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AAP Forense 39 - Octubre 2018

Revista de Psiquiatría forense, sexología y praxis.

3. El que se enamora de

3. El que se enamora de viejo y teme una traición No siempre se canta en el tango el hecho consumado de la traición, algunos “pegan antes de que le peguen, por las dudas”. Celedonio Esteban Flores (1940) en Cuando me entres a fallar describe a un personaje que se enamora de viejo y dice: “Te conocí cuando entraba a fallarme la carpeta, me ganaste con bondades poco a poco el corazón. El hombre es como el caballo: cuando ha llegado a la meta afloja el tren de carrera y se hace manso y sobón”. Luego reconoce, como a su pesar no puede dejar de estar enamorado: “entré a quererte por esa ley del destino, sin darme cuenta que estaba viejo para querer”. Por su experiencia de vida, duda y pontifica: “Viejo... porque tengo miedo que me sobres en malicia, viejo... porque desconfío que me querés amurar.” Con un último arresto se da ánimo “sin embargo todavía, si se me cuadra y apuran puedo mostrarle a cualquiera que sé hacerme respetar”. Compara, por último, el tipo de cariño que le profesa haciendo un parangón con el de su madre y la amenaza por las dudas: “Te quiero como a mi madre, pero me sobra bravura p’hacerte saltar p’arriba cuando me entres a fallar”. 4. Primero le crea celos y luego lo traiciona Pascual Contursi (1926) en Pobre corazón mío nos muestra el doble juego de crear celos y luego traicionar. Un guapo invita bailar a una mujer, lo que provoca los celos del personaje. Este con lágrimas en los ojos, a pesar de saberse perdidoso, incita a pelear al guapo y cuando malherido se lo llevan al hospital, su mujer vuelve al baile a bailar Luis Bayon Herrera Alfredo Le Pera con el guapo: “Aquel guapo malevo que la sacó a bailar, entonces en mis ojos sentí dos lagrimones... sacando los cuchillos salimos él y yo... y cuando me llevaban, la mujer aquélla entró al baile y bailó”. 5. La mujer traicionada La voz femenina sufriente y traicionada se observa también en las letras de los tangos. Así Julián (José Luis Panizza), Padre Nuestro (Alberto Vacarezza), Volvé (Luis Bayón Herrera) o Muñequita (Adolfo Herschel), etc., son ejemplos significativos En esta tesitura de amor dolorido, de dolor sin resentimiento, la mujer puede incluir el perdón y el pedido de que vuelva. José Luis Panizza (1923) en Julián describe la sumisión masoquista por una pasión amorosa: “Yo tenía un amorcito que me dejó abandonada… era un tigre para el tango y envidia del cabaret, pero un día traicionero tras de otra se me fue…”. A pesar de todo mantiene la fidelidad: “En aquel cuartito nadie más entró y paso las noches llorando tu amor. Negro, yo nunca podré olvidarte y siempre sabré esperar”. La invocación a Dios para que vuelva el amor perdido lo escribe Alberto Vacarezza (1923) en Padre Nuestro donde se implora: “Padre Nuestro, que estás en los cielos... que todo lo sabes que todo lo ves... ¿por qué me abandonas en esta agonía? ¿por qué no te acuerdas de hacerlo volver?”. En Volvé de Luis Bayon Herrera la traicionada y el “cotorro” lloran juntos: “Desde que te fuiste del cotorro ando tan triste, si supieras que no tengo para nada voluntad todo lo veo empañado de tanto como he llorado”. Acepta la traición con tal de tenerlo: “Volvé, mirá, volvé engáñame nomás no te molestaré con celos jamás”. En el tango Muñequita de Adolfo Herschel la traicionada dejó todos los lujos por su abandono. “Todo acabó... para mí cuando él se fue. Ya no voy a tomar té en lo de Harrod’s como antes; no uso alhajas ni brillantes que en otro tiempo llevé. Todo acabó... Para mí, cuando él se fue”. Asociación Argentina de Psiquiatras 1994 A18

6. Consecuencia de la traición La traición admite distintas conductas consecutivas al hecho. Veamos algunas de esas alternativas descriptas en las letras de los tangos: a) El conflictuado por sentirse inhibido de poder matar En Tomo y Obligo de Manuel Romero (1931) el protagonista bebe “lejos del pago” para olvidar e invita a los presentes a hacerlo también empañado por el alcohol pero sin llorar el amor perdido: “si los pastos conversaran esta pampa le diría con qué fiebre la quería, de qué modo la adoré” y se pregunta, al reencontrarla en brazos de otro, ¿cómo no la mató? Luego generaliza que “de las mujeres no hay que hablar todas amigos, dan mal pago” y sermonea dirigiéndose a todos los hombres “no se enamore” y si lamentablemente le sucede, le confirma los postulados: “sufre y no llore que un hombre macho no debe llorar”. b) No la pudo matar, no la puede olvidar, y sufre de insomnio Alfredo Le Pera (1934) escribe Amargura donde el protagonista recuerda a la mujer todo el día sufre de insomnio al recordar la visión de la traición. “Me persigue implacable su boca que reía. Acecha mis insomnios ese recuerdo cruel…” “Mis propios ojos vieron cómo ella le ofrecía el beso de sus labios…” se quiso vengar y matarla pero no pudo., por lo tanto bebe para tratar de olvidar: “deshecho de amargura yo me quise vengar... su boca que reía yo no pude matar... doliente y abatido mi vieja herida sangra, bebamos otra copa que yo quiero olvidar”. Pero el alcohol también lo traiciona y le perpetúa la imagen que quiere olvidar: “del fondo de mi copa su imagen me obsesiona es como una condena su risa siempre igual coqueta y despiadada su boca me encadena se burla hasta la muerte la ingrata en el cristal...”. c) El traicionado y reemplazado busca tapar la angustia con el alcohol Enrique Cadícamo en Nostalgias (1935) realiza un brindis por los dos para olvidar su obstinación. La angustia proviene de dos causales: el abandono y el fácil reemplazo de sentimientos que hace la mujer (presa fácil de los hombres). La ruptura de una relación, es vertiginosamente superada, conformando una nueva: “Nostalgias... de escuchar su risa loca, y sentir junto a su boca, como un fuego su respiración. Angustia... de sentirme abandonado y pensar que otro a su lado pronto... pronto le hablará de amor”. C) La venganza Muchos de los casos de traición terminan en venganza o en duelo criollo. Como estos actos rara vez responden a otras motivaciones, se los puede considerar también como parte de las consecuencias de la traición. La venganza puede identificarse con el castigo ejemplar y deliberado de una mala acción; otras veces significa hacer lo que se debe. El varón lo hace por lo que se debe a sí mismo o por lo que esperan de él los demás; otras constituyen un acto irreflexivo, un acto de pasión ciega. El vengador por lo tanto puede recurrir a distintas estratagemas para cobrarse la traición: Francisco García Jiménez (1932) escribe Ya estamos iguales donde vemos que el traicionado sufrió por ella. Comprueba con el transcurso del tiempo que la mujer, le sucedió de igual manera con otro hombre, por lo que retorna a él. El poeta utiliza “el tiempo” como venganza “Es cierto que un día, tu boca, la falsa, de mí se reía; pero hay otra risa más cruel y más fría se ríe de ti...” y continúa “a ti, que buscabas la dicha en alturas que yo no alcanzaba, así arrepentida de aquella aventura te tira ante mí” y concluye: “Y sé que quisieras, con estos despojos de viejas quimeras, rehacer el romance de las primaveras que no vuelven más... inútil empeño, ya no hay más que sombras. Aguantá la pena, soportá el quebranto...”. Asociación Argentina de Psiquiatras 1994 A19

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