brunosciens
Views
4 years ago

70 - A Sánchez Toranzo y col. - Octubre 2011

  • Text
  • Operation
  • Social
  • Humana
  • Altruista
  • Castigo
  • Aprendizaje
  • Conductas
  • Posibilidad
  • Conducta
  • Altruista
  • Comportamiento
  • Grupo
  • Humanos
  • Individuo
  • Psico
Regulación de la conducta humana: castigo altruista

Dra. Adriana

Dra. Adriana Sánchez Toranzo, Dra. Federica Hansen Introducción La conducta humana comparte múltiples semejanzas con la de los animales lo que indica, desde el punto de vista evolutivo, que son conductas fundamentales para la preservación de las especies. El castigo es una de ellas y se presenta como forma de comportamiento en los seres que viven en sociedad. Las diferentes definiciones de castigo contemplan que se refiere a “un evento adverso administrado por otro” (Real Academia Española, 2001). Durante la historia, las conductas de castigo adoptadas por los humanos tomó múltiples modalidades influidas por la cultura y el contexto histórico; las torturas, las calificaciones, la prisión, las multas y las sanciones son ejemplos cotidianos, todos ellos destinados a disciplinar a quienes atenten la posibilidad de vivir en sociedad. Más aún, la antropología considera el impulso de castigar el engaño como una predilección de larga data en las sociedades humanas. Dentro de esta conducta de castigo se distingue el concepto de castigo altruista, según el cual, el acto de castigar lleva implícito un costo a quien decide aplicarlo. A partir de la observación evidente de este se nos plantean interrogantes del tipo: ¿En qué se basa esta modalidad?, ¿cuál es el beneficio de decidir castigar a otro, si esto implicará perder o sacrificar algo? Consideramos como hipótesis que la conducta de castigo está biológica y culturalmente determinada y aprendida como mecanismo de protección que garantiza la posibilidad de mantener la especie a través de la evolución. El objetivo de este trabajo es, a través de esta revisión bibliográfica, en primer lugar revisar las estructuras básicas que permiten esclarecer los mecanismos neurobiológicos y culturales que determinan la posibilidad del ser humano de aprender formas de comportamiento innatas y destinadas a un fin. En segunda instancia, considerar dentro de estas conductas las diferentes modalidades de castigo, en particular el castigo altruista, y por último, esclarecer cuál es la importancia del castigo altruista en función de mejorar la vida en sociedad como condición evolutiva. ¿Qué es el castigo altruista? Se lo define como un impulso que surge de lo más hondo de la psiquis humana, es la natural tendencia a castigar el engaño, la mentira, el fraude o la estafa −económica o espiritual−, tan irreprimible que se la privilegia aunque no ofrezca su consecuencia ningún beneficio material o implique un costo personal. El castigo altruista significa que los individuos castigan el comportamiento injusto y no cooperativo, aunque el castigo sea costoso para ellos y no rinda ningún beneficio material. Esto plantea la gran cuestión de porqué los individuos estarían dispuestos a incurrir en el costp de castigar violaciones de la norma. Un equipo de investigación suizo bajo la dirección de Ernst Fehr (Universidad de Zurich) estudió esta cuestión explorando los cerebros de sujetos mediante la Tomografía de Emisión de Positrones (Positron Emission Tomography o PET) mientras éstos decidían si castigar a una persona, que había abusado previamente de su confianza, violando una norma justa. El estudio demuestra que la parte del cerebro crucial en el circuito de la recompensa o gratificación −el núcleo caudado− se activa mientras los sujetos están decidiendo si castigar o no. Investigaciones anteriores han demostrado que el núcleo caudado también se activa si los sujetos reciben dinero, ven caras agradables o consumen cocaína. Las sensaciones de recompensa asociadas al castigo de los violadores de la norma podrían ser una adaptación evolutiva, que ayudó a mantener la solidaridad y la cooperación del grupo en las sociedades humanas. Según postulan los investigadores, la amenaza punitiva en el caso de que se violen pactos de confianza es una fuerza importante para establecer la cooperación en gran escala y un elemento crítico para mantener el orden social (Fehr and Gächtner, 2002). ¿Cómo aprendemos a ganar premios y a evitar castigos? Al considerar el castigo como conducta destinada a lograr un objetivo determinado, la elección de la pena, para que sea eficaz, debe establecerse teniendo en cuenta no sólo la motivación de quien lo aplica sino, fundamentalmente, el impacto que produce a quien lo recibe. Es preciso entonces, analizar en este punto el concepto de motivación. La motivación determinará el tipo de acción que un individuo realizará según los resultados esperados; por lo tanto, la energía utilizada para obtener un resultado va a estar orientada hacia dos posibles sentidos: por un lado, aumentar las probabilidades de lograr el objetivo final en caso de que éste sea considerado una recompensa; por el otro, evitar lograrlo en caso de que éste sea un castigo. Este fenómeno se conoce como motivación aversiva (Montague and Berns, 2002; Prévost y cols. 2010). De esta manera, se evidencia que el valor que se le otorga a la motivación dependerá de la valoración individual que cada individuo le da a un resultado obtenido, teniendo un mayor valor el menos aversivo o más agradable, y viceversa. Se establece una especie de escala ordinal de preferencias que va desde lo más a lo menos agradable, otorgando un valor que se respalda en la condicionalidad de un sistema de tipo apetitivo/aversivo que determinará la elección de la conducta a tomar (Tobler y cols,. 2007; Tan and Graham, 2010). Dentro de este espectro, se establece también un punto determinado valor neutral. El valor neutral es el que ante la percepción de distintas señales por parte del individuo, le posibilita predecir la probabilidad de obtener un premio o un castigo (Montague and Berns, 2002; Denniston and Miller, 2007). Todos estos conceptos referidos a la motivación se basan en el aprendizaje pavloviano que, como todos conocemos, establecerá un “estado de resultado”, en el cual un estímulo determinado permite realizar una asociación con la obtención de un premio o castigo y por lo tanto generar una respuesta adecuada de anticipación o respuesta condicionada con respecto al resultado a futuro (Rescorla, 1968). La probabilidad de poder predecir una respuesta dará lugar a 10 // EDITORIAL SCIENS

Psicofarmacología 11:70, Octubre 2011 un nuevo conjunto de eventos posibles relacionados con la omisión de un resultado esperado; por ejemplo, la omisión de un acontecimiento aversivo puede ser muy satisfactorio y la omisión de la recompensa puede ser una experiencia adversa vivenciada como frustración (Rescorla, 1968; Seymour y cols, 2007). De la relación entre motivación, conducta y resultado se establece la arquitectura básica de los sistemas de motivación. Se entiende que el que consigue réditos por medio de la extorsión y nunca recibió castigo por ello, establecerá una conducta repetida o forma de vida que, en una instancia asociada, conlleva a cambios en los esquemas cognitivos de esa persona que determinan a posteriori conceptos de moralidad y justicia. Este concepto básico y primitivo de aprendizaje, determinado por la motivación de un individuo, nos sirve de cimiento para comprender cómo se aprenden conductas destinadas a establecer, posteriormente, constructos de valoración cognitivos que determinan normas de comportamiento. Existen estratos diferentes de complejidad en cuanto a la posibilidad de aprender y determinar conductas: el más simple es el aprendizaje de tipo pavloviano y una instancia más compleja se denomina aprendizaje instrumental. El aprendizaje pavloviano tiene como base el sistema de motivación y genera respuestas simples de tipo automáticas destinadas a proteger la supervivencia de las diferentes especies a lo largo de la evolución y a conseguir un bienestar a corto plazo o de tipo inmediato, augurando un conjunto limitado de respuestas conductuales. Está basado en la respuesta de tipo evitación, congelación, o agresivas-defensivas de acuerdo con el contexto, por ejemplo se observan conductas de congelación en ratas macho que se encuentran solas ante la predicción de un estímulo aversivo como el shock doloroso; en cambio, si el animal está en compañía de otros pares, las respuestas son de ataque, comportamiento que observamos frecuentemente también en humanos de manera cotidiana. Se debe tener en cuenta que este tipo de conductas también se producen como consecuencia del uso de inhibidores apetitivos que generan sentimientos de frustración o miedo (Hutchinson y cols, 1968; Ulrich and Azrin, 1962). El aprendizaje instrumental, en cambio, está basado en constructos más evolucionados que permiten relacionar una acción o conducta con un resultado (Seymoury cols, 2007). La posibilidad de establecer una relación entre las acciones y sus consecuencias implica que las acciones que determinan una recompensa se ejecuten con mayor frecuencia y viceversa con las que generan castigo. En ésto debería basarse cualquier intención de educar a otro, teniendo en cuenta que los mejores resultados para ese fin estarán dados si aplicamos la recompensa como método y no el castigo, como muchas veces se entiende erróneamente. Se puede, entonces, cuestionar el paradigma de “la letra con sangre entra” para proponer que, al contrario, “la letra con aprecio entra”. Otra condición de la conducta que genera recompensa es que establece las bases para la adquisición de hábitos de comportamiento y establece acciones orientadas a objetivos, siendo respuestas altamente adaptables. Pensando esta posibilidad dentro de un ámbito de convivencia social, es ineludible tener en cuenta que el castigo debe estar establecido como parte de los mecanismos necesarios de regulación, apuntando a que ante el conocimiento de la pena como consecuencia de una conducta que perjudique a los demás, tanto en animales como humanos, sean capaces de evitarlas. Es preciso tener en cuenta que la magnitud, la certeza y la inminencia del castigo previsto son proporcionales a la supresión de las respuestas, valores a tener en cuenta ante la legislación de la pena de acuerdo con la magnitud de un delito (Cohen, 1968; Chelonis y cols., 2007). Neurobiología de los valores Cuando se intenta establecer una relación neurocientífica de los sustratos neurobiológicos de los valores, la mayor aproximación se imprime en la base de los eventos psicológicos más simples que rigen la intimidad de las conductas humanas en toda su amplitud, desde las más simples a las más complejas, así como también en la predicción de los resultados consecuentes, que son en última instancia la posibilidad de obtener un premio o un castigo. El basamento neurobiológico de este tipo de aprendizaje está mediado por regiones cerebrales subcorticales comprendidas principalmente por la amígdala, a través de conexiones de tipo top-down con la sustancia gris periacueductual, hipotálamo, formación reticular y área tegmental ventral que regulan la adquisición del valor predictivo en relación a una respuesta emocional y fisiológica (Hutchinson RR y cols, 1968; Ulrich and Azrin, 1962; Latzman y cols., 2006). Las áreas cerebrales que se activarán en uno u otro caso dependerán de la representación del valor apetitivo o aversivo de cada individuo en particular. Estímulos que generan sentimientos como alegría, tristeza o disgusto se asocian con un aumento de la actividad en tálamo y corteza prefrontal medial (área de Brodman 9), como así también en áreas temporales anteriores y posteriores. Emociones negativas o estímulos considerados nocivos generan mayor activación en regiones insulares anteriores y corteza cingulada anterior, las que se conectan con la amígdala y el estriado dorso-ventral. En varios estudios, la activación del tálamo bilateral se observa ante estímulos de dolor (Lane y cols., 1997; Peyron y cols., 2000). El aprendizaje de tipo pavloviano de castigo asociado a un estímulo puede impactar directamente en la amígdala, partiendo de núcleos arcaicos del tronco cerebral asociados con representaciones aversivas primitivas como el miedo, o a través de representaciones más complejas como las reguladas por la ínsula anterior o corteza órbitofrontal lateral, ruta involucrada también, en mecanismos de evitación (O’Doherty y cols., 2001). Una amplia variedad de estudios en animales indican que la región involucrada en la codificación de los valores apetitivos EDITORIAL SCIENS // 11

Copied successfully!

Biblioteca