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Psiquiatría 9

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Revista Latinoamericana de Psiquiatría.

Lic. Ester Cohen la

Lic. Ester Cohen la verdad, por el contrario, es una totalidad. La diferencia está en considerarla trascendente o inmanente, desde el punto de vista de una tesis ontológica. Entonces, si los humanos construimos ficciones sin la previa determinación de la verdad originaria o sin tender a ésta, ello no significa que sean ficciones falsas, sino que significa que la ficción no se dice con relación a la verdad absoluta y por tanto a lo bueno en sí. La ficción se relaciona con la mentira en el sentido en que Lacan, en La ética del psicoanálisis (Seminario 7), plantea que lo inconsciente es una primera mentira en relación con lo real, porque de lo real no hay palabra posible, ya se sabe que define a lo inconsciente como un lenguaje. Por eso, alrededor de lo que no puede decirse, se arma una historia que pretende decirlo, por eso todo lo que se diga será mentira, dado que de lo real nada puede decirse, ni verdadero, ni falso; es decir que, de lo no predicable, cualquier predicación es mentirosa, a saber, ficcional, y no falsa. Por otro lado, cabe aclarar que lo real no es una entidad sustancial, o en sí, es solamente un registro, tal como lo definió Lacan, y un registro es un modo de funcionar, por esto, cada ser humano arma su real, al escribir sus sentidos que configuran su subjetividad, es decir, aquello que en su producción singular no puede nombrar, y desde allí, se arma su novela, su historia. De esta manera se puede explicitar el concepto de individualidad como producción de una identidad no sustante, así la identidad se refiere a un estilo, un modo, una manera de ser. El planteo central es que la individualidad se construye, se produce coextensivamente con la producción de una, cualquier, subjetividad. La escritura supone un armado de una cierta ficción, que produce un cuerpo-discurso singular. La conciencia, cartesiana, moderna, es diferente del pensar, del escribir la propia subjetividad, pensar es distinto del ser consciente. La conciencia no sabe todo lo que querría saber sobre lo que dice, sobre lo que quiere ni sobre por qué lo quiere. La conciencia piensa con el cuerpo, y ello va más allá de lo que la conciencia puede controlar. Este planteo no es necesariamente psicoanalítico, sino que es la tesis ontológica inmanentista que podemos rastrear en el concepto de voluptas en Lucrecio (siglo II d.C) y de deseo o perseverar en el ser de Spinoza (siglo XVII). Los problemas que debe pensar la vida para seguir siendo son complejos, van más allá del mito de la conciencia poderosa que domina los instintos, que se rige por las condiciones de lo concebido como normal, idea tan cara a la modernidad. El secreto de lo velado es que del otro lado hay nada. No la nada metafísica, absoluta y fundante, sino una nada que significa ausencia de determinación, por esto ante esa nada que somos necesitamos armar una producción de sentidos, que dé sentido a nuestra vida, a eso se denomina producción de subjetividad. De allí que Sartre sostenga que el hombre es nada para la nada. Ello no implica meramente una tesis pesimista, sino la idea de que la realidad es una producción humana de sentido a la que nada preexiste, y para un futuro que se proyecta como no determinado, no se concibe ni origen ni teleología. Desde las premisas de una tesis inmanentista, la creación de sentido epocal supone la creación de una cierta narración que implica una determinación histórica de lo que se da al ver, de lo que se focaliza. A diferencia de la posición tradicional, el sentido ya no se derivará de una coherencia a priori dada por la naturaleza, sino que se abrirá como un devenir a producir. El análisis teórico de un devenir no es arbitrario, ya que el devenir tiene una lógica, que es la lógica del sentido –Deleuze– que puede incorporar el concepto de devenir definido como “diferir de sí en acto”. Se trata de desarrollar un estilo de pensamiento no constituido por la preexistencia del objeto, sino por la interioridad respecto del fenómeno, lo cual implica que se analiza dentro, y no desde la lejanía instrumental de una posición supuestamente objetiva, se trata de correr el riesgo. Pensar no será producir representaciones para los objetos, sino asumir la dimensión teórica presente en cada análisis. De esta manera, pensar en los efectos y no sobre ellos, ya que la tarea del pensamiento no es neutral. Entonces, ¿cómo investigar en este campo teórico? Asumiendo la posibilidad de análisis a la intemperie, o sea, en la época de las rupturas a las que estamos asistiendo, haciéndonos las preguntas que nos dictan las condiciones de posibilidad –Foucault– del momento histórico en que nos hallamos, en lugar del esquema de aplicación de recetas. Para comenzar: ¿a qué condiciones históricas se sujetan las subjetividades actuales? ¿Qué modo de individuación producen? ¿Qué estilo de narración establecen? Los conceptos son como las personas, nacen, crecen y mueren. No hay conceptos eternos, hay un momento de la historia en el cual surge un concepto debido a necesidades explicativas de una época. Por tanto, el concepto de sujeto no existe desde siempre, desde el principio de la humanidad o el principio de los tiempos. 24 // EDITORIAL SCIENS

Psiquiatría 3:9, Marzo 2010 Sujeto significa, estrictamente hablando: una entidad hablante, que tiene la facultad o capacidad del habla, que no sólo emite sonidos sino que dice significados, las palabras que decimos tienen muchos significados, según el contexto y la cultura de la que se trate. Sujeto responde fundamentalmente a la noción psicoanalítica de incompletad de sí, es decir, que un sujeto es dividido por definición, el concepto de sujeto supone la idea de que nunca encontraremos la mitad de uno mismo, perdida para siempre. Por tanto somos seres incompletos y divididos, pero no por eso irracionales, sino que nuestro modo de ser responde a estas características, precisamente porque somos seres hablantes, que con nuestras palabras no abarcamos todo el significado de lo que queremos decir, siempre queda algo no dicho, pero que también contribuye al sentido de lo dicho. En la historia del pensamiento hubo otros conceptos parecidos, pero no iguales. Platón hablaba de una parte no corporal del cuerpo, que denominó psique, que significa: “mariposa alada presa en un cuerpo”, es decir, el origen del concepto de psiquismo tiene que ver con la idea de una mariposa que vuela porque es liviana, pero no puede salir de su encierro, ese mito está relatado en el diálogo Fedón de Platón. Desde Aristóteles, hasta la actualidad, sigue vigente su distinción entre alma y cuerpo, que supuso la existencia de dos principios: lo material y lo formal que componen la sustancia. El mundo es pensado como una jerarquía de sustancias, abajo lo que tiene más materia y es pesado, arriba lo que tiene más forma, por tanto, más liviano. Las personas somos compuestos de materia-cuerpo y forma-alma. El alma es la palabra latina que traduce la palabra griega psique, alma en latín se dice animus, es lo que anima la vida, produce el movimiento. El cristianismo supone a los humanos como criaturas creadas por Dios, dotados de cuerpo material y, por tanto, perecedero, y alma eterna. En el Renacimiento, siglo XV, comienza a forjarse otro concepto respecto de lo humano, que debía explicitar la necesidad de dar cuenta de una entidad que dominara la naturaleza. La pregunta básica era: ¿cómo se conoce el mundo? ¿Quién lo conoce? ¿Qué es la verdad? Surge así la dupla Sujeto-Objeto, supone el concepto de sujeto del conocimiento, es ese polo de la relación de conocimiento, que aún no constituye la idea de sujeto que hoy manejamos. El sujeto es la interioridad absoluta que se enfrenta a la exterioridad absoluta que es la objetividad. Recién a fines del siglo XIX, surgen las llamadas Ciencias humanas y con ellas el concepto de hombre, vuelvo a decir, no el de sujeto. Por necesidades organizativas de la época, la revolución industrial, se debe buscar formas de comprender y establecer normas para dirigir a las grandes poblaciones de las ciudades, que están saliendo de los campos para engrosar las filas de obreros de las fábricas. Se necesita hacer estudios demográficos, etnográficos, antropológicos, psicológicos, médicos y así van surgiendo disciplinas para ir catalogando, analizando, describiendo este nuevo fenómeno: el hombre. En el año 1900 se publica La interpretación de los sueños de Freud, un libro clave para comprender el concepto de sujeto. Dice Freud que el motor de la vida es buscar y buscar y no encontrar, por eso seguimos buscando, técnicamente ese es el concepto de deseo que nos constituye como sujetos. A partir de 1960 hasta la actualidad, se está elaborando el concepto de subjetividad, se plantea que el sujeto se constituye, que lo subjetivo es algo que se produce sin un modelo previo, sino en los contextos sociales, históricos y políticos en los que cada uno vive. Es decir, no hay un modo de ser sujeto universal, sino que en cada cultura hay un modo de producción de la subjetividad. En El pliegue, Deleuze plantea que la subjetividad es un modo de plegar el exterior, por ejemplo cuando uno dobla la punta de una servilleta de una determinada manera, es como se arma la subjetividad, es una manera especial, personal de ver el mundo. Foucault, en Hermenéutica de sujeto, nos dice que podemos pensar la subjetividad como un estilo de vida, esto es determinado por cada cultura. Pero la producción de subjetividad en cada cultura no es azarosa, dice Foucault que depende de quién detente el poder político, habrá un modo u otro de normatividad, que dependerá de los intereses de ese grupo que esté en el poder. Esta situación no implica la pérdida de la posibilidad de constitución de un modo de individualidad, sino que la idea principal es hacer hincapié en la determinación histórico-político y social del concepto de individuo. El sujeto pensado como potencia responde a la tesis ontológica inmanentista, que sostiene una concepción de mundo basada EDITORIAL SCIENS // 25

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