Historia de la Psiquiatría Bénédict Augustin Morel y la teoría de la degeneración Dr. Fabián Allegro Médico. Especialista en Psiquiatría. Doctor en Filosofía. Presidente de la Sociedad Argentina de Psicopatología de la Asociación Médica Argentina. Adjunto de la Cátedra Escuela Francesa II de la Facultad de Psicología, UBA. Jefe de Trabajos Prácticos de las materias Salud Mental y Psiquiatría de la Facultad de Medicina, UBA. Coautor del Código de Ética de la Asociación Médica Argentina. Bénédict Augustin Morel (1809-1873) nació en Viena y desarrolló su actividad en Francia. Estudió en la Universidad de París donde se doctoró en medicina en el año 1839 y trabajó junto a Jean- Pierre Falret en el Hospital de la Salpêtrière. Fue director del Asilo de Alienados de Maréville en Nancy y luego también director del Asilo de Saint- Yon en Ruan. Morel, bajo la influencia de las ideas de la época, desarrolló una teoría de la degeneración y la publicó, entre otras obras, en el Traité des dégénérescences physiques, intellectuelles et morales de l'espèce humaine et des causes qui produisent ces variétés maladives (Paris: J.B. Baillière, 1857). En este texto quedó expuesta su teoría aplicada a las afecciones mentales, pero por extensión tiene un marcado interés que va más allá de la salud mental y que incluye el campo de lo social y de lo político. Morel adoptó consideraciones que se asientan en una triple exposición: la verdad revelada, la filosofía y la historia natural. La primera referencia a la que apela Morel es bíblica: "Dixit quoque Deus producat terra animam viventem in genere suo iumenta et reptilia et los y suas." (Gn. 1:24) ["Luego dijo Dios: produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie"] No es casual que haga referencia al Génesis, ya que la degeneración implica el camino inverso de lo que sostiene la óptica de la Creación. La degeneración es un desvío, una contingencia, en el carácter normal de lo que sostiene a la humanidad. En otros términos es una anomalía. Al sustentar una noción bajo la impronta del ideal religioso de un tipo primitivo de lo humano como obra maestra y un resumen de la creación, le permite alertar sobre el peligro de una desviación que produce degradación tanto en el orden físico como el moral. Porque la degeneración implica un retroceso en la capacidad de génesis - que se constituye en la marca esencial de la especie- y por ese motivo es una desviación de este tipo primitivo, que se mantiene dentro de las vías de conservación que aseguran a la especie. Morel advierte con inquietud por un lado, sobre el crecimiento de los casos de degeneración en la sociedad y por otro lado, sobre la falta de operatividad de los recursos de la época para hacer frente a tal circunstancia. El pensamiento religioso se confunde con el científico y el carácter humanista mantiene hasta el final un sentido teleológico que ya no sólo se manifiesta en su interés exclusivo hacia el enfermo, sino que se estrecha en los confines de la seguridad pública, para desde allí retomar el rumbo de la acción terapéutica con un beneficio predomi- nantemente preventivo. Su utilidad se diversifica desde lo particular hacia lo universal. Es tan importante el individuo como la especie, porque la degeneración no comporta un asunto puramente individual sino que toma un sesgo de mayor envergadura cuando es pensada en relación con la humanidad. La degeneración puede ser crónica o pasajera, congénita o adquirida, curable o incurable. Varias causas concurren hacia este concepto: las intoxicaciones, el temperamento y las afecciones mórbidas, la inmoralidad, las afecciones congénitas y adquiridas en la niñez, pero particularmente la herencia. La herencia es una de las características esenciales de la degeneración pero, vale la salvedad, aquí opera en condiciones mucho más severas que las que rigen las leyes ordinarias de dicha herencia: los productos de los seres degenerados se proponen como pudiendo afectar en forma progresiva a las generaciones subsiguientes. Es a partir de esta condición que se puede esperar encontrar familias -incluso poblaciones enteras- afectadas por un padecimiento. Esta progresión se puede evidenciar en un grado tal que la misma generación quede en riesgo. No dejando de lado el pensamiento religioso, Morel alienta a los científicos a intentar revisar este problema en su mismo origen llegando incluso hasta considerar ese gran acontecimiento que es la caída original. La palabra profilaxis toma un lugar de envergadura. Morel considera que se puede ejercer una profilaxis defensiva en los casos extremos de degeneración; esto le da un sentido al eventual secuestro de los degenerados en asilos. Estos lugares no han demostrado una particular eficacia en el tratamiento de los enfermos, pero sí ofrecen una seguridad al entorno social. La separación del enfermo en aras de la seguridad pública, hace de dicho secuestro una oportuna profilaxis defensiva contra los individuos dañinos, independientemente de la causa de su estado. Para su restitución, debe tenerse muy en claro el estado intelectual, físico y moral de aquellos que fueron separados del resto antes de regresarlos a su entorno social. La indicación de evitar la procreación de los degenerados no sería mal vista como una oportuna medida profiláctica. La seguridad pública, la dignidad personal y la posibilidad del control de alienación mental en su conjunto, son factores que Morel subraya en su meta. Pero su convicción en la propuesta tiene como fin, en términos particulares y referidos a los alienados, la mejoría de las condiciones intelectuales, físicas y morales de los mismos, y en términos generales, su regeneración. 54 // EDITORIAL SCIENS
Loading...
Loading...