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124 - A Blake - Diciembre 2020

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Cómo impacta el aislamiento social en el cerebro humano

Psicofarmacología

Psicofarmacología 20:124, diciembre de 2020 Haciendo esta cooperación de modo flexible y masivamente. Ahora bien ¿cómo impacta entonces el ASOA? El grupo de investigación de formado por Tomova L, Wang K, Thompson T, Matthews G, Takahashi A, Tye K, Saxe, R, de los Dep. of Brain and Cognitive Sciences, M.I.T, Mc Govern Institute for Brain Research, MIT, Salk Institute for Biological Studies y Center for Brains, Minds and Machines, MIT, diseñaron un experimento para observar el impacto del ASOA en humanos. El grupo de investigación consideró las experiencias previas realizadas en roedores como el trabajo destacado de Gillian A. Matthews, del I.M.T., y colaboradores que ya habían demostrado en ratones la presencia de una red neuronal alojada en el núcleo del rafe dorsal como la encargada de generar el deseo de interacción social en un trabajo publicado en la revista Cell. En sus investigaciones, Gillian, observó cómo esa red neuronal se sensibilizaba ante las situaciones de soledad provocadas en los roedores. Además, la ausencia de contacto comunitario ocasionaba un fuerte deseo de establecer vínculos sociales. El experimento de Gillian, consistió básicamente en aislar a algunos ratones y examinar las consecuencias que ese aislamiento provocaba en su cerebro. En ese experimento se pudo observar que cierta red neuronal alojada en el núcleo del rafe dorsal presentaba conexiones mucho más fuertes que en aquellos animales que habían continuado en sociedad. También se observó que cuando un ratón incomunicado se encontraba con otro que nunca había sido aislado, el núcleo del rafe dorsal del roedor aislado incrementaba considerablemente su actividad; mientras que en aquellos ratones que nunca habían estado aislados no se observaban cambios. Finalmente, también se demostró que la inhibición de ese grupo neuronal causaba la supresión del afán de socializar. En el cerebro, la sensación de “querer algo” (motivación), está mediado por un sistema de recompensa compuesto por un conjunto de vías neuronales que permiten el flujo de información entre las diferentes estructuras involucradas en el procesamiento de las recompensas. Las neuronas dopaminérgicas del área tegmental ventral modulan el flujo de información a través de proyecciones al núcleo accumbens, la amígdala, el hipocampo, la corteza prefrontal y el globo pálido ventral. Cada uno de estos sistemas tienen proyecciones superpuestas al núcleo accumbens, donde todo se integra bajo la influencia moduladora de la dopamina (Grace et al, 2007). La trayectoria de los axones dopaminérgicos que se originan en el área tegmental ventral (VTA) y se proyectan hacia el núcleo accumbens y la corteza prefrontal, que corresponde al sistema dopaminérgico mesolímbico (Bear et al, 2008). Tanto en animales como en humanos, el circuito de recompensa se activa ante gratificaciones inesperadas, que conducen a la activación por etapas de las neuronas que liberan DA en el mesencéfalo. La activación del mesencéfalo y el cuerpo estriado se asocia con sentir deseo en los humanos, en especial como respuesta a imágenes de alimentos si se tiene apetito. Situación que también experimentan las personas con adición ante imágenes relacionadas con las drogas. En los animales gregarios, las interacciones sociales actúan como recompensas primarias, inherentemente placenteras y motivan el comportamiento de búsqueda en ausencia de cualquier otra recompensa. Como ya hemos mencionado, un breve período agudo de aislamiento social en roedores induce una mayor motivación para la posterior interacción social. Esta mayor sociabilidad depende de las neuronas DA mesencefálicas, como los otros tipos de deseo. Lo novedoso de la investigación hecha en el Department of Brain and Cognitive Sciences, M.I.T. es que se basó en humanos. Partieron de la hipótesis de que las situaciones de aislamiento forzoso son un ayuno social; equiparable a un ayuno de alimentos. Los científicos le pidieron a un grupo de voluntarios que se mantuvieran en su habitación sin contacto de ningún tipo (real o virtual) con nadie y sin salir por un lapso de 10 hs. Les hicieron completar un autoinforme antes y después del aislamiento. Y analizaron con resonancia magnética funcional la actividad cerebral del grupo aislado y la compararon con un grupo que había guardado ayuno durante todo el día. Al grupo aislado les mostraban imágenes de personas socializando (hablando, paseando, etc.) mientras que al grupo “ayuno” les mostraban imágenes de comidas. Las vías dopaminérgicas son esenciales para la motivación, y nos impulsan a obtener satisfacción a través de comportamientos relacionados con nuestra subsistencia. En primer lugar, comer, pero también sostener relaciones sexuales (subsistencia de la especie) y adquirir información del entorno (subsistencia del individuo). Por ese motivo no resultó sorprendente, y era lo esperado, que en los sujetos que habían ayunado, la observación de alimentos activara el área tegmental ventral y la sustancia negra, donde están las neuronas dopaminérgicas. Lo significativo ha sido que el grupo de “los aislados”, ante la visión de personas socializando producía exactamente la misma activación que el grupo “ayuno” al observar imágenes EDITORIAL SCIENS // 7

Dr. André S Blake de comida, una intensa actividad del área tegmental ventral y de la sustancia negra. Esto estaría mostrando que la socialización es tan importante, motivacionalmente, como el estímulo de comer. También podemos inferir, por estudios previos en animales que, del mismo modo que pasa ante la falta de alimento que se tiende a ingerir mayor cantidad, la carencia de recompensa social produciría una tendencia a buscar compensación. Y en caso de no poder satisfacerla con interacción social habría una tendencia a compensarlo ingiriendo mayor cantidad de alimento, u otros estímulos que activen estos circuitos de recompensa, como alcohol u otras sustancias, (estudios en animales han demostrado que tienden a ingerir drogas en un dispositivo experimental). Poniendo el aislamiento social agudo, a las personas en riesgo de adicción. Pero, además, la vía dopaminérgica, cuando la situación se prolonga, sufre una desensibilización del sistema de recompensa y el deseo se debilita, produciendo una disminución de la motivación, que nos lleva a una situación de anhedonia (incapacidad para sentir placer) que es una de las características de la depresión. ¿Cómo estimular nuestra resiliencia ante esto? También se sabe que la falta de alimentos nos impulsa a desarrollar herramientas nuevas u ocultas que les permite a nuestros organismos buscar alternativas para subsistir. Si continuamos homologando el aislamiento social con el ayuno, este aislamiento pude fortalecer capacidades de comunicación o interacción social no exploradas hasta ahora, estimulando y forzando nuestros recursos psíquicos para ello. Finalmente, los investigadores se plantean una pregunta para el futuro, cuánto y qué tipos de interacción social positiva son suficientes para satisfacer esta necesidad básica y, por lo tanto, eliminar la respuesta de craving social. Y nosotros nos podemos preguntar también ¿Cómo es la acción de la psicoterapia en el cerebro social?, ¿Cómo influyen los antidepresivos en nuestra sociabilización?, aunque sea especulativamente. ¿El miedo y la incertidumbre juegan en contra?, ¿Cómo influyen los medios de comunicación y la difusión de las noticias? Y finamente ¿nuestro “cerebro social” tiene la suficiente capacidad plástica para readaptarse a estas circunstancias? 8 // EDITORIAL SCIENS

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