conscientes. Y siendo conscientes o no, si quedan registrados en los bancos de memoria, para ello deben haber tenido una carga emocional suficiente para que esto suceda, ya sea lo veamos desde la psicología profunda o lo veamos como modificaciones epigenéticas influidas por los eventos del medio ambiente, y otorgados por la capacidad de flexibilidad neuronal. Temas que veremos en profundidad más adelante. Pero conscientes o no, inevitablemente van produciendo cambios que se expresan dinámicamente en el fenotipo. Antes teníamos la concepción de que la personalidad, en el devenir de su vida era algo cercano a la rigidez. Bueno algunos rasgos lo son, por eso los constituimos como una tipología, pero es más lo que cambia que lo que se mantiene igual (siempre que no entremos en el terreno de la anormalidad). O sea, lo normal es el cambio, la adaptación que requiere una dinámica integral de: experiencia, plasticidad neuronal, expresión de la conducta, nueva experiencia y así sucediéndose en un devenir interminable hasta nuestra muerte. Entiendo lo difícil que es traducir este concepto en palabras. Es mucho más fácil describir y nominar lo que no cambia, que lo impredecible cambiante, porque esto último nos angustia, nos agobia y nos llena de inseguridad. Si no tenemos la entereza de enfrentar el desafío, no evolucionamos, no crecemos en nuestra materia que es la psiquiatría. Es más tranquilizante ponerle nombre y apellido a un fenómeno, que dudar y seguir investigando hasta donde la ciencia actual y nuestras propias deducciones nos lo permitan. El cambio es vida, es entropía, desorden que genera energía en el orden, reto a nuestra practica de una materia, de la que debemos reconocer, muy poco sabemos. Atendiendo a esta reflexión, cabe revisar atentamente la semiología clásica, para poder concebir un nuevo lenguaje para la semiología psiquiátrica, adecuada a los conocimientos adquiridos hoy y a una visión integradora de la psicopatología. Conclusión Como médicos especialistas en psiquiatría, nos encontramos en un punto de inflexión crucial en la historia de nuestra disciplina. La revisión de los síntomas psiquiátricos desde una perspectiva histórica hasta la actualidad no solo revela la complejidad y el desafío inherentes al diagnóstico y tratamiento de los trastornos mentales, sino que también subraya la importancia de una comprensión profunda y multidimensional de estos trastornos. La psicopatología descriptiva, aunque esencial, debe ser constantemente recalibrada y enriquecida con los avances culturales y tecnológicos contemporáneos. La teoría etiológica, con su enfoque en la causalidad, se ha visto fortalecida por las investigaciones en genética y neurociencias, ofreciendo nuevas perspectivas en la comprensión de las enfermedades mentales. Mientras tanto, la taxonomía, aunque aún en desarrollo, continúa proporcionando un marco necesario para categorizar y comprender la diversidad de los trastornos psiquiátricos. La patogénesis, con sus complejidades y matices, sigue siendo un campo fértil para la investigación y la innovación, con el potencial de revolucionar nuestro enfoque terapéutico. En este contexto, es imperativo que como psiquiatras mantengamos un compromiso inquebrantable con la educación continua, la investigación y la práctica clínica informada. Nuestro enfoque debe ser holístico, integrando los conocimientos científicos actuales con una comprensión empática y personalizada de cada paciente. Esto implica reconocer la singularidad de cada caso, evitando encasillamientos rígidos y diagnósticos apresurados, y en su lugar, abogar por un enfoque que considere plenamente el contexto individual, las experiencias vividas y las necesidades específicas de cada paciente. En última instancia, nuestro objetivo como psiquiatras va más allá del diagnóstico y tratamiento de los trastornos mentales. Esforzándonos por comprender la compleja interacción entre la mente, el cuerpo y el entorno social de nuestros pacientes, buscamos mejorar no solo su bienestar mental, sino también su calidad de vida en general. Al hacerlo, no solo honramos la rica historia de nuestra disciplina, sino que también contribuimos a su futuro, marcando un camino hacia un cuidado psiquiátrico más compasivo, efectivo y humano. En este camino, la semiología y la psicopatología psiquiátrica son herramientas esenciales, permitiéndonos navegar por el complejo laberinto de la mente humana con mayor claridad y propósito. Al continuar explorando y entendiendo los síntomas en psiquiatría desde los clásicos hasta la actualidad, estamos mejor equipados para enfrentar los retos que presenta la salud mental en el siglo XXI. 6 // EDITORIAL SCIENS
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