Historia de la Psiquiatría Cesare Lombroso: creatividad y locura Cesare Lombroso: creativity and insanity Dr. Fabián Allegro Médico. Especialista en Psiquiatría. Doctor en Filosofía. Presidente de la Sociedad Argentina de Psicopatología de la Asociación Médica Argentina. Adjunto de la Cátedra Escuela Francesa II de la Facultad de Psicología, UBA. Jefe de Trabajos Prácticos de las materias Salud Mental y Psiquiatría de la Facultad de Medicina, UBA. Coautor del Código de Ética de la Asociación Médica Argentina. Ezechia Marco Lombroso nació en Verona en 1835 y se lo conoció con el nombre de Cesare Lombroso. Estudió en Pavia, Padua y Viena. Fue nombrado profesor en la Universidad de Pavia y después asumió la dirección del manicomio de Pésaro. Fue profesor de Medicina legal en la Universidad de Turin. Su obra incluye: Studi per una geografia medica d'Italia en 1865, L'uomo delinquente en 1876, Le più recenti scoperte ed applicazioni della psichiatria ed antropologia criminale en 1893, Grafologia en 1895, La donna criminale en 1895, Nuovi studii sul genio en 1902 y La donna delinquente en 1927. Se lo recuerda por sus estudios criminológicos y por la concepción particular que tenía acerca de la disposición del criminal. Él la consideraba innata y decía que obedecía a factores genéticos. Esta predisposición se expresa en caracteres físicos, por eso el estudio cuidadoso de las evidencias podría determinar elementos diagnósticos para discernir, incluso con motivaciones preventivas, características de personalidad criminal y de peligrosidad, etcétera. Estas personas muestran su degeneración innata en características fisonómicas como: los rasgos de la formación craneana, la forma de las orejas, de la mandíbula (el prognatismo), la nariz aplastada, el desarrollo anormal de los dientes en tamaño y disposición (la existencia de supernumerarios y agenesia dental), los arcos superciliares prominentes; Por otro lado, hay características funcionales como: la pereza acentuada, la insensibilidad, el cinismo y la apatía que manifiestan, en definitiva, la ausencia del sentido moral. Sin embargo, hay causas internas adquiridas como: las lesiones cerebrales y cerebelares, las enfermedades que atacan el sistema nervioso central, el alcoholismo y todas las patologías que impliquen el detenimiento del desarrollo intelectual o afectivo. También hay causas externas como: las condiciones sociales, las influencias climáticas, las estaciones del año, las circunstancias personales, la religión y la falta de educación moral. Pero en 1864 escribió una obra que sorprendió en su tiempo: Genio e follia (Primera edición editada en Milán, Giuseppe Chiusi, 1864). En este estudio parte de una concepción romántica del genio y llega a admitir una íntima relación entre la creatividad y la locura. Causó sensación al afirmar que el genio creativo tiene, en esencia, un problema degenerativo y que la creatividad propia de él mismo es una modalidad de compensación del problema de base. El genio y la naturaleza no constituían un problema nuevo. En todo caso ya ha sido tratado por Aristóteles cuando en los Problemas XXX afirmaba que la melancolía es la enfermedad propia del genio. Kant, en la Critica del Juicio, atribuye al genio una disposición mental innata mediante la cual la Naturaleza da una regla al arte. En todo caso, el genio no necesita de reglas, las crea. Hay demasiadas coincidencias entre el genio y el loco, y muchas veces las diferencias entre ambos se diluyen. En la Psiquiatría un autor francés, Lelut, había tomado esta temática refiriéndose a Sócrates y a Pascal. Lombroso da numerosos ejemplos: Ampere quemó su tratado sobre química creyendo que lo había escrito bajo la influencia satánica. Edgard Alan Poe era dipsómano y murió producto de su alcoholismo. Mozart afirmaba que los italianos querían envenenarlo. Rossini se decidió por la pobreza extrema en determinado momento de su vida y hasta llegó a pedir limosna. Comte, el fundador de la filosofía positiva, que fue atendido por diez años por Esquirol, creyó ser apóstol y sumo sacerdote de una religión monoteísta. Rousseau “juzgado por Rousseau” buscó aplacar a sus numerosos enemigos que se sucedían en su delirio de persecución, y dibujó un cuadro exacto y meticuloso de sus propias alucinaciones en su obra. Tanto él como Chateaubriand realizaron sendos intentos de suicidio. Voltaire y Moliere padecían de melancolía. Los referentes religiosos como Lutero y Juana de Arco tenían rasgos que eran sospechosos. La imagen del genio distraído no era otra cosa que una manifestación sintomática de ausencia epiléptica. Su hija Gina, quien escribió una biografía de su padre (Vida de Lombroso, México, Inacipe, 2009) cuenta una curiosa anécdota: en 1897, cuando viajó a Moscú para participar en un congreso de Medicina, quiso conocer a Tolstoi, a quién le tenía una gran admiración. El encuentro fue, en palabras de ella, “dramático” en tanto que no llegaron a entenderse en lo más mínimo. El escritor ruso supuso que Lombroso quería comprobar su teoría degenerativa con él, mientras que el criminalista creía haber confirmado su teoría sobre el genio en ese encuentro. Tolstoi utilizó la novela Resurrección para burlarse de la teoría lombrosiana. Murió en Turín el 19 de octubre de 1909. 8 // EDITORIAL SCIENS
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