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90 - AR Lasarte Lloveras y col. - Febrero 2015

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El déficit en la memoria de trabajo en niños de 8 años ¿se asocia a la ausencia de desayuno saludable?

Lic. Alicia Raquel

Lic. Alicia Raquel Lasarte Lloveras, Lic. Mónica Iturry, Dra. Nora Grañana Introducción La memoria es la capacidad de registrar, retener y de evocar eventos mediante procesos neurobiológicos de almacenamiento y de recuperación de la información básica en el aprendizaje. Al realizar una serie de tareas cognitivas como la comprensión, el aprendizaje y el razonamiento, se está utilizando un sistema neuronal que temporariamente retiene y manipula la información. Este sistema, según Baddeley y Hitch (1974) y Baddeley y Della Sala (1996), se ha denominado memoria de trabajo y contiene varios componentes donde la función primordial de algunos de ellos es el almacenamiento aparentemente pasivo de información mientras otros la procesan. De acuerdo con estos autores, al recibir un estímulo y ser percibido–atendido, se transfiere al sistema de memoria de trabajo. Esto permite recordar la información y almacenarla a corto plazo, mientras a su vez se manipula la información necesaria para los procesos cognitivos de alta complejidad. En principio, la memoria de trabajo es un mecanismo de almacenamiento temporal que permite retener algunos datos de información, compararlos, contrastarlos, o en su lugar, relacionarlos entre sí, a fin de responder al estímulo. Desde el nacimiento existe una rica estructura organizativa para procesar la información. De acuerdo con Etchepareborda y Abad – Mas (2005), en los primeros años de la vida, la memoria es de carácter sensitivo, guarda sensaciones, emociones y todo lo referido a los vínculos de apego con los otros significativos, lo cual le otorga seguridad al niño. Más tarde aparece la memoria de las conductas: se ensayan movimientos, se repiten y, poco a poco, se van grabando. De esa forma, los niños van reteniendo y aprendiendo experiencias que permiten que progrese y se adapte al entorno. Finalmente, se desarrolla la memoria del conocimiento o capacidad de introducir datos, almacenarlos correctamente y evocarlos cuando sea oportuno (Etchepareborda y Abad – Mas, 2005). La memoria de trabajo, como proceso cognitivo central, sería la responsable del procesamiento activo de la información adquirida. Este sistema de memoria, activa y apoya los procesos cognitivos humanos al proveer una interfase entre la percepción, la memoria a corto plazo, la memoria a largo plazo y acciones dirigidas hacia metas. Es particularmente necesaria para el procesamiento cognitivo consciente, ya que permite la representación interna de la información a fin de guiar la toma de decisiones y de llevar a cabo una acción determinada. Fundamentalmente la memoria de trabajo es uno de los principales procesos cognitivos que subyacen al pensamiento y al aprendizaje. Al utilizar el contenido de varios sistemas de almacenamiento de memoria, la memoria de trabajo permite aprender y enlazar pensamientos e ideas. El éxito del aprendizaje depende de los procesos emocionales que vive el individuo y en gran parte de la capacidad de la memoria de trabajo de este. Originalmente, Baddeley y Hitch (1974) propusieron un modelo de memoria de trabajo de múltiples fases, compuesto por tres aspectos: un bucle fonológico, un “cuaderno de dibujo” visual–espacial y otro ejecutivo central. Posteriormente, Baddeley le añadió a su modelo un subcomponente adicional, el almacenador temporal episódico. El bucle fonológico, de acuerdo con Baddeley, (2006), está integrado por dos subcomponentes: uno temporario, que actúa como un almacén pasivo de entradas fonológicas y otro subvocal, de proceso de ensayo articulatorio. La información verbal presentada oralmente obtiene acceso inmediato, automático y directo al bucle fonológico. Este bucle transforma el estímulo preceptivo, esto es, las propiedades acústicas, temporales y secuenciales del estímulo verbal, en códigos fonológicos. Así, estos códigos se emparejarán con los códigos existentes -fonemas y palabras, etc.- almacenados en la memoria a largo plazo y se unirán a las representaciones con significado. De esta manera, a través de la memoria de trabajo, la información verbal se procesa, uniendo palabras e ideas, pero a su vez controlada por el ejecutivo central. El segundo subcomponente (subvocal), de proceso de ensayo articulatorio, explica la cantidad de información que el bucle fonológico puede almacenar. En principio, el número de elementos verbales que pueden ser adquiridos por el bucle fonológico depende del tiempo que se tome en articularlos, la información solo puede ser almacenada por dos segundos. El “cuaderno de dibujo” visuoespacial, es responsable del almacenamiento a corto plazo de la información visual y espacial, esto es, la memoria de los objetos y su localización. Además juega un papel fundamental en la generación y manipulación de imágenes mentales (Baddeley, 2006). De acuerdo con Baddeley (2006), este componente cumple una función importante en la lectura, ya que codifica visualmente las letras y las palabras mientras mantiene un marco visuoespacial de referencia que le permite al lector volver atrás y mantenerse en el texto. Baddeley, considera al componente ejecutivo central como el núcleo de la memoria de trabajo, ya que esta es responsable de controlar los otros subsistemas. Además, este componente regula y coordina todos los procesos cognitivos involucrados en el desempeño de la memoria de trabajo, tal como la asignación de capacidad de atención limitada. Baddeley ha descripto a través de los años, las diferentes funciones que engloban el componente ejecutivo central: a) atención selectiva, es la habilidad de focalizar la atención en información relevante mientras inhibe los efectos disruptivos de información irrelevante; b) conmutar, es la habilidad de coordinar múltiples actividades cognitivas concurrentes; c) seleccionar y ejecutar planes así como estrategias flexibles; d) la capacidad de asignar recursos a otras partes del sistema de memoria de trabajo; e) la capacidad de recuperar, mantener y manipular temporalmente información activa de la memoria de largo plazo. Con el objeto de explicar la influencia de la memoria de largo plazo en el contenido de la memoria de trabajo, recientemente Baddeley (2006), añadió el cuarto componente de su modelo, el almacenador temporal episódico (episodic buffer). El buffer episódico es un subcomponente de capacidad limitada, conscientemente accesible, que se conecta con la memoria episódica de largo plazo y con la memoria semántica, para construir representaciones integradas basadas en la nueva información. Además, este subcomponente provee codificación directa a la memoria episódica, y controla la búsqueda directa de memoria de largo plazo. Su importancia en el aprendizaje se debe a que utiliza códigos multimodales para integrar representaciones de los componentes de la memoria de trabajo y de la memoria de largo plazo en representaciones unitarias. Por lo dicho anteriormente, puede decirse que la memoria de trabajo se requerirá cada vez que algo deba ser aprendido. 22 // EDITORIAL SCIENS

Psicofarmacología 15:90, Febrero 2015 Todo aprendizaje requiere manipulación de información e integración con la memoria de largo plazo y un proceso donde se almacena información mientras esta se procesa. La capacidad de procesamiento de información, así como de otros componentes de este sistema, determinarán la capacidad de la memoria de trabajo, todos relacionados con el aprendizaje. De esta manera, el buen funcionamiento de la memoria de trabajo es esencial en las edades más tempranas, donde los niños están conociendo el mundo y aprendiendo cosas nuevas todo el tiempo. No obstante, el hecho de que un niño pueda concentrarse y aprender no solo va a depender de sus funciones cognitivas sino también de poseer una buena nutrición en su vida cotidiana. Basándose en el concepto de nutrición de Escudero (1942), quien se refiere a la nutrición como el resultado de un conjunto de funciones armónicas y solidarias entre sí, que tienen como finalidad mantener la integridad de la materia y preservar la vida, algunos estudios realizados en países en vías de desarrollo y en entornos desfavorecidos, han puesto de manifiesto que la desnutrición afecta no solo el rendimiento académico de los niños, sino su capacidad de concentración, de prestar atención y de participar en clase (Grantham- McGregor, 2005; Wachs, 2005). Cuando se habla de una buena nutrición, es indispensable que los niños desayunen. Se han realizado estudios analizando la influencia positiva del desayuno en el rendimiento físico e intelectual en las actividades realizadas durante la jornada de la mañana (Bellisle, 2004; Murphy, 2007). Entre los mecanismos implicados se han postulado los cambios metabólicos y neurohormonales producidos a corto plazo tras la ingesta de esta primera comida del día. Desayunar se ha asociado a un mejor aprendizaje y un mejor rendimiento escolar en los niños. También mejora el rendimiento de la memoria, la atención y la puntualidad (Jacoby y col., 1996). Por el contrario, saltarse el desayuno, afecta de forma negativa a la capacidad de resolver problemas, a la memoria reciente y a la atención. En general, los niños con hambre tienden a presentar más problemas emocionales, de comportamiento y académicos (Vaisman y col., 1996). La investigación de Benton D, Sargent J, (1992), afirma que la omisión del desayuno en las distintas franjas etarias, provoca un estado fisiológico que afecta negativamente a la función cognitiva y al aprendizaje, ya que el cerebro es sensible, a corto plazo, a la omisión de la disponibilidad de nutrientes. Mahoney y col., 2005, realizaron un estudio de intervención en los niños de una escuela infantil, ofreciendo una vez a la semana, durante 3 semanas, uno de dos tipos de desayuno: uno con bajo índice glucémico y otro con alto, y un grupo que no recibía desayuno. Los resultados demostraron que desayunar mejoraba el rendimiento intelectual. Asimismo, se observó que la composición del desayuno influía en ese rendimiento, en especial en la memoria espacial, en la memoria reciente y en la atención auditiva. Se desconoce la razón última de estos resultados: para unos se debería a que el cerebro dispondría de una tasa constante de glucosa cuando se desayuna de forma suficiente, fundamentalmente de hidratos de carbono con bajo índice glucémico; para otros se fundamentaría en una distribución equilibrada y suficiente de micronutrientes durante toda la jornada. En todo caso hay que resaltar las importantes implicaciones prácticas que se derivan de estos hallazgos, al considerar que el desayuno y su composición, influyen significativamente en las funciones cognitivas, en la memoria operativa y en el rendimiento académico en general (Sánchez Hernández y col., 2000). Para poder considerar un desayuno dentro de la categoría ideal: completo y equilibrado, este debe cumplir tres funciones básicas: 1) energética: aportar el 25 % de las necesidades calóricas diarias. Son útiles para este fin los carbohidratos y azúcares -cereales y harinas-, necesarios para el funcionamiento del cerebro y los músculos. 2) Formadora: Debe incluir proteínas y calcio, fundamentales para el crecimiento. Las proteínas de alta categoría, cuando se consumen por la mañana, se van convirtiendo en azúcar y proporcionan la estabilidad de los niveles de glucosa sanguínea a lo largo del día, siendo estos primordiales para el funcionamiento cerebral, sobre todo en las áreas del aprendizaje y de la memoria. Además permite un excelente rendimiento escolar, evitando la fatiga mental. Pese a la importancia que tiene la ingesta de lácteos, cereales, harinas y frutas durante el desayuno, se ha podido constatar a partir de diferentes investigaciones realizadas en muchos países, que un gran porcentaje de niños no desayunan o lo hacen de manera incompleta. En el Reino Unido alrededor del 20 % de los escolares no desayuna saludablemente (Balding, 2001). Las cifras en distintos estudios británicos y norteamericanos oscilan entre el 10 y el 30 % (Rampersaud y col., 2005), siendo la mayor tendencia en las mujeres y en los estratos socioeconómicos bajos (Delvay col., 2006; O’Dea y col, 2001). Datos similares se encontraron en Australia (Shaw, 1998) y Suecia (Sjoberg, y col., 2003). En la población de niños y adolescentes españoles, el 88 % desayuna diariamente y tan solo el 30 % consume una ración adecuada de un desayuno que se considera completo: lácteos, cereales y fruta (Aranceta Batrina, J., 2002; Rivero Martín y col., 2002). En la Argentina, los aportes sobre el tema hechos por Pueyrredón, Durand y Tolosa (2002), demostraron que por razones culturales o económicas, en niños y adolescentes, el consumo del grupo de las frutas en el desayuno y a lo largo del día, es menor al esperado. Por este motivo, el presente estudio pretende investigar sobre la función cognitiva memoria de trabajo y su relación con el desayuno, en niños de ocho años escolarizados en turno mañana, en el partido de Pergamino. Se aborda la investigación mediante un estudio estadístico descriptivo y de diferencias entre grupos con un diseño no experimental, selectivo y transversal. Se ha constatado que a pesar de la bibliografía comentada en los párrafos anteriores, la relación entre la ingesta de un desayuno equilibrado y la memoria de trabajo continúa siendo un motivo de discusión en la literatura internacional. Si bien se han realizado investigaciones en países europeos, especialmente en España y en poblaciones estadounidenses, en América del Sur son escasos los estudios sobre la relación entre la memoria de trabajo y el desayuno en niños, y en la Argentina, son pocas las investigaciones que se conocen, orientadas hacia esta temática (Pueyrredón y col., 2002). El objetivo de este trabajo es analizar si existen diferencias EDITORIAL SCIENS // 23

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