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Psiquiatría 4

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Revista Latinoamericana de Psiquiatría.

Psiquiatría 1:4, octubre 2008 ¡Rescatate! opinión Dra. Silvia Di Segni Obiols Doctora en Medicina (UBA), Especialista en Psiquiatría, Miembro de APSA, Jefa del Departamento de Filosofía y Psicología del Colegio Nacional de Buenos Aires, autora de Adultos en crisis/Jóvenes a la deriva y coautora con Guillermo Obiols, de Adolescencia, posmodernidad y escuela. E-mail: sdisegni@fibertel.com.ar El Barón de Münchausen en el imaginario juvenil Un grupo de jóvenes camina por la vereda. Son las seis de la mañana y está claro que vienen de una noche de alto consumo, ¿de qué?, es lo de menos. Algunos parecen más sobrios y se hacen cargo de aquel que, a duras penas, puede conseguir que su cuerpo lo siga. En una esquina hay un policía. Quienes lo ven temen problemas. Tratan de calmar al que no deja de hablar en voz muy alta pero éste grita, no se entiende lo que dice y parece a punto de vomitar a cada metro. No logran nada. Uno de sus amigos le grita: ¡Rescatate! Es una orden. El otro se calla y consigue enderezarse un poco. ¡Rescatate! es una orden interesante que aparece en el habla juvenil a fines de la década de 1980. Todos conocemos el significado del término rescatar, que puede tener diferentes acepciones recogidas por la Real Academia Española 1 . La primera remite a recuperar un bien o una persona capturados por un enemigo; otra, de reminiscencias proustianas, sostiene que se puede recuperar el tiempo perdido; la tercera refiere a liberar a alguien de un daño o un peligro; la última alude a volver a poner en valor un objeto deteriorado. Es interesante notar que todas estas acepciones pueden aplicarse a una persona que abusa de sustancias. Ella es esclava de la droga o rehén del traficante, pierde lamentablemente su tiempo cuando no la vida entera, está expuesta (y expone a otros) a graves peligros y, finalmente, se convierte en una persona deteriorada que requiere una oportunidad para revalorizarse. En todos estos casos, estaremos hablando de alguien que requiere ser rescatado/a y de otra persona que rescata. Una víctima y un héroe/una heroína. En cambio, cuando se usa en su forma reflexiva, rescatate, el término despliega otros sentidos. Y para comprender su uso no podemos apelar al diccionario de la RAE sino a otros que recogen el habla juvenil. Un artículo de la web 2 analiza diversas definiciones. Una de ellas dada por el Glosario Okupa (creado para el exitoso programa de televisión) dice que rescatarse es disimular o recuperarse de una intoxicación química. También es guardar la compostura. Con esta acepción ocurre algo llamativo. Rescatate se desliza a recatate (porteñismo de recátate, originado en recato, recatado/a). Y recatado significa, según la RAE, “circunspecto” y “cauto”, para el hombre mientras que, para la mujer, recatada remite a “honesta” y “modesta”. Tan antigua es la palabra que cambia con el género dejando almidón y colonia de violetas en sus pliegues decimonónicos. Sería bueno rastrear cómo esta actitud colonial que alude al recato pidiendo compostura reaparecía en los sectores marginales de los que trataba “Ocupas”. Quizás haya que reconocer que muchas personas de esos sectores marginados provienen de países como Bolivia, Perú y Paraguay que conservan una educación más tradicional y un habla mucho más hispana y rica en vocabulario que quienes los marginan. De manera que rescatate/recatate es un cruce de sentidos, etnias, marginación y disciplina rodando por la ciudad de Buenos Aires. También recogiendo el habla juvenil, el diccionario Chabón sostiene que rescatate apela a tratar de adoptar una actitud responsable frente al descontrol generalizado o frente al propio descontrol abandonando el consumo de sustancias dañinas. En el caso de abandonar el consumo o controlarse deja dudas sobre si el rescate es por un breve momento o una decisión vital. Cuando se lo liga a conductas sexuales de riesgo, rescatate quiere decir, cuidate. En este caso más que una orden aparece como un consejo. Cuando a alguien se le pide recato se está apelando a que recupere alguna capacidad de autocontrol que se supone produjo su educación o, en otros términos, que reaparezca el superyo diluido en alcohol. Pero cuando se le pide que se rescate es diferente, entonces se está apelando a lo heroico. Se le está diciendo a esa persona que es la única que puede salvarla, se la ubica en el lugar de víctima y héroe/heroína de sí mismo/a. Ya no es un llamado al sometimiento a las normas sociales (recato), es un grito al narcisismo estimulándolo a realizar una acción imposible. Esa persona tendrá que lograr, en las peores condiciones para hacerlo, sacarse del pozo. O de la ciénaga. El barón de Münchausen contaba en sus aventuras que una vez cayó en una profunda ciénaga y logró sacarse de ella, él mismo, simplemente tirando de su coleta hacia arriba. Bello disparate. Magnífica metáfora de la única manera en que una persona que abusa de sustancias puede salir adelante. En tanto profesionales sabemos que podemos acompañar esa salida, que podemos ayudar, limpiar el camino pero también tenemos claro que lo más importante es confiar en la potencia del otro y esperar que en algún momento sea capaz de rescatarse tirando de sí mismo/a. Cuando alguien grita ¡rescatate! parece estar apuntando a varios objetivos a la vez: deja por un momento el lugar de par y se ubica en el de alguien más lúcido, más responsable, capaz de cuidar a otros (¿el adulto que falta, quizás?). Admite que, si bien el ideal de la diversión hoy en día en el imaginario juvenil es el descontrol (vamos a descontrolar es la invitación del fin de semana), todos tenemos que ser capaces de autocontrol en cierto punto. Apela a la potencia del otro/de la otra cuando ésta parece totalmente perdida. Confía en que hay algo en esa persona que puede ser movilizado atravesando vapores de alcohol, nubes de marihuana, alucinaciones de ácido y excitación de pastillas. Emite la orden ¡rescatate! esperando encontrar un resabio disciplinar que produzca la obligada respuesta. En el imaginario juvenil conviven, al igual que en el adulto, representaciones heterogéneas, con genealogías diversas: el ideal del descontrol, la búsqueda de cierto control en ese descontrol, el intentar ocupar un lugar de adulto faltante ante quienes se están dañando, el confiar en la potencia que se ha ido diluyendo con el abuso de sustancias dañinas, la orden que discipline. Los mismos jóvenes que salen a descontrolar, que viven en la noche la ilusión de un mundo sin orden adulto piden a gritos a quienes tocan los bordes que sean capaces de rescatarse. Desde las profesiones psi sabemos que, en el creciente campo de las adicciones, a menudo es muy difícil rescatar o ayudar a hacerlo a quien no ha tocado fondo y que, cuando pueda, saldrá de la ciénaga tirando de sí mismo. Dra. Silvia Di Segni Obiols 1. Diccionario de la Real Academia Española, RAE vigésima segunda edición, http://www.rae.es/rae.html 2. http://ar.geocities.com/lunfa2000/rescatarse.html. Artículo firmado por Nora López. EDITORIAL SCIENS // 17

i c a t r Dra. María Norma Claudia Derito Médica Psiquiatra. Médica Legista. Especialista en Gerontología. Magister en Neuropsicofarmacología. Jefa de Servicio Hospital Braulio Moyano. Jefa de Trabajos Prácticos UDH Moyano. Profesora de Clínica Psiquiátrica de la Carrera de Especialistas en Psiquiatría de Adultos, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires (UBA). c l í n i c a p s i á i q u Psicosis obsesivo-compulsiva o psicosis anancástica (Segunda parte) Obsessive-compulsive psychosis or anankastic psychosis (Second part) Resumen En la primera parte, el trabajo realiza una somera revisión histórica de autores, en especial de la escuela alemana, que aceptaron la idea de la existencia de una psicosis obsesiva, o psicosis anancástica. Algunos en forma directa, otros sugiriendo que los complejos sintomáticos, en algún momento de su evolución, cumplían los requisitos de una psicosis. Para aclarar más esta propuesta, se realiza una exploración de distintos autores que atribuyeron distinta génesis al complejo sintomático del trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). Se ha discutido si el origen de la enfermedad es afectivo, intelectual o, incluso, volitivo. Estudiando las distintas posiciones, respecto de los posibles mecanismos psicológicos que determinan la aparición de los síntomas, me inclino, finalmente, por una postura que se encuentra cercana a la propuesta de autores como Schneider y Krestchmer. En la segunda parte, elaboro una posible génesis del complejo sintomático del trastorno obsesivo-compulsivo y la forma en que este, en determinadas ocasiones, se desarrolla a la manera jasperiana, para terminar en la aparición de una psicosis anancástica. Profundizo el estudio de los elementos por los que, llegado a este punto, me permito afirmar que el paciente se ha convertido en psicótico. Para ello, acepto la definición de psicosis de la Asociación Americana de Psiquiatría, entendiendo que el complejo sintomático del TOC, en su desarrollo hacia la psicosis, cuando arriba a ella, cumple con esas pautas. En conclusión, afirmo la existencia de la psicosis anancástica como entidad independiente, que nada tiene que ver con la esquizofrenia, que de hecho puede presentar en su curso síntomas de la serie “obsesivoide”. Abstract The first part of this article provides a brief historical review of different authors, especially those belonging to the German school, who accepted the existence of obsessive psychosis or anankastic psychosis. Some of them accepted such existence in an overt manner, while others suggested that symptomatic complexes, at some point during their evolution, displayed the same characteristics of psychosis. To clarify this proposal, the present article provides an analysis of different authors, who ascribed different geneses to the symptomatic complex of the obsessive-compulsive disorder (OCD). It has been argued whether the disease is of affective, intellectual or even volitive nature. After analyzing the different stances concerning the possible psychological mechanisms that determine the onset of symptoms, I finally support a stance which is closer to the proposal made by authors like Schneider and Krestchmer. In the second part of the article, I suggest a possible genesis of the symptomatic complex of the obsessivecompulsive disorder and the way in which this complex, under certain circumstances, develops in a Jasperian manner to end up in the onset of anankastic psychosis. I conduct a study in depth of the elements by which, at this point, allow me to claim that the patient has turned into a psychotic individual. In order to do so, I support the definition of psychosis established by the American Psychiatric Association, understanding that the OCD symptomatic complex, when it ends in psychosis, meets these guidelines. In conclusion, I assert the existence of anankastic psychosis as an independent entity which is by no means related with schizophrenia, which in fact may display, during its development, symptoms of the “obsessivoid” series. 18 // EDITORIAL SCIENS

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