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98 - VM Daverio - Junio 2016

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Efecto del estrés crónico sobre el hipocampo

Dra. Valeria María

Dra. Valeria María Daverio Introducción El cerebro que es el órgano central de percepción y respuesta fisiológica, psicológica y comportamental a los estresores determina qué es lo amenazante, y por ello, potencialmente estresante, así como también las respuestas fisiológicas y de comportamiento que pueden adaptarse o producir daño. El estrés, por medio del sistema nervioso, mecanismos endócrinos y sistema inmune, implica formas de comunicación entre el cerebro y el resto del cuerpo. Una típica reacción endócrina secundaria al estrés sería una frecuente sobreestimulación del eje hipotalámico-pituitarioadrenal (HPA), con elevada secreción de cortisol, como también bajas concentraciones de esteroides sexuales y hormona de crecimiento (GH), caracterizado también por centralización de grasa corporal, anormalidades metabólicas y daños hemodinámicas. El estrés cuando es agudo o se cronifica produce el aumento del cortisol y ello produce inhibición de la neurogénesis. Asimismo, regiones cerebrales como el hipocampo, la amígdala y la corteza prefrontal responden al estrés crónico y agudo experimentando una remodelación estructural, lo que altera las respuestas fisiológicas y de comportamiento. El término estrés fue utilizado por primera vez por Hans Selye en 1936, para describir aquella situación en que factores medioambientales agresivos o estresantes desencadenan una repuesta fisiológica y de comportamiento en el individuo, tienen como finalidad preparar al organismo a confrontar estos estímulos que se presentan al interactuar con su medio ambiente. La hipótesis de Selye sostenía que la exposición continua al estrés se desarrolla en tres etapas: primero la reacción de alarma, segundo el estado de resistencia y finalmente el estado de agotamiento. En la actualidad, se ha propuesto el término alostasis para explicar el mantenimiento de la estabilidad del organismo mediante la adaptación a los cambios impuestos por los estresores. En este sentido, el sistema neuroendocrino, el sistema nervioso simpático y el sistema inmune actúan como mediadores de la adaptación a los factores que nos confrontan en nuestra vida diaria. Entre estos mediadores figuran los glucocorticoides de la corteza suprarrenal, la adrenalina de la médula suprarrenal y las citoquinas (factores proinflamatorios) producidos por las células del sistema inmune (McEwen, 2012). Los tres tipos de mediadores poseen receptores en órganos y tejidos que los reconocen y fijan fuertemente. Los mediadores conducen a una adaptación momentánea, pero pueden causar daño si no se apagan a tiempo por resultar innecesarios. En este último caso, hablamos de carga alostática que implica el desarrollo de un proceso patológico debido a la sobreactivación o manejo ineficiente de los tres tipos de mediadores que juegan cada uno su papel en la respuesta alostática. En cambio, cuando el sistema reacciona favorablemente, minimizándose el daño al organismo, hablamos de resiliencia, es decir, escape a los estresores. Si falla la resiliencia, entonces hablamos de vulnerabilidad. Estos conceptos se adaptan especialmente al sistema nervioso central, ya que en definitiva actúa como el regulador de la respuesta al estrés, la alostasis y la resiliencia. Asimismo, el sistema nervioso central es altamente vulnerable a los factores externos o internos perturbadores de la alostasis. La reacción fisiológica ante un estímulo estresante se caracteriza por un aumento en la actividad del eje hipotálamo-pituitario-adrenal (HPA), la activación del sistema neuroendócrino, el autonómico y el inmune, que median la adaptación a dichos estímulos; este proceso es referido como se dijo anteriormente alostasis, término que significa el mantenimiento de la estabilidad a través del cambio. Seyle consideró el funcionamiento de las glándulas adrenales como las responsables de la respuesta de estrés, puesto que liberan hacia el torrente sanguíneo diversos mediadores fisiológicos como la adrenalina y los glucorticoides (cortisol o corticoesterona) que actúan sobre receptores específicos en diversos órganos para producir efectos adaptativos a corto plazo, pero también pueden producir daño si el mediador no cesa en un largo tiempo. El sistema nervioso autónomo participa, mediante determinadas acciones, de las ramas simpáticas y parasimpáticas. La acción de la rama simpática resulta en un muy rápido aumento de las catecoleminas (segundos): la noradrenalina del nervio simpático y la adrenalina de la médula adrenal. Estas acciones incrementan el ritmo cardiaco, permitiendo al organismo hacer un rápido ajuste fisiológico ante una amenaza repentina (McKittrick, 2000). El estrés induce cambios en la actividad inmune que afectan parámetros neuroendócrinos y a neurotransmisores. Sin embargo, los componentes humorales de la respuesta inmune tienen efectos sobre los componentes centrales y periféricos de la respuesta al estrés. La respuesta del sistema inmune hacia un estresor puede diferir, por lo general, el estrés agudo aumenta reacciones específicas, como la elevación del número de células fagocitarias en sangre y la actividad fagocitaria, mientras que reacciones que normalmente sirven como defensa contra patógenos invasores, otras respuestas envuelven la proliferación de linfocitos y la producción de anticuerpos que forman parte de una segunda línea de defensa, aunque también pueden ser suprimidos, 20 // EDITORIAL SCIENS

Psicofarmacología 16:98, Junio 2016 para proteger al cuerpo contra una sobreactivación de los mecanismos de defensa. Las catecolaminas parecen ser el principal mediador en el aumento de aspectos de la respuesta inmune mientras que los glucocorticoides tienen efectos inmunosuprerores y antiinflamatorios. La comunicación entre estos sistemas permite que el eje HPA sea un sistema integrativo que puede ser alterado y adaptar sus respuestas al tipo y duración del estresor al que un organismo es expuesto. La magnitud de la respuesta fisiológica puede representar la diversidad de la amenaza y, por consecuencia, de los grados de adaptación. Todo lo antes expuesto puede ser explicado por la plasticidad: la propiedad más fascinante e importante del encéfalo de los mamíferos, la que podemos considerar como la habilidad que tiene la vivencia de producir cambios fisiológicos y en su citoarquitectura, desde las etapas más tempranas del desarrollo. Lo que es aún más maravilloso es que la misma se produce a través de las experiencias y los aprendizajes vividos desde el nacimiento y a lo largo de toda la vida, en mayor o menor grado, siendo estas modificaciónes más manifiestas durante la infancia hasta el período de la pubertad y menos predominantes en la tercera edad. Estas modificaciones de los circuitos neuronales podrán, modificar el pensamiento, la conducta y los sentimientos futuros. Esta “neuroplasticidad” nos permite pensar en el sistema nervioso central como un sistema flexible que puede sufrir modificaciones, dentro de un patrón relativamente fijo, según las experiencias vividas en un ambiente determinado, el cual si bien comienza a ejercer su influencia en la etapa gestacional, adquiere una importancia fundamental luego del nacimiento. Los mecanismos de neuroplasticidad son muy diversos. En forma simplificada podemos decir que la actividad neuronal puede modificar los circuitos neuronales mediante uno de los siguientes mecanismos: 1 - al modificar la fuerza o la eficacia de la transmisión sináptica de sinapsis preexistentes; 2 - al favorecer el crecimiento de nuevas conexiones sinápticas, o al "podar" (pruning) otras ya existentes, o bien 3 - al modular las propiedades de excitabilidad de neuronas individuales. Dentro del concepto de neuroplasticidad sería lógico incorporar en la actualidad a la neurogénesis, según hemos mencionado. Fenómeno este que ha provocado en los últimos años un cambio en la visión que se tenía sobre plasticidad y estabilidad del cerebro adulto. El término plasticidad sináptica se refiere al primero de los mecanismos antes mencionados. La misma se relaciona desde hace mucho tiempo con el aprendizaje y la memoria (Alvano, 2010). Niveles sostenidos de estrés o de glucocorticoides dañan el hipocampo, provocando una alteración de la neuroplasticidad a nivel morfológico. Tanto el exceso de glucocorticoide como una conducta estresante prolongada, producen atrofia y retracción de las dendritas apicales de las células piramidales del hipocampo, principalmente del área CA3. En los casos más extremos, el estrés severo y prolongado, al igual que niveles altos y extendidos de glucocorticoides, pueden provocar la muerte de células piramidales hipocampales. En el nivel de las neuronas granulares del giro dentado, el estrés también provoca efectos nocivos. Diferentes formas de estrés agudo y crónico, así como altos niveles de glucocorticoides han demostrado producir una reducción de la neurogénesis, y de la supervivencia de las nuevas neuronas (Alvano, 2010). Desarrollo La ansiedad es un estado mental que se suscita como anticipación de una amenaza real o potencial. Las sensaciones de la ansiedad son una parte normal de la experiencia humana, pero la ansiedad excesiva o inadecuada puede convertirse en una enfermedad. En este trabajo, se considera la evidencia de la ansiedad como un producto de las primeras experiencias ambientales, su impacto es modulado por factores de susceptibilidad genética. Se intenta proponer que estas interacciones pueden inducir cambios estructurales y funcionales persistentes en el cerebro que subyacen a la susceptibilidad a la ansiedad. La investigación de la naturaleza molecular de estos factores y los cambios plásticos que inducen tiene el potencial de revelar porqué diferentes individuos experimentan diferentes niveles de ansiedad (Gross, 2004). Una característica distintiva de la respuesta al estrés es la activación de la autonómica sistema nervioso y hipotalámicopituitario-adrenal (HPA) eje, y la respuesta de "lucha o huida" es la forma clásica de concebir la respuesta conductual y fisiológica a una amenaza de una situación peligrosa, ya sea un depredador, un atracador, un accidente o desastre natural. El organismo necesita la respuesta normal de la hormona del estrés para sobrevivir este tipo de situaciones, y una función de la corteza suprarrenal o autonómica inadecuada o excesiva es perjudicial para la salud y supervivencia. Los seres humanos son propensos a periodos prolongados de actividad elevada de los mismos sistemas que nos ayudan a sobrevivir desafíos más agudos. Esta elevación prolongada puede ser debido a la ansiedad; a la constante exposición a ambientes adversos tales irritantes como el ruido, la contaminación y los conflictos interpersonales; y a los cambios en el estilo de vida y los comportamientos relacionados con la salud que resultan de estar bajo estrés crónico. La importancia de reconocer los efectos protectores, así como los efectos EDITORIAL SCIENS // 21

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