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51 - P Forcada - Junio 2021

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COVID-19: ¿Una enfermedad respiratoria con compromiso vascular o una enfermedad cardiovascular con compromiso respiratorio?

nantemente, inhalatoria

nantemente, inhalatoria (Figura 1). Esto explica también por qué el virus ataca con mayor frecuencia a portadores de factores de riesgo cardiovascular como hipertensión, obesidad y a aquellos con enfermedades cardiovasculares clínicas, como insuficiencia cardíaca o enfermedad coronaria, dado que en ellos el sistema renina-angiotensina-aldosterona está sobrexpresado. Incluso se ha descrito un efecto protector de las drogas que interfieren la producción de angiotensina 2, como los IECA y los BRAT1. Si bien el blanco inicial es el aparato respiratorio, cuando la infección progresa, el compromiso vascular es más extenso, lo que genera disfunción vascular y microtrombosis, y, a su vez, involucra otros órganos, como el corazón, el riñón, el hígado y el cerebro. En las fases avanzadas, el organismo desarrolla un cuadro inflamatorio generalizado, conocido como tormenta de citocinas, por una producción desmesurada de mediadores inflamatorios generados, en gran parte, por el endotelio enfermo. Se podría decir que, entre el día 0 y el 4, se desarrollan los síntomas respiratorios y, entre el día 4 y el 15, se agregan la complicaciones trombóticas e inflamatorias (Figura 2). Al igual que muchos virus respiratorios, la COVID-19 afecta el sistema cardiovascular y produce disfunción vascular, microtrombosis, trombosis sistémicas, miocarditis, pericarditis y, como consecuencia, necrosis miocárdica, arritmias y falla cardíaca (figuras 3 y 4). Una elevada proporción de pacientes presentan diferentes grados de compromiso cardíaco que pueden persistir hasta doce semanas o más, lo que genera un deterioro grave de la calidad de vida y un riesgo de complicaciones elevado. Se desconoce, incluso, el pronóstico a largo plazo, pero con otros virus respiratorios se han observado miocarditis y, ulteriormente, el desarrollo de miocardiopatía dilatada e insuficiencia cardíaca. Por este motivo, es muy importante el diagnóstico precoz y la intervención temprana si se detecta compromiso cardíaco o vascular durante la infección por COVID-19 o posinfección hasta las 12 semanas. Cada etapa tiene su tratamiento específico: la respiratoria, la infecciosa y las complicaciones cardiovasculares. El detalle sobre cada una de ellas excede los objetivos de este artículo. Sin embargo, es importante destacar la necesidad de la detección temprana de las complicaciones cardiovasculares, en especial, del daño y de la disfunción miocárdica para instaurar Figura 1 Interacción entre el SARS-CoV-2 y el sistema renina-angiotensina-aldosterona. 12 // EDITORIAL SCIENS

farmacología cardiovascular 51 | Septiembre de 2021 Figura 2 La interacción del COVID-19 y la enfermedad cardiovascular incluye la presencia común de condiciones y factores de riesgo cardiovascular subyacentes, así como las consecuencias agudas del COVID-19. Figura 3 Representación de los mecanismos posibles de la injuria miocárdica aguda relacionados con el COVID-19. Lang JP, Wang X y col., 2020. A) Miocarditis. B) Infarto de miocardio tipo B (izquierda) y tipo I (derecha). C) Bandas de contracción en miocardiopatía por estrés. D) Disfunción microvascular por microtrombos y disfunción endotelial. E) Daño citopático por la tormenta de citoquinas. Lang JP, Wang X y col., 2020. EDITORIAL SCIENS // 13

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