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¿Qué es un individuo? - C Ester

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La palabra francesa sujet significa tema o argumento, es interesante relacionarla con el término sujeto, del español, donde aparece funcionando como sustantivo y deriva a las características principales de sustante y sustancial. El peso ontológico radica en que el sujeto como sustancia debe ser concebido de manera unidimensional, como lo marca la tradición, es la parte inmóvil de la relación de conocimiento, de forma tal que pueda ser inteligible. Pero si se va hacia el significado de sujeto como tema, es posible pensarlo en términos de relato, modo, estilo. En ese sentido, este artículo se refiere a la definición de individuo como paquete de potencias, como modo de relación, como intensidad. Se trata de pensar el concepto de individuo desde la tesis ontológica inmanentista.

Psiquiatría 3:9, Marzo

Psiquiatría 3:9, Marzo 2010 Esa es la significación que le da Merleau-Ponty, estilo es un modo de visibilidad determinado, que coextensivamente determina un estilo, un modo propio de ser, una cierta identidad. La tesis inmanentista no es una escuela de pensamiento, es una cierta filiación de autores construida por quienes se identifican en una determinada tradición, por tanto, es un modo de reconocerse como perteneciendo a una tesis ontológica. En esta tradición se puede nombrar a: Heráclito: la armonía de los opuestos. Lucrecio: los átomos que azarosamente se integran, sin una previa determinación. Spinoza: Dios como única sustancia, que tiene infinitos modos, es una sustancia, pero con múltiples expresiones. Nietzsche: dios ha muerto, no hay previa determinación, hay voluntad de poder. Merleau-Ponty: carne, visible, invisible, lenguaje como testimonio del mundo. Deleuze: efecto de sentido, plano de inmanencia, estilo de vida, pliegue, producción de subjetividad. Foucault: modo de existencia, la vida como obra de arte, a priori histórico, condiciones de posibilidad. Agamben: experiencia, manera. El estilo queda explicitado por un cierto relato que determina una singularidad, es decir, una individualidad dada. Todo relato expone una ficción. ¿Qué significa el término ficción? Inicialmente remite a fábula o narración que puede no responder a “hechos reales”. La ficción, así pensada, se encolumna con el concepto mismo de representación. Estas definiciones nos llevan a la necesidad de explicitar el concepto de modernidad en el que estamos inmersos y desde donde pensamos. Presentaré de forma esquemática algunas líneas de análisis. Primero, una época histórica es distinta de otra porque se pueden visualizar, en cada una de ellas, valores, conceptos, organizaciones, discursos que se configuran armando un en sí determinado. La llamada Edad Media ponderaba los valores de la fe y la verdad revelada como único conocimiento posible. El conflicto por la preponderancia de la fe o de la razón abre la llamada Modernidad, en la que aún nos hallamos. Una primera y más interesante modernidad es aquella en la cual el ser humano se postula como dueño y hacedor de historia, se visualiza a sí mismo como creador potente de sentidos. La posibilidad de conocimiento y dominio de la naturaleza está en este mundo, en nuestras manos. Pero una segunda modernidad vuelve a quitar el poder a los humanos, para ponerlo en entidades trascendentes, es decir, el sentido verdadero está “más allá” y resulta incomprensible, inconcebible e inalcanzable. Nuestro campo visual, y por tanto teórico, en la actualidad se basa en la ideas de que: a) hay hechos naturales y su correspondiente representación teórica, b) que para acceder a los hechos se necesita un método que es el experimental, c) que la representación de los hechos es más fehaciente si se realiza en términos matemáticos y d) que siempre hay un plus inalcanzable, no expuesto a la posibilidad de conceptualización, que por ello no se encuentra en el campo de lo empírico. Pero, siempre hay un pero, se postulará en este trabajo la posibilidad de pensar desde otra óptica, en este caso, la cuestión de la individualidad. Dos grandes pensadores lo “autorizan”: Marx y Nietzsche. Uno de los más interesantes postulados de Marx es la afirmación del sujeto como netamente histórico. El ser humano es histórico, es decir, creador de historia, vive en los universos simbólicos –Ernest Cassirer– que él mismo ha creado. Por esto, las leyes de la naturaleza no determinan las leyes de la historia. En el mismo tiempo, Nietzsche postula que la verdad y la mentira nada tienen que ver con la moral, es decir, que lo verdadero no tiene por qué asociarse con lo bueno, y distingue lo falso de la mentira. Lo falso es lo contrario de lo verdadero y la mentira es la ficción que se arma para poder vivir dado que no contamos con una verdad preexistente a la cual remitirse. O sea, si dios ha muerto, no hay un más allá de este mundo, no hay verdad absoluta y los humanos quedamos a la intemperie. Esa indeterminación nos lleva a crear determinaciones, y no a suicidarnos frente a una abismal angustia ante la nada, estos sentidos creados son ficciones porque son narraciones, que configuran una vida humana histórico-cultural y, por tanto, no natural. Son ficciones porque son ciertas narraciones que fabrican una cosmovisión, que ha sido producida por otros seres humanos que nos anteceden en el tiempo. Y son ficciones porque no representan, no tratan de alcanzar, ni asemejarse a la verdad preexistente. La verdad, por definición, debe ser absoluta, no hay un poco de verdad en algo, y otro poco de no verdad, o el tan mentado relativismo que supone que lo que se sostiene como verdad siempre es en referencia a otra instancia espacial o temporal, EDITORIAL SCIENS // 23

Lic. Ester Cohen la verdad, por el contrario, es una totalidad. La diferencia está en considerarla trascendente o inmanente, desde el punto de vista de una tesis ontológica. Entonces, si los humanos construimos ficciones sin la previa determinación de la verdad originaria o sin tender a ésta, ello no significa que sean ficciones falsas, sino que significa que la ficción no se dice con relación a la verdad absoluta y por tanto a lo bueno en sí. La ficción se relaciona con la mentira en el sentido en que Lacan, en La ética del psicoanálisis (Seminario 7), plantea que lo inconsciente es una primera mentira en relación con lo real, porque de lo real no hay palabra posible, ya se sabe que define a lo inconsciente como un lenguaje. Por eso, alrededor de lo que no puede decirse, se arma una historia que pretende decirlo, por eso todo lo que se diga será mentira, dado que de lo real nada puede decirse, ni verdadero, ni falso; es decir que, de lo no predicable, cualquier predicación es mentirosa, a saber, ficcional, y no falsa. Por otro lado, cabe aclarar que lo real no es una entidad sustancial, o en sí, es solamente un registro, tal como lo definió Lacan, y un registro es un modo de funcionar, por esto, cada ser humano arma su real, al escribir sus sentidos que configuran su subjetividad, es decir, aquello que en su producción singular no puede nombrar, y desde allí, se arma su novela, su historia. De esta manera se puede explicitar el concepto de individualidad como producción de una identidad no sustante, así la identidad se refiere a un estilo, un modo, una manera de ser. El planteo central es que la individualidad se construye, se produce coextensivamente con la producción de una, cualquier, subjetividad. La escritura supone un armado de una cierta ficción, que produce un cuerpo-discurso singular. La conciencia, cartesiana, moderna, es diferente del pensar, del escribir la propia subjetividad, pensar es distinto del ser consciente. La conciencia no sabe todo lo que querría saber sobre lo que dice, sobre lo que quiere ni sobre por qué lo quiere. La conciencia piensa con el cuerpo, y ello va más allá de lo que la conciencia puede controlar. Este planteo no es necesariamente psicoanalítico, sino que es la tesis ontológica inmanentista que podemos rastrear en el concepto de voluptas en Lucrecio (siglo II d.C) y de deseo o perseverar en el ser de Spinoza (siglo XVII). Los problemas que debe pensar la vida para seguir siendo son complejos, van más allá del mito de la conciencia poderosa que domina los instintos, que se rige por las condiciones de lo concebido como normal, idea tan cara a la modernidad. El secreto de lo velado es que del otro lado hay nada. No la nada metafísica, absoluta y fundante, sino una nada que significa ausencia de determinación, por esto ante esa nada que somos necesitamos armar una producción de sentidos, que dé sentido a nuestra vida, a eso se denomina producción de subjetividad. De allí que Sartre sostenga que el hombre es nada para la nada. Ello no implica meramente una tesis pesimista, sino la idea de que la realidad es una producción humana de sentido a la que nada preexiste, y para un futuro que se proyecta como no determinado, no se concibe ni origen ni teleología. Desde las premisas de una tesis inmanentista, la creación de sentido epocal supone la creación de una cierta narración que implica una determinación histórica de lo que se da al ver, de lo que se focaliza. A diferencia de la posición tradicional, el sentido ya no se derivará de una coherencia a priori dada por la naturaleza, sino que se abrirá como un devenir a producir. El análisis teórico de un devenir no es arbitrario, ya que el devenir tiene una lógica, que es la lógica del sentido –Deleuze– que puede incorporar el concepto de devenir definido como “diferir de sí en acto”. Se trata de desarrollar un estilo de pensamiento no constituido por la preexistencia del objeto, sino por la interioridad respecto del fenómeno, lo cual implica que se analiza dentro, y no desde la lejanía instrumental de una posición supuestamente objetiva, se trata de correr el riesgo. Pensar no será producir representaciones para los objetos, sino asumir la dimensión teórica presente en cada análisis. De esta manera, pensar en los efectos y no sobre ellos, ya que la tarea del pensamiento no es neutral. Entonces, ¿cómo investigar en este campo teórico? Asumiendo la posibilidad de análisis a la intemperie, o sea, en la época de las rupturas a las que estamos asistiendo, haciéndonos las preguntas que nos dictan las condiciones de posibilidad –Foucault– del momento histórico en que nos hallamos, en lugar del esquema de aplicación de recetas. Para comenzar: ¿a qué condiciones históricas se sujetan las subjetividades actuales? ¿Qué modo de individuación producen? ¿Qué estilo de narración establecen? Los conceptos son como las personas, nacen, crecen y mueren. No hay conceptos eternos, hay un momento de la historia en el cual surge un concepto debido a necesidades explicativas de una época. Por tanto, el concepto de sujeto no existe desde siempre, desde el principio de la humanidad o el principio de los tiempos. 24 // EDITORIAL SCIENS

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