Dr. Diego Minck Planner tes. Más técnicamente, podría hablarse en este segundo sentido de la palabra “yo”, de una acepción menos metapsicológica: “Las nociones de self, por un lado, y de yo, superyó y ello, por otro lado, así como las de la personalidad e identidad, son abstracciones que pertenecen a diferentes niveles de la formación de conceptos. Yo, ello y superyó son en psicoanálisis los constituyentes de una abstracción específica de alto nivel o sea alejada de la experiencia: el aparato psíquico. (...) el self emerge de la situación psicoanalítica y se conceptualiza, bajo una modalidad de una abstracción psicoanalítica de nivel comparativamente bajo o sea próxima a la experiencia…” 2 . Y todavía en un tercer tipo de aproximaciones entre las que cabria mencionar el psicoanálisis existencial de Sartre se utiliza la palabra “yo”, seguida a veces del adjetivo “trascendental”, para aludir mucho más ampliamente, a una sustancia todavía más originaria y absoluta, incondicionada incluso, abierta al “ser” de las consideraciones, no ya psicológicas o metapsicológicas, sino filosóficas y más precisamente humanistas y existencialistas. “El principio de este psicoanálisis es que el hombre es una totalidad y no una colección. (…) La reflexión está penetrada de una gran luz, sin poder expresar lo que esta luz ilumina. No se trata de un enigma no adivinado, como lo creen los freudianos: todo está ahí, luminoso; la reflexión todo lo disfruta, todo lo capta. Pero ese proviene más bien de que ese disfrute está privado de los medios que ordinariamente permiten el análisis y la conceptualización. Lo capta todo, todo a la vez, sin sombra, sin relieve, sin relación de magnitud: no porque esas sombras, valores y relieves existan en alguna parte y le estén ocultos, sino más bien porque a otra actitud humana pertenece el establecerlos, y no podrían existir sino por y para el conocimiento” 3 . Otra discusión psicoanalítica Esta serie de variaciones podría pensarse como otras tantas representaciones del yo bajo un nivel de conceptualización y abstracción decreciente; que tendría su punto más alto en la hipótesis freudiana, una bisagra en autores como Kohut, y un grado cero que se pretende casi ayuno de análisis y conceptualización en Sartre, como si de una captación o una experiencia inmediata se tratara. Claro está: esta serie es apenas una entre muchas que podrían orientar un mapa del vasto territorio de la investigación psicoanalítica. Como ejemplo de otro punto de vista, cabria mencionar acaso la tensión existente aun hoy entre un psicoanálisis francés, Lacaniano, que reduce al mínimo la relevancia y la supuesta centralidad del yo, considerándolo un reducto meramente imaginario, y una tradición norteamericana, identificada con la ego-psychology, que pone precisamente allí su centro 4 . En resumen, la posición de la escuela encabezada por Heinz Hartmann, Rudolph Loewenstein y Ernst Kris, Harry Guntrip, en su "Schizoid Phenomena, Object Relations and the Self", sostiene: “La teoría psicoanalítica pareció durante mucho tiempo la exploración de un círculo que no tenía un centro claro, hasta que la psicología del ego halló el camino. La exploración tuvo que comenzar con fenómenos periféricos: comportamiento, estados de ánimo, síntomas, conflictos, “mecanismos mentales”, impulsos eróticos, agresión, miedos, culpa, estados psicóticos y psiconeuróticos, instintos e impulsos, zonas erógenas, etapas de maduración, etc. Naturalmente, todo ello es importante y debe tener un lugar en la teoría global, pero, de hecho, es secundario con respecto a un factor absolutamente fundamental, que es el 'núcleo' de la 'persona como tal'” 5 . Y es precisamente contra ese intento de establecer un núcleo egológico que Jacques Lacan se rebela, basándose según sus propias palabras en investigaciones propias y de Daniel Lagache. Una cita en claro antagonismo con la anterior, tomada de “La dirección de la cura y los principios de su poder”, permitirá ilustrar el punto: “Se concibe que para apoyar una concepción tan evidentemente precaria algunos de ultramar hayan sentido la necesidad de introducir en ella, un patrón de la medida de lo real: es el ego autónomo. Es el conjunto que se supone organizado de las funciones más dispares para prestar su apoyo al sentimiento de lo innato del sujeto. Se lo considera autónomo por el hecho de 2. Kohut, H. Análisis del Self. Amorrortu, Buenos Aires, 2001 pág. 14. 3. Sartre, J. P. El Ser y la Nada. Aguilar, Madrid, 1993 pág. 595. 4. Para un tratamiento detallado de esta disputa en particular, cabe referirse, por caso, a A. Green, El Trabajo de lo Negativo. Amorrortu, Buenos Aires, 1995: “Desde finales de la década del 1950, en Francia, todo lo que fuese reflexión sobre el yo quedo expuesto a ataques destinados a denigrar el discurso sobre este tópico, rápidamente considerado como mistificador y portador de una ideología normativa sospechosa de colusión política con el poder instalado. Se quiso acreditar la idea de un psicoanálisis reconciliado con una psicosociología al servicio de una moral represiva, “perra guardiana” de un conformismo que colaboraría en el mantenimiento de la paz social necesaria para el desarrollo de las infamias del capitalismo. Las filipicas de la época contenían algo de verdad y mucho de mentira. Lo poco de verdad concernía a la pobreza teórica de las elaboraciones del psicoanálisis norteamericano conducido por Hartmann. Así debemos pensar que la polémica había explotado ciertos peligros imaginarios para favorecer la difusión de otra teoría y disimular, tras esta pantalla de humo lacaniana, otras apuestas: el deseo de adornar con quiméricas virtudes una disidencia cuyo éxito debía ser asegurado por la salvación que ofrecía a las almas en peligro de los psicoanalistas embaucados. La denuncia de una ideología, culpable sobre todo de indigencia teórica, consiguió jugar el juego de la defensa proclamando una verdadera interdicción de pensar en la problemática del yo como no fuera bajo las directivas propuestas por Lacan. Ni siquiera así volvió a hacérselo. La intimidación tuvo éxito. En verdad si la empresa era desalentada, se debía a que amenzaba en su conjunto a la teorizacion lacaniana, como se demostró después con trabajos de ex-lacanianos. Así, hay que retomar el camino abandonado que conduce al yo, a sus relaciones con el sujeto, a su constitución heterogénea, a su duplicación inevitable. Volver sobre la sexualización del yo, reconocida desde Introducción del narcisismo y descuidada después”. 5. Guntrip, H. S. Schizoid Phenomena, Object Relations and the Self. International Universities Press, New York, 1968 pág. 37 (traducción propia del inglés original). 6 // EDITORIAL SCIENS
Psiquiatría 3:9, Marzo 2010 que se supone que está al abrigo de los conflictos de la persona (non conflictual sphere). Se reconoce aquí un espejismo trasnochado que la psicología de la introspección más académica había rechazado ya como insostenible. Esa regresión es celebrada sin embargo como un retorno al redil de la psicología general” 6 . Y lo cierto es que ya tempranamente, en “El Estadio del espejo”, Lacan había intentado situar “la instancia del yo aun desde antes de su determinación social, en una línea de ficción, irreducible para siempre por el individuo solo; o más bien, que solo asintóticamente tocara el devenir del sujeto, cualquiera que sea el éxito de las síntesis dialécticas por medio de las cuales tiene que resolver en cuanto yo [Je] su discordancia con respecto a su propia realidad”. Y en ese contexto se había referido a la “destinación alienante” de esa instancia psíquica y a “las correspondencias que unen el yo [Je] a la estatua en que el hombre se proyecta como a los fantasmas que lo dominan, al autómata, en fin, en el cual, en una relación ambigua, tiende a redondearse el mundo de su fabricación”. Breve digresión sobre lo que podría estar condicionando una discusión psicoanalítica Se ve en este caso un tipo de problema que puede ser importante destacar: pensar, como Lacan, que el sujeto es solo de inconciente, es desestimar al yo del paciente a la hora de establecer un vínculo terapéutico. Puede decirse que, en este sentido, el punto de vista lacaniano sea el menos “dialógico” o “empático” de entre los modelos de psicoterapia y el menos atento a que el yo no es solo agente de desconocimiento y la posibilidad que el vínculo terapéutico sea, en sí mismo, ya reparador. ¿Podríamos reducir la empatía a solo un fenómeno imaginario que se interpondría al oro del análisis? Pero emana de esto un interés especial para el estudio de las condiciones bajo las cuales las características neuróticas no vistas o no analizadas de los autores, al generalizarse, tiñen sus teorías y sus prácticas. Lo que resulta a veces en un fenómeno grupal más básico y más vasto, que también afecta a la salud mental, cuando estas generalizaciones terminan coaguladas en las asociaciones parroquiales y gremiales de modo que lo epistemofílico queda en segundo plano respecto del poder instituido. Cerrazón teórica que cualquiera sea su sesgo específico, el lacanismo no tiene en esto ninguna exclusividad suele terminar unitariamente desbordada por una clínica que reclama apertura y creatividad. Ha sido dicho que el psicoanálisis crece en sus bordes, es decir, con los pacientes más graves. Y acaso esto sea así, precisamente, porque en esos casos límite es donde se necesita realizar una epogé del cuerpo teórico al que habitualmente se recurre y legitimar las intervenciones singulares y muy difíciles de explicar o generalizar y protocolizar, intervenciones propias de un vínculo en un momento. Es como si en algunos casos, la actitud propiamente terapéutica consistiera casi en un “dejarse llevar”, soltando como quien dice el control, reflexionando luego a dónde se ha ido; abandonando la posición desde la cual se realizan los diagnósticos y los pronósticos. Acaso originalmente la concepción freudiana de la experiencia terapéutica animada por la asociación libre acompañada de una atención flotante remitiera a esta necesidad de llamar a los prejuicios y los imperativos a su necesaria modestia, y de poner la teoría en el plano secundario que le corresponde en tanto que reflexión a partir de la experiencia. Al cabo, no es este el momento, ni el lugar de emprender semejante recorrido, basta con mencionarlo como posible y atractivo. Volvamos sí a aquello que podría denominarse “la fidelidad al espíritu de los maestros más que a su letra (que pertenece tal vez a otros estadios del conocimiento, a otros contextos). Es relevante en este sentido una anécdota de otro campo psicoanalítico tan ajeno al lacanismo como la ego-psychology: Donald Winnicott, con toda la admiración y el respeto que le inspirara Melanie Klein, no la acompañó hasta su postulado de última hora acerca de la envidia como innata y se preocupaba por el incipiente anquilosamiento doctrinal de esta fecunda autora 7 . Claro que en ese caso no se entremezclaba solamente la prevalencia de rasgo del investigador sino también el tipo de pacientes con los que trabajó como terapeuta. Y hay que decir también que necesariamente se teorizará de una manera a partir de niños con psicosis graves, y de otra −por ejemplo− a partir de jóvenes “tímidos” iniciando sus estudios universitarios 6. Lacan, J. La Dirección de la Cura y los Principios de su Poder, en Escritos II. Siglo XXI, Buenos Aires, 2008 pág. 564. 7. Carta de D. Winnicott a Melanie Klein con fecha 7 de noviembre de 1952 Estimada Melanie: Quiero escribirle acerca de la reunión del viernes pasado, para tratar de convertir esto en algo constructivo. Lo primero es que puedo advertir cuán molesto resulta que cuando algo se desarrolla en mí por mi crecimiento y mi experiencia analítica, deseo expresarlo en mi propio lenguaje. Es molesto porque yo supongo que todo el mundo quiere hacer lo mismo, y en una sociedad científica uno de nuestros objetivos es encontrar un lenguaje común. Sin embargo, este lenguaje debe mantenerse vivo, ya que no hay nada peor que un lenguaje muerto. He dicho que lo que estoy haciendo es molesto, pero también pienso que tiene su lado bueno. En primer lugar no hay muchas personas creativas en la Sociedad, con ideas personales y originales. Pienso que cualquiera que tenga ideas es realmente bienvenido…. Como verá, lo que me preocupa es algo que considero mucho más importante que este artículo mío. Me preocupa este modo de presentación que podría llamarse Kleiniana, y que a mi juicio es el verdadero perjuicio para la difusión de su obra. Sus ideas sólo perdurarán en tanto y cuanto sean redescubiertas y reformuladas por personas originales, dentro y fuera del movimiento psicoanalítico. Desde luego, es necesario que usted tenga un grupo en el cual pueda sentirse como en su casa. Todo autor original requiere un círculo en el que encuentre un lugar de descanso de las controversias y donde pueda sentirse cómodo. El peligro es, empero, que el círculo se desarrolle hasta convertirse en un sistema basado en la defensa de la posición ganada por el autor original, en este caso usted misma. Usted es la única capaz de destruir este lenguaje denominado doctrina kleiniana y kleinismo, y todo esto por un propósito constructivo…”. EDITORIAL SCIENS // 7
Loading...
Loading...
Av. García del Río 2585 Piso 12 A - C.A.B.A
+54 11 2092 1646 | info@sciens.com.ar
Editorial Sciens, Todos los Derechos Reservados 2015
Políticas de Privacidad