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32 - F Allegro - Diciembre 2015

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El itinerario errante de la convicción ideológica de Ugo Cerletti

32 - F Allegro - Diciembre

Historia de la psiquiatría El itinerario errante de la convicción ideológica de Ugo Cerletti Dr. Fabián Allegro Médico. Especialista en Psiquiatría. Doctor en Filosofía. Presidente de la Sociedad Argentina de Psicopatología de la Asociación Médica Argentina. Adjunto a cargo de la materia Problemas Filosóficos en Psicología de la Facultad de Psicología, UBA. Jefe de Trabajos Prácticos de las materias Salud Mental y Psiquiatría de la Facultad de Medicina, UBA. Coautor del Código de Ética de la Asociación Médica Argentina. En la Italia de Mussolini, varios proyectos científicos fueron llevados a cabo. Sin lugar a dudas, el propósito fascista prometía la instauración de un nuevo orden y de una nueva perspectiva para todas las disciplinas de la sociedad; muchos científicos adhirieron a esta propuesta con mucho interés. Algunos de esos proyectos estuvieron ligados íntimamente con un lógica bélica, mientras que otros, solo fueron funcionales a un esquema de poder y de orden social que sustentaban la lógica del fascismo. Estas propuestas, construidas bajo los términos de la ciencia, tuvieron su apogeo en 1938 cuando se publica lo que se conoce como el Manifiesto de la raza, este texto que reclama la pureza de la raza en sus aspectos físicos y psicológicos fue firmado por varios científicos italianos, entre ellos al entonces presidente de la Sociedad Italiana de Psiquiatría: el Prof. Arturo Donaggio. Entre los medios de difusión del fascismo se destacó una revista dirigida por Mussolini llamada: Gerarchia. Dicha revista fue el instrumento de promoción de su línea ideológica, que bajo la dirección del mismo Duce promocionaba una reorientación de los liderazgos y de los paradigmas tradicionales que, ya obsoletos, debían ser removidos. En dicha revista escribió Ugo Cerletti, en ese entonces con la convicción puesta en la ilusión promovida por semejante promesa. Cerletti nació en Cernigliano, en 1877. Estudió medicina en Torino y en Roma, recibiéndose en 1901. Posteriormente estudió con Kraepelin y fue nombrado profesor de psiquiatría en Roma, en 1935. Durante la guerra desarrolló distintos artefactos bélicos muy ingeniosos como un dispositivo que explotaba en forma retardada e impredecible, lo cual tenía como objetivo doblegar psicológicamente a las tropas enemigas. Por otro lado, ideó un recurso de camuflaje, astutamente diseñado, que permitía proteger a las tropas leales de la nieve. En 1938, aplicó por primera vez el electrochoque junto con su asistente Lucio Bini. El mismo Cerletti describe en un ensayo (que es tomado por Thomas Szasz en “¿A quién sirve la psiquiatría?” incluido en Los crímenes de la paz, Franco y Franca Basaglia, comp., Siglo XXI, México, 1987, pág. 307-311) como, cuando le llegó la noticia que en el matadero de Roma se mataba cerdos con corriente eléctrica, despertó en él un gran interés. Personalmente fue al lugar para observar el espectáculo. Vio como se colocaban tenazas eléctricas en las sienes de los cerdos, como experimentaban convulsiones y como perdían la conciencia. Dice Cerletti: en realidad no era cierto que se matara a los cerdos con la corriente eléctrica sino que esta los dejaba en un estado de inconciencia para que después se los pudiese matar sin sufrir, esta diferencia no era menos importante pues le permitía demostraba que la electricidad se podía utilizar sobre un cuerpo vivo con cierta seguridad. La experimentación con animales lo llevo a perfeccionar el dispositivo, solo cabía el momento de poder utilizarlo en humanos. El 15 de abril de 1938 en una estación ferroviaria, fue detenido un técnico residente en Milán, cuando trataba de subirse a un tren, por no tener boleto. El hombre no parecía tener plena posesión de sus facultades mentales. Su comportamiento pasivo, algunas ideas delirantes y algunos neologismos fueron suficientes para terminar de confirmar un diagnóstico de esquizofrenia. Cerletti vio la posibilidad de utilizar a ese sujeto para el experimento con el electrochoque. De la misma manera en que lo había experimentado con los cerdos y con los perros, aplicó sobre el paciente prisionero la corriente eléctrica en la zona frontoparietal. Cerletti relata lo sucedido a partir de ese momento: “el paciente reaccionó con un sobresalto y sus músculos se pusieron rígidos; después se desplomó sobre la cama sin perder el conocimiento: empezó a cantar en voz clara y después se calmo”. Luego de eso, Cerletti manifiesta que, con Bini, estaban convencidos que habían utilizado una corriente demasiado baja y debían repetir la experiencia al día siguiente, pero con una tensión adecuada. El paciente tenía la suficiente lucidez para seguir e interpretar el diálogo, y frente a lo que había escuchado, exclamó: “¡Otra vez, no! ¡Es terrible!”. Cerletti confiesa que esa expresión lo hizo dudar. La expresividad y contundencia de lo expresado le había llegado a un punto en el cual su sensibilidad lo hizo vacilar. Pero según él, el temor de poder quedar tomado por una idea supersticiosa lo mantuvo en la convicción de repetir el experimento, ahora sí, con una intensidad adecuada. El lugar de la ciencia era para él una convicción superior que no debía ser confundida con las ignorancias del supérstite. Con el fin de la guerra y la caída del fascismo, Cerletti adopta con la misma convicción de siempre un marcado giro, esta vez hacia la izquierda; se presenta como candidato independiente en el Frente Popular. Ugo Cerletti murió en Roma, en 1963. En la necrológica que escribe Ferruccio di Cori (ibid. p. 312) se recuerda que Cerletti manifestó dudas por el uso del electrochoque. En palabras de él: “cuando vi la reacción del paciente pensé: ¡debería abolirse esto! Desde aquel momento he esperado y anhelado que se descubriese un nuevo tratamiento que sustituyese al electrochoque”. 22 // EDITORIAL SCIENS

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