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La incertidumbre como protagonista Abordaje desde la Escuela Sistémica Argentina Dr. Horacio Serebrinsky, Lic. Héctor M. Murillo, Lic. Sergio Serebrinsky

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La incertidumbre como protagonista Abordaje desde la Escuela Sistémica Argentina Dr. H. Serebrinsky, Lic. H. Murillo, Lic. S. Serebrinsky

D Serebrisky //

D Serebrisky // Adicciones entran en juego diversos mecanismos de defensa, para afrontar una situación que se percibe como amenazante o de demanda incrementada. La Organización Mundial de la Salud (OMS), define el estrés como “el conjunto de reacciones fisiológicas que prepara el organismo para la acción”. Visto así, el estrés no debiera ser un problema. Al contrario, sería una suerte de estímulo, una alerta. Pero se convierte en un verdadero problema cuando ciertas circunstancias, tales como la sobrecarga de trabajo, las presiones económicas, el ambiente competitivo, entre muchas otras, se perciben inconscientemente como amenazas (Velásquez et al, 1999) que provocan reacciones defensivas en la persona, tornándola irritable y sufriendo consecuencias nocivas en su organismo, por períodos prolongados. El estrés es una respuesta natural y necesaria para la supervivencia, a pesar de lo cual hoy en día se confunde con una patología. Esta confusión se debe a que éste mecanismo de defensa puede acabar, bajo determinadas circunstancias frecuentes, en ciertos modos de vida, desencadenando problemas graves de salud. Cuando esta respuesta natural se da en exceso se produce una sobrecarga de tensión que repercute en el organismo humano y provoca la aparición de enfermedades y anomalías patológicas que impiden el normal desarrollo y funcionamiento del cuerpo humano. Algunos ejemplos son los olvidos (incipientes problemas de memoria), alteraciones en el ánimo y nerviosismo, y falta de concentración, en las mujeres puede producir cambios hormonales importantes que pueden inducir hinchazón de mamas, dolores en los músculos abdominales inferiores, entre otros síntomas. Es una patología emergente en el área laboral, que tiene una especial incidencia en el sector servicios, siendo el riesgo mayor en las tareas en puestos jerárquicos que requieren mayor exigencia y dedicación. El estrés crónico está relacionado con los trastornos de ansiedad frente a diversas situaciones de la vida, pero cuando se presenta en forma excesiva o crónica constituye una enfermedad que puede alterar la vida de las personas, siendo aconsejable en este caso consultar a un especialista. Existe el estrés bueno (eutrés) y estrés malo (distrés). El estrés bueno, es aquel que ayuda a mantenernos alerta y en condiciones de enfrentar desafíos, y cuyo nivel de acción no genera trastornos en el organismo. Por el contrario, en el estrés malo, la intensidad y perdurabilidad de la activación originan un sin número de alteraciones físicas y psicológicas. Hoy nos encontramos con un contexto que nos genera incertidumbre y reflexiones particulares de esta pandemia. A esto le adosamos una problemática precedente, compleja como el consumo de sustancias, que suma variables de vulnerabilidad a un sistema herido por el dolor, la tristeza, el enojo y las culpas que suelen aparecer en las familias psicotóxicas, como las denomina (Kalina et al., 1988), Adolescencia drogadicción y su tratamiento) uno de los grandes referentes que tenemos en el campo de las adicciones. Con esto queremos decir que no hay un estereotipo de familia del adicto, sino que hay varios modelos. Como dice el Dr. Claude Olievenstein 1 existe la familia dolorosa, en la cual alguno de los progenitores llora cada vez que viene a la institución, por el hijo que se droga; la familia resignada, aquella 1. Dr. Claude Olievenstein (1986) Jornadas Sobre Tratamiento y Prevención de la Drogadicción Ediciones Hebraica. 68

que ha pasado por cientos de instituciones y lleva años tratando de que su hijo cambie, pero siguen sin ver cambios; la familia científica, que conoce tanto las nomenclaturas del DSM IV, como lo que significa adicción y hasta qué efectos tiene cada sustancia; la familia culpable, aquella que siente que tuvo la culpa por no haber puesto límites la primera vez, pero que en el aquí y ahora no puede tampoco; la familia cómplice, deja que el adicto se drogue y entra en alianza con el enfermo, sin decirle nada a la institución; la familia falsamente dura, que tiene soluciones preparadas; aquella que parece saber qué cambios debe realizar pero solamente es para el afuera, ya que en la intimidad no se ven cambios; la familia ausente, es aquella a la que se puede llamar todas las semanas, pero que nunca pueden concurrir, manifestando tener muchas obligaciones; y la familia paternalista, la que no deja crecer al hijo porque es chico todavía. Resulta difícil establecer qué estrategia específica se debe utilizar, pero como dice el Dr. Olievenstein 2 , ¨...la mayoría tiene un punto en común, ese punto en común es que sus hijos son ángeles antes de iniciarse en la droga y son demonios más tarde. Y han sido todos contaminados por malos elementos, entonces el primer trabajo es individualizar cada caso, y hacer tomar conciencia a la familia que los problemas anteriores persistían, ese es el trabajo de base, si no existe ese trabajo de investigación no se puede avanzar...¨. Es por eso la importancia de las reuniones de padres y las multifamiliares, a pesar de ser espacios que los residentes al comienzo no desean utilizar. Además, las familias por sus comentarios, como por el lenguaje analógico manifiestan incomodidad al comienzo (resistencia al cambio, o incomodidad de los nuevos espacios propuestos). Mauricio Colletti y colaboradores (1990) en su artículo: Teoría y epistemología del tratamiento relacional de la toxicodependencia se pregunta: …“¿cómo explicar la función de un síntoma como la toxicodependencia?...” Para hacerlo, recurrió a la aportación teórica de Jay Haley que ha trabajado sobre el llamado Ciclo vital de la Familia. La idea nace de la observación según la cual la aparición de un comportamiento sintomático coincide, generalmente, con algunos períodos particulares de la vida de las personas. Estos períodos son aquellos en los que es mayor el esfuerzo para adecuarse a condiciones cambiantes de vida. Jay Haley (1980) define como momentos de mayor riesgo: 1. El matrimonio o el cambio en el status de la persona. 2. El nacimiento de un hijo. 3. El período en el que el hijo inicia una vida de autonomía. 4. La salida de casa del hijo. 5. La jubilación. Como se puede observar, cada uno de esos momentos presupone un fuerte cambio en las reglas de funcionamiento del sistema familiar y exige el abandono de costumbres, esquemas, roles y funciones. Un sistema familiar puede no soportar tal “estrés” y el síntoma que surge en uno de sus miembros permite no afrontar el cambio (léase: cam- 2. Dr. Claude Olievenstein (1986) Jornadas Sobre Tratamiento y Prevención de la Drogadicción Ediciones Hebraica página 24. 69

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