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108 - Febrero 2018

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Trastornos del sueño. Parte II. Sus efectos y su neurobiología - Dra. Laura Sarubbo , Dr. Gustavo Tamosiunas, Dra. Stella Bocchino

Dra. Laura Sarubbo, Dr.

Dra. Laura Sarubbo, Dr. Gustavo Tamosiunas, Dra. Stella Bocchino de tabaco, café, bebidas energéticas, alcohol y otras sustancias psicoactivas. La cafeína representa el estimulante de elección en gran parte del mundo occidental, junto con la nicotina, para mantener el estado de vigilia, al que se le suman otras sustancias psicoactivas ilegales (cocaína, etc.) y legales (modafinilo). Un estudio llevado a cabo en estudiantes de medicina mostró que más del 30% tenían una calidad del sueño apenas satisfactoria o mala (Veldi M. 2005). En realidad, parecería que la cafeína ayuda a mejorar el desempeño cuando este se ha visto afectado por falta de sueño, pero no su uso durante la noche como un método de mantenerse en vigilia. Así mismo el alcohol es una de las sustancias psicoactivas que se usan con mayor frecuencia para conciliar el sueño. Considerado como un depresor del sistema nervioso central, actúa inhibiendo la actividad de los receptores NMDA (glutamatérgicos) y los canales de calcio tipo L y, por otro lado, aumenta la actividad de los receptores GABA A, los receptores serotoninérgicos de tipo 5HT3 y los de glicina (Vengeliene V. 2008). El alcohol no induce un sueño normal, lo que perjudica algunos de los procesamientos neuronales que suceden durante la noche, y que involucran a la consolidación de la memoria y la evocación de los recuerdos. Inclusive, si se consumen dosis bajas de alcohol (< 80 ml), pueden producir un estado de alerta en la segunda mitad de la noche, fragmentación del sueño y fatiga diurna (Geoghegan P. 2012). La privación voluntaria y crónica de sueño produce cambios fisiológicos (metabólicos, hormonales, etc.), que pueden ser causa precipitante de enfermedades como la diabetes o la hipertensión. Estas, a su vez, podrán desencadenar otras patologías que, por supuesto, disminuyen ostensiblemente la calidad de vida. El insomnio aumenta en grado significativo el riesgo de enfermedades cardiovasculares y trastornos cerebrovasculares, entre ellos, arritmias, ateroesclerosis, cardiopatía isquémica, insuficiencia cardiaca, hipertensión y accidente cerebrovascular. Un estudio al respecto, en donde se realizó una exhaustiva búsqueda, incluyendo los estudios prospectivos de cohortes que evaluaban el insomnio o quejas relativas al sueño en sujetos sin enfermedad cardiovascular previa, y que medían la asociación entre el insomnio y el riesgo de desarrollar o morir de enfermedad cardiovascular, mostró que de un total de 122 501 sujetos estudiados se produjeron 6 322 eventos cardiovasculares durante un seguimiento de 3 a 20 años. El análisis acumulativo para todos los estudios mediante un modelo de efectos aleatorios arrojó un aumento del 45% del riesgo de desarrollar o morir de enfermedad cardiovascular durante el seguimiento (RR 1,45, IC 95% 1,29-1,62; p

Psicofarmacología 18:108, Febrero 2018 tan en la fase N2 del sueño no REM (Seeck-Hirschner M. 2012). Sus alteraciones parecen afectar el rendimiento en distintas tareas cognitivas, dependiendo de la cronicidad de la alteración y la cantidad de "deuda de sueño" que se haya generado (Tabla 1). De todas maneras, las privaciones crónicas del sueño, suelen tener cierto nivel de adaptación. Los pacientes tienden a referir menos fatiga y somnolencia que con la privación aguda, sin embargo, las alteraciones del rendimiento cognitivo continúan aumentando con la cronicidad del trastorno del sueño (Reynolds A. 2010). Períodos cortos de falta de sueño, menos de 24 h, afectan también la neurogénesis en el giro dentado del hipocampo, lo cual también puede contribuir a los efectos cognitivos deletéreos de la falta de sueño (Meerlo P. 2009). Pero las neuronas en una parte del hipocampo o en la amígdala son solo una pequeña parte de un engrama que incluye imágenes, olores, sonidos e innumerables sensaciones, que probablemente esté en 10 a 30 regiones cerebrales diferentes. Es muy probable que las alteraciones cognitivas estén en estrecha relación con el nivel de sobrecarga alostérica que provoca el no dormir, por la liberación que se produce en forma crónica de corticoides. En 2003, Giulio Tononi y Chiara Cirelli, biólogos de la Universidad de Wisconsin-Madison propusieron que las sinapsis crecen tan exuberantemente durante el día que nuestros circuitos cerebrales se “llenan de ruido”. Los científicos argumentan que cuando dormimos, nuestro cerebro reduce las conexiones para elevar la señal por encima del ruido. Durante el sueño se produce una remodelación de las sinapsis, según una investigación realizada con ratas por la Dra. Luisa de Vivo y publicada en la revista Science (3 feb. 2017). Esta investigadora y su equipo concluyeron que la actividad general y el procesamiento de la información, mientras el animal está despierto, impulsan el fortalecimiento de la sinapsis. Esto se contrarresta con el debilitamiento de las sinapsis durante el sueño. Una serie de estudios demuestran que una supresión de sueño en un 50% puede llegar a alterar hasta el 80% del transcriptoma, es decir, del conjunto de genes que se están expresando en un momento dado en una célula. Un estudio realizado por Franken, P del Centro de Genómica Integral de la Universidad de Laussanne, Suiza, presentado en enero del 2018 en el marco del Simposio Internacional sobre Patología del sueño, de la neurobiología a las manifestaciones sistémicas', organizado por la Fundación Ramón Areces y el Instituto de Investigaciones del Sueño ha demostrado que la privación de sueño afecta la transcripción del gen ACOT1, implicado en la conversión de los ácidos grasos libres (FFA) lo que predispone a enfermedades metabólicas, entre ellas la diabetes de tipo 2. Hoy en día, dormimos de una hora y media a dos horas menos cada noche, así que estamos en el rango de seis horas y media. Pero ¿cuántas horas hay que dormir? Se habla que, en promedio, un adulto necesita entre 7 a 8 horas, pero esto no es tan así. Cada individuo necesita una cantidad de horas de sueño que le es propia y esto dependerá también de su edad. No es lo mismo un lactante que necesita cerca de 17 horas de sueño, que un adolescente que necesitan alrededor de 9, a las de un adulto. También el adulto mayor tiene un dormir diferente, no es que necesite menos horas de sueño, sino que este tiene sus propias peculiaridades (sueño menos profundo y entrecortado). Hay algunos estudios realizados con pacientes ancianos que sugieren que los efectos positivos del sueño sobre la memoria de procedimiento disminuyen con la edad, pero no para la memoria declarativa. Parecería que estos pacientes son más resistentes a los efectos negativos que producen la fragmentación y la privación del sueño sobre la memoria (Payne JD, 2012). La privación de sueño genera una "deuda" acumulativa de sueño que eventualmente deberá recuperarse. Una de las formas de cobrar esa deuda es mediante los micro-sueños. Muchas personas se quedan dormidas involuntariamente, no tienen control sobre esa situación, por lo que es un factor de riesgo para los accidentes tanto automovilísticos como también para fallas en aquellas tareas que impliquen atención y precisión en su realización. Ahora pensemos en que pasa con los trabajadores que hacen turnos nocturnos: sus relojes biológicos nunca se adaptan a esa exigencia que les es impuesta, y el dormir durante el día no termina siendo para ellos un descanso reparador. Existen individuos que duermen naturalmente 6 horas (short sleepers) y otros que necesitan dormir 9 o 10 horas (long sleepers). Hay individuos que tienen sueño más temprano y se despiertan más temprano y otros que lo hacen más tarde. Pero ¿cómo sabemos entonces cuantas horas son apropiadas para cada uno de nosotros? Cuando nos despertamos en la mañana nos debemos sentir descansados y prontos para desarrollar nuestras ocupaciones sin inconvenientes. No tenemos que tener sueño ni necesidad de dormir durante el día. Sin embargo, puede haber una bajada en el rendimiento de las actividades tanto físicas como mentales en las primeras horas de la tarde, entonces es adecuado tomar una siesta corta. Si se duerme bien, aumenta la concentración, la atención, la creatividad, la toma de decisiones y las habilidades sociales. Se reducen los cambios de humor, el estrés, los niveles de Tabla 1 Principales funciones cognitivas afectadas con la pérdida del sueño Atención sostenida internacional: la se vuelve variable e inestable y se incrementan los errores de omisión y comisión. Enlentecimiento cognitivo. El tiempo de reacción se prolonga. La memoria de corto plazo y de trabajo disminuye. Se afecta la adquisición de tareas cognitivas (aprendizaje). Aumenta las respuestas perseverativas. Toma de decisiones más arriesgadas. El desempeño inicial de las tareas es bueno al inicio pero se deteriora con las tareas de larga duración. Alteración de la capacidad de juicio. Disminución de la flexibilidad cognitiva. Alteraciones del humor: irritabilidad, enojo. Disminuye la autovigilancia y autocrítica. Fatiga excesiva y presencia de “microsueños” involuntarios. Modificado de Neurobiología del sueño y su importancia: antología para el estudiante universitario Carrillo P. EDITORIAL SCIENS // 27

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