutanasia (Pessini. L. 2008) u homicidio Dado que la familia es una construcción social, la pretensión histórica y religiosa que la considera “natural” y acorde con un modelo universal ha sido quebrantada por las evidencias culturales. EDITORIAL SCIENS // 25

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