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47 - P Forcada - Marzo de 2020

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Enfermedad cardiovascular y depresión: ¿concurrencia o concausa?

47 - P Forcada - Marzo de

Farmacología Cardiovascular 47 Fecha de recepción: 3 de octubre de 2019 // Fecha de aceptación: 22 de noviembre de 2019 Enfermedad cardiovascular y depresión: ¿concurrencia o concausa? Dr. Pedro Forcada Médico Cardiólogo, especialista en Hipertensión arterial. Jefe de Laboratorio vascular no invasivo de DIM prevención y cardioarenales. Staff Centro de Hipertensión arterial y Laboratorio vascular no invasivo. Hospital Universitario Austral. Docente adscripto, Universidad de Buenos Aires (UBA). Miembro de SAC, SAHA y Artery. Fellow American Heart Association. Exdirector del Consejo de Aspectos Psicosociales de SAC. E-mail: pforcada@gmail.com Introducción La enfermedad cardiovascular se asocia con frecuencia a factores de riesgo psicosociales principalmente a la depresión. La enfermedad cardiovascular es más frecuente cuando el paciente presenta síntomas depresivos o diagnóstico definido de depresión (1, 2, 3). La evolución de los pacientes cardiovasculares con depresión es peor, ya sea porque adhieren menos al seguimiento, a medidas terapéuticas, porque desarrollan más eventos o incluso, cuando tuvieron el evento, porque tienen mayor morbimortalidad (4, 5). También se ha descripto que los pacientes con depresión sufren con mayor frecuencia complicaciones cardiovasculares y muerte de este origen y también su evolución es peor, tanto por las complicaciones cardiovasculares como por el impacto sobre la calidad de vida y el efecto deletéreo de la depresión (6). La enfermedad cardiovascular evoluciona habitualmente con diagnósticos graves y patologías crónicas severas, como enfermedad cerebrovascular, enfermedad coronaria, valvulopatías, procedimientos de revascularización, insuficiencia cardíaca, transplante cardíaco, ablaciones o cardiodesfibriladores implantables, cardiopatías congénitas corregidas que llegan a la adultez, por otro lado, estas condiciones con mayor frecuencia se asocian y/o producen depresión (7). La bidireccionalidad comórbida es común en la enfermedad cardiovascular. Como ejemplo, el 30% de los pacientes hipertensos es diabético (tres veces más que la población general) y el 70% de los diabéticos es hipertenso (dos veces y media más que la población general o la frecuencia hallada en sujetos mayores de 70 años). En ambas situaciones las patologías comparten procesos fisiopatológicos que se potencian e interrelacionan condicionando incluso el agravamiento mutuo, una frecuencia mayor de complicaciones y un peor pronóstico. Es claro que la causa principal de muerte del paciente diabético es la enfermedad vascular y no las complicaciones metabólicas, aunque, sin embargo, estas juegan un papel fundamental en el desarrollo de la enfermedad vascular aterosclerótica desde los estadios iniciales. En el caso de la depresión y la enfermedad cardiovascular, probablemente varios mecanismos comunes se potencian y agravan ambos cuadros, pero fundamentalmente las catástrofes cardiovasculares serán la resultante final que será más frecuente a consecuencia de esta interacción. Dos grandes estudios como INTERHEART e INTERSTROKE demuestran la fuerte relación entre la depresión, el infarto de miocardio y el accidente cerebrovascular respectivamente, y es considerada entre los principales factores de riesgo cardiovascular denominados “clásicos” como hipertensión, hipercolesterolemia, tabaquismo, diabetes, sedentarismo y sobrepeso (8, 9). También en estos estudios se observó una significativa relación de factores psicosociales fuertemente asociados a la depresión como el estrés, en los diferentes medios en que se desenvuelve el sujeto y el aislamiento social y el riesgo de sufrir un infarto de miocardio o un accidente vasculoencefálico. Gráfico 1 Adaptado de cita 12. Forcada Pedro. “Enfermedad cardiovascular y depresión: ¿concurrencia o concausa?”. Farmacología Cardiovascular 2020;47:4-9. 4 // EDITORIAL SCIENS

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