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Tratado de Actualización en Psiquiatría - Fascículo 20

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Modelo sistémico - Autora: Lic. María Rosa Glasserman, Lic. Ana Martínez

Modelo

Modelo sistémico // El movimiento de la terapia familiar argentina te el uso de un léxico “de guerra”: tácticas, estrategias, maniobras, desplegadas por los terapeutas, que pensaban su relación con la familia como un todo, desde una lógica directiva, implementando tareas que apuntaban a romper la “pauta de mantenimiento del síntoma”, usando las mismas intervenciones para situaciones diversas. Eran terapeutas que aún pensaban objetivos en relación a su observación, que creían que las intervenciones debían ser fuertes, para desbloquear la dinámica familiar, que se había atascado en algún momento de pasaje del ciclo vital. El objetivo de la terapia era la resolución sintomática, que ayudaba a la familia a recuperar rápidamente la homeostasis. Desde este modo de pensar la “disfunción”, se privilegiaban los procesos de retroalimentación negativa, que corrigen la desviación. A principios de la década de 1970, comenzó una nueva etapa en el trabajo con familias. Los resultados de las investigaciones de Prigogine (4) acerca del trabajo con sistemas alejados del equilibrio fueron incorporados por los terapeutas familiares, que comienzan a pensar que no siempre que un sistema se aleja del equilibrio está condenado a su destrucción. Mauricio Andolfi, de la escuela de Roma, fue uno de los pioneros en aplicar intervenciones que generaban un aumento de la tensión, del desequilibrio, intervenciones que se conocieron como de “inducción de crisis”, “intervenciones provocativas”, que, al aumentar la tensión en la familia, buscaban promover un cambio cualitativo en la red de relaciones familiares (5). A esta etapa que enfatizaba los procesos de retroalimentación positiva se la conoció como “segunda cibernética”, para diferenciarla de la etapa anterior, que entendía el cambio a partir de estimular la corrección de la desviación (retroalimentación negativa), y que fue llamada “primera cibernética”. Ambas etapas se incluyeron en lo que se llamó “cibernética de primer orden”. Esta designación alude a la relación S (terapeuta) O (familia) (6). Si bien los aportes de la TGS, la teoría de la comunicación y la cibernética ya formaban parte del bagaje teórico de los terapeutas familiares, aún no podemos hablar de un cambio epistemológico, todavía se trabajaba desde una supuesta objetividad, en la cual se hablaba de sistemas observados, con un terapeuta que se supone neutral, objetivo y “por fuera” del sistema. El grupo de Palo Alto en California, J. Haley y Cloe Madanes en Washington, creadores de la línea estratégica; Salvador Minuchin y su modelo estructural; Mara Selvini Palazzoli y su grupo en Milán y Maurizio Andolfi en Roma fueron los encargados de consolidar y difundir los resultados de este nuevo modo de encarar el sufrimiento individual. El trabajo con familias quedó instalado en el escenario de la psicoterapia: se profundizaron algunos desarrollos y aparecieron variantes según la impronta de algunos de los pioneros. De modo paulatino, seguramente estimulados por las situaciones de fracaso del método, la reflexión crítica y la investigación, llevada a cabo en algunas de las escuelas (la de Milán se destaca en este campo), surge la necesidad de rescatar la singularidad del individuo en la familia, que se había “diluido” en los primeros tiempos sistémicos. El lenguaje de los textos va cambiando, ya no se habla solo en términos de totalidades y se producen nuevas conceptualizaciones. Se habla ahora del sistema terapéutico, no ya de la familia y el terapeuta. Simultáneamente, las teorizaciones en otros campos del saber impactan y sacuden otro de los pilares del trabajo terapéutico. El concepto de “objetividad” puesto en cuestión desde disciplinas como la Física ya a principios del siglo XX, llega en los aportes de Maturana, Varela y Von Foerster a modificar el modo de pensarse de los terapeutas familiares en su relación con las familias, sus pacientes. La relación sujeto-objeto es de mutua implicación, no se puede hablar ya de sistemas observados, se trata de sistemas observantes. Llega, así, un segundo momento en la evolución de la terapia familiar. Este sí puede considerarse un cambio epistemológico que hace caer algunos de los supuestos de la modernidad: la “Verdad” objetiva y aséptica, atemporal, y con ella la posibilidad de formular leyes universales, ahistóricas. Cuando la subjetividad del terapeuta “filtra” y “tiñe” el producto de su observación, se trata, entonces, de “verdades” temporarias, hipotéticas y locales que le permitan entrar en contacto con la “realidad” de cada paciente, de cada familia, en un tiempo dado, en un lugar determinado y respetando su singularidad (7) (8) (9). El movimiento de la terapia familiar argentina La terapia familiar en nuestro país se vio profundamente influida por todo el movimiento de salud mental que alrededor de la década de 1950 comenzaba a evitar el aislamiento del enfermo, intentando darle cierta comprensión dentro del grupo familiar. Los pioneros de este pensamiento fueron Enrique Pichon Rivière y Jorge García Badaracco, a los que se sumaron José y Lily Bleger quienes presentaron un trabajo en el Congreso de Terapia Familiar de 1956 (40). En este mismo año se creó en el Policlínico Aráoz Alfaro el servicio de Psicopatología en un hospital general. Este movimiento fue liderado por Mauricio Goldenberg e implicó un puntapié inicial para romper el aislamiento del enfermo mental. No solo implicó la liberación física, sino también alguna de tipo conceptual: la conexión con los familiares y el retiro de rótulos, encasillamientos. Lo que llevó, de alguna manera, a intervenir con los pacientes y sus familias. Las líneas teórico-clínicas de esos años (los 60) eran la psicoanalítica, que traía Isidoro Berenstein y, la sistémica de ese momento (MRI) liderada por Carlos Sluzki (que, a su vez, provenía del psicoanálisis) quien desarrollaba este abordaje en el servicio de Goldenberg. Éste privilegiaba la comunicación, la interacción y el movimiento antipsiquiátrico de Laing y Cooper. Los profesionales se iban alineando detrás de aquellos que priorizaban que la conducta estaba determinada por lo interno, lo inconsciente, lo histórico, y aquellos que priorizaban lo actual, lo relacional, la secuencia Sciens Editorial Tratado de Actualización en Psiquiatría 3

CAPÍTULO XXIV Modelo sistémico // El movimiento de la terapia familiar argentina comunicativa. El objetivo de las intervenciones era el cambio. Se buscaba conocer la estructura inconsciente de la familia o el bloqueo de la secuencia comunicativa y modificarlos mediante intervenciones directivas o paradojales. Estos fueron los extremos de un abanico de procedimientos que se desarrollaban en la terapia familiar. Estos grupos fueron los que organizaron el Primer Congreso Argentino de Psicopatología del Grupo Familiar, que se realizó en junio de 1970 y que fue muy importante. Asistieron 1.500 profesionales, como Jay Haley, Harry Goolishian, Carlos Sluzki e Isidoro Berenstein. Muchas de las personas que presentaron trabajos, dieron conferencias, participaron de mesas de discusión, fueron los precursores de los distintos grupos que se organizaron posteriormente en instituciones públicas y, más adelante, privadas. La década de 1970 se puede dividir en dos momentos, el primero hasta la dictadura militar y el segundo desde 1976 al 1983. La primera etapa estuvo caracterizada por los centros comunitarios de salud mental, donde los profesionales se insertaron en la comunidad, incluso entrando en las casas de las familias. Se incluyeron las técnicas de “impacto múltiple” de Goolishian y se trabajó mucho en la comunidad. La segunda etapa comienza con la dictadura militar de 1976, en la que todas esas experiencias se vieron violentamente interrumpidas con lo que muchos de los nuevos desarrollos continuaron su curso en grupos privados que estaban fuera del ámbito institucional. La terapia familiar, como pensamiento relacional, que jerarquizaba la libertad, la autonomía en relación pasó a “las catacumbas”. En el centro comunitario Nro. 2 (San Telmo) el Dr. Adolfo Loketek coordinaba el equipo de familias, y una de nosotras 1 coordinaba el equipo de niños. Luego de ser expulsados con los restantes 98 profesionales en 1976, comenzaron a reunirse para desarrollar el pensamiento sistémico-relacional con los aportes de Minuchin, Haley, Watzlawick, Bateson, Whitaker y aquellos otros autores que entendían al ser humano en relación dentro de su contexto (Laing, Sartre, Levi Strauss y sus correspondientes corrientes teóricas).También visitaron centros importantes del exterior (por ejemplo, el Instituto Ackerman donde estaban D. Bloch y Olga Silverstein). En 1977 se incorporó la Lic. Estrella Joselevich por unos años, coordinando a su vez, un tercer grupo. Recién en mayo de 1979 se abrió el Centro de Familias y Parejas (CEFYP), primera institución privada dedicada a la terapia familiar predominantemente sistémico-relacional. Sluzki organiza en 1979 en EE.UU., el primer curso en castellano patrocinado por la Universidad de Stanford en el San Fransisco General Hospital, lugar en el que él trabajaba. En este encuentro participan numerosos especialistas del momento. Un año antes se había creado la Sociedad de Terapia Familiar por el esfuerzo del Dr. Alfredo Canevaro. Estos dos grupos fueron muy importantes en los finales de la década de 1970 y comienzos de la de 1980. La Revista de Terapia Familiar fue creada y dirigida por Canevaro y parte del estímulo del interés por el tema, así como también los congresos. La intención de la Sociedad era abarcar todas las corrientes, pero, lamentablemente, comenzó a escucharse hablar de lo “sistémico” como un conjunto de técnicas que se presentaban como enfrentadas con las corrientes dinámicas derivadas del psicoanálisis. Pasó mucho tiempo para que pudieran dejar de enfrentarse y en algunos modelos poder integrar algunos conceptos. Los sistémicos de ese momento privilegiaban la terapia breve, el cambio inmediato, las técnicas directivas, la instrucción, predominantemente, se centraban en el síntoma. Seguían al MRI (Mental Research Institute) de Palo Alto, y sus representantes en la Argentina eran el Lic. Hugo Hirsch y la Lic. Celia Alzufán, entre otros. También había y hay representación de Salvador Minuchin a través de Pedro y Cecile Herscovici. Ellos fueron, con otros, quienes crearon en 1984 la Asociación Sistémica de Buenos Aires, que agrupó no sólo a profesionales de la salud mental, sino también a otros provenientes de otros campos, como el jurídico, escolar, empresarial, etcétera. Se creó también la revista Sistemas Familiares (cuya primera directora fue Cecile Herscovici) como órgano científico de difusión de trabajos. A mediados de la década de 1980 predominaba la escuela estadounidense en los terapeutas sistémicos, que ponían el acento en la conducta, lo ahistórico, lo actual. Un grupo de profesionales viró hacia un pensamiento más centrado en lo histórico, lo trigeneracional, los mitos familiares, en el concepto de juego familiar, en el lugar del individuo en el sistema y en el lugar del terapeuta. Este cambio también influyó en las técnicas terapéuticas y condujo a facilitar la emergencia de la palabra y la búsqueda de historias alternativas 2 con los pacientes. A partir de la inclusión de supuestos humanísticos, antropológicos y filosóficos, se comenzó a invitar a terapeutas europeos como Mony Elkaim (de origen marroquí que vive en Bélgica), Mara Selvini Palazzoli y Mauricio Andolfi. También se incluyeron los nuevos paradigmas con pensadores como Humberto Maturana, Edgar Morin e Ilya Prigogine. En esto fue muy importante el impulso que dio el encuentro interdisciplinario de carácter internacional “Nuevos Paradigmas: Cultura y Subjetividad” que organizó INTERFAS, bajo la dirección de la Dra. Dora Fried Schitman en 1991. Claramente, estamos marcando solo los comienzos de este movimiento, ya que luego surgieron muchos centros de formación y desarrollo de la terapia sistémica. En el interior de la Argentina fueron surgiendo grupos de terapeutas sistémicos casi todos especialistas en terapia familiar que fueron estimulados por cursos realizados con profesores que iban de la Capital Federal o ellos asistían desde el interior. Formaron centros de asistencia y formación en diferentes provincias. El Dr. 1. Lic. María Rosa Glasserman. 2. Wanda Santis, Fidel Lebensohn, José Bebchuk, María Rosa Glasserman, Adela García y otros. 4 Lic. María Rosa Glasserman, Lic. Ana Martínez

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