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Psiquiatría 9

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Revista Latinoamericana de Psiquiatría.

Psiquiatría 3:9, Marzo 2010 Relación médico-paciente - aseguradores de salud El médico puede sustentar su función profesional solamente desde una inserción social que le permite, básicamente, aprender y ayudar al prójimo. Esto deviene de pulsiones, es decir de montos de energía psíquica constitutiva comunes a todas las personas. Quienes posean estas pulsiones de manera suficiente, y descubran por algún motivo estas condiciones personales, pueden hacer de la Medicina una forma de vida y un camino de realización profesional y personal. Estas pulsiones se conocen como curiosidad, pulsión de ver y ansiedad reparatoria, pulsión de curar. Desde una perspectiva, tanto individual como social, es evidente que la asistencia médica de los más desprotegidos es la necesidad que debe ser prioridad; esta necesidad de asistencia ha coincidido en la historia de la humanidad con la necesidad reparatoria recién mencionada del médico. El médico, desde la historia de los tiempos, ha estado dispuesto a la asistencia de los más necesitados como parte de su tarea personal y de su propia gratificación, esta condición es la que ha generado y reforzado su lugar y su prestigio en la sociedad. La relación médico-paciente es una delicadísima y equilibrada función propia, desde siempre, del hombre y su historia. Es una relación privada entre dos individuos. Uno de ellos, el paciente, espera de este vínculo la cura, que no siempre es la sanación, sino que puede ser un cuidado en camino a su salud; el otro, el médico, espera y necesita para este acto, como herramienta, del prestigio que lo habilite como tal. El prestigio, a la vez, trae consigo parte de la gratificación que sustentará su lugar de médico. El emolumento o pago será un complemento que facilitará también la tarea del médico al abstraerlo de la preocupación económica permitiendo su condición de profesional, lo que equivale a decir que profesará de médico. El prestigio médico, a la vez de ser una de las vías de gratificación de la profesión médica, es una de las herramientas más poderosas de su praxis, incluye la confianza, la empatía y la disposición del paciente hacia la cura. El prestigio incluye, además, otra de las responsabilidades del médico desde tiemopinión Dr. Gustavo Corra Médico Universidad de Buenos Aires (UBA). Especialista en Psiquiatría. Médico Psicoanalista. Miembro de la Asociación de Psiquiatras Argentinos. Miembro Didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Miembro Titular de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA). Ex Coordinador de Hospital de Día del Hospital Italiano de Buenos Aires. Co-cordinador del Congreso 2008 de Fepall, Federación Psicoanalítica Latinoamericana. Autor del Capítulo de Psicosexualidad del Tratado de Psiquiatría, Editorial Sciens, Buenos Aires. pos remotos, la de regulador económico, esta consiste en asistir a los más desprotegidos con los aportes económicos de los que más tienen y contribuyen a conciencia con este mecanismo de distribución. Esta función ha sido parte y componente del médico y la Medicina desde siempre. En las últimas décadas, los aseguradores médicos, las prepagas, las empresas de salud, las estructuras mutuales, las obras sociales, etcétera, desde el poderío económico y la manipulación económico-política se han ubicado de manera intrusiva y deliberada, como se instala un virus en un organismo, en medio de este delicado vínculo médico-paciente. En la actualidad, la mayoría de los médicos, especialmente los más jóvenes, quedan o podrían quedar atrapados las próximas décadas en un sistema al que poco le queda para terminar de disolver el vínculo médico-paciente, su delicado equilibrio y su necesaria magia. La regulación y la administración compulsiva de los honorarios médicos, el control económico-administrativo de los actos que devienen de la ciencia y el arte médico, el sometimiento burocrático al que se expone al médico atacan despiadadamente la relación médico-paciente, unidad indispensable del vínculo terapéutico. Un ejemplo sencillo, y a la vez cotidiano, del lugar de descalificación del prestigio médico, con las consecuencias antes citadas, es el del momento de la confección de la receta médica. Es aquí cuando, clásicamente, el profesional pide por escrito al farmacéutico a través de un documento aquellas sustancias que cree serán las que producirán o facilitaran la cura. En el momento de la elaboración de la receta médica, además, el médico completará la prescripción sentando por escrito la manera de administración del medicamento, y demás indicaciones tales como la dieta, el reposo, etcétera. Es en ese momento, en que se exije de la máxima concentración del profesional, cuando la aseguradora de salud obliga al médico administrativamente a manipular y copiar manualmente desopilantes y sospechosos de malintencionados números de asociados que rozan a veces las 20 cifras. Las EDITORIAL SCIENS // 19

Dr. Gustavo Corra recetas, luego deberán ser inspeccionadas y aprobadas o reprobadas por los empleados de las farmacias y el personal administrativo de las aseguradoras, quienes tienen la última palabra y dictaminarán ante el paciente si su médico hizo “bien” o hizo “mal” la receta. Cabe destacar que en el hipotético, e imposible caso de que todos los habitantes de nuestro país fueran socios de la misma prepaga, serían suficientes cuatro letras y tres números para distinguirlos a todos. A esto se suman los escritos agregados o “banners” que cada aseguradora pide de manera particular y caprichosa, tales como “tratamiento prolongado”, “envase grande”, etcétera. Según el Colegio Oficiales de Farmacéuticos y Bioquímicos de la Capital Federal, entre el 20 y el 30 por ciento de las recetas médicas son rechazadas, no por estar mal confeccionadas como recetas, sino por no cumplir con los requisitos comerciales administrativos que requieren las aseguradoras. ¿Qué prestigio puede entonces tener un médico, que no “sabe” ni hacer una receta?, o lo que es peor, la hace “mal” apelativo de extracción moral, frente al que el médico y su prestigio quedan poco menos que despedazados. Lo que ocurre es que los requerimientos administrativos de las aseguradoras son sumamente caprichosos y a la vez tienden a la manipulación de la tarea del médico. Lo mismo es válido para los pedidos de estudios y demás autorizaciones requeridos por las aseguradoras. Por otra parte, también se ataca al prestigio médico cuando es necesario el recontrato en privado, o el cobro de honorarios debe pactarse “bajo cuerda” para que sea factible el acto médico, cuando el médico se ve obligado a escatimar tiempo, dedicación, interés, o lo que es peor, curiosidad y afecto a sus pacientes. Se ataca al prestigio médico cuando derivar un paciente de una prepaga a un colega ya no es visto como un acto de reconocimiento sino como un trago amargo al que se somete al colega. Se ataca al prestigio médico y a la relación médico-paciente cuando esta desborda y cae en el vínculo con empleados administrativos de las aseguradoras no capacitados para tal efecto. Cuando los estudios, prácticas e indicaciones quedan en manos de autorizadores administrativos que relativizan la idoneidad, la confianza y la empatía médico-paciente. Los ejemplos son interminables pero queda planteada una crisis médica que tal vez se zanje en un futuro en el que las empresas de "salud" puedan administrar áreas tales como la hotelería, algunos aspectos administrativos de la aparatología diagnóstica, la logística, el transporte de pacientes, o los servicios que impliquen actividad administrativa y se libere al médico en su vínculo con el paciente como la historia, la razón y el sentir lo indican. Sistemas médicos reconocidos mundialmente en otros países por su calidad y eficiencia respetan el pago de honorarios médicos, tal es el caso de Canadá y Francia, entre otros, financiados por el Estado, conservando honorarios médicos dignos por prestación. Sabemos que estamos en una coyuntura extremadamente difícil, pero es el momento de no desatender la reflexión de nuestro lugar como médicos en nuestro contexto actual y pensar en estrategias que en el futuro, esperemos no muy lejano, recompongan nuestro prestigio, nuestro lugar y nuestra herramienta, la relación médico-paciente. 20 // EDITORIAL SCIENS

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