D Serebrisky // Adicciones la visibilidad del video, o generan mala calidad de audio; y/o el uso inadecuado de las aplicaciones de videollamada. Desde nuestra escasa casuística consideramos que esto ha ido mejorando en los últimos meses, a medida que se va naturalizando la forma de comunicación y trabajo actual. En cuanto a las ventajas del uso de teleterapia para el terapeuta pueden considerase (Smith et al, 2020): la comodidad y seguridad de espacio en su propio ambiente (por ejemplo: hogar, oficina o consultorio) y la adaptabilidad a horarios en los que no se dificulte su participación en otras actividades clínicas o académicas. Hemos tenido que ir generando intervenciones diferentes, nos fuimos redefiniendo en estos casi dos años, hemos tenido que buscar nuevos espacios para nuestras intervenciones, algunos de nosotros nos hemos tenido que comprar auriculares que tengan determinadas prestaciones especificas (como cancelación de ruido) para poder escuchar a nuestros pacientes, y también hemos tenido que invertir en sillas que nos permitan estar horas frente a la pantalla. Tenemos la posibilidad de “entrar” en las casas de nuestros pacientes, ver cómo viven, qué lugares eligen para tener su propia terapia, la posibilidad de grabar las sesiones para uso personal académico o de supervisión de caso, siempre y cuando se cuente con un consentimiento informado por el consultante y/o apoderados (si hablamos de menores); y por último, la posibilidad de compartir material en tiempo real con las herramientas virtuales disponibles de la plataforma online. Por otro lado, a través de las videollamadas, aparece información que antes no se incluía dentro del sistema terapéutico, como son los detalles de la casa tanto del terapeuta como del paciente, la aparición de familiares, mascotas, etc. Si bien estos aspectos pueden ser aprovechados por el terapeuta para favorecer la alianza terapéutica, también pueden aparecer algunas dificultades en el uso de esta información por parte del consultante en torno a los límites y estándares básicos de profesionalismo (Burgoyne y Cohn, 2020, citado por Traverso y Martínez, 2020). Continuando con el análisis de las desventajas, una de las principales dificultades es la pérdida de calidad de la retroalimentación (verbal y paraverbal, además del cuerpo). Como señalamos, algunos profesionales hemos resuelto estas problemáticas de diversas maneras, por ejemplo, invitando a los consultantes a expresar verbalmente sus sensaciones físicas y emocionales en determinados momentos de la sesión, no sólo con el fin de proveernos información (a nosotros como profesionales), sino también con la intención de que el paciente genere el insight sobre lo que le está sucediendo. El terapeuta que trabaja desde el marco teórico sistémico se interesa más por la pauta que conecta los intercambios comunicacionales que por las características intrínsecas del emisor o del receptor. Como sabemos, la terapia sistémica se enfoca en el mundo de las interacciones y las influencias interpersonales, atendiendo a las propiedades emergentes que surgen en el proceso de la psicoterapia. Si aplicamos estas ideas al abordaje de las adicciones, el tratamiento implica no solo sesiones de terapia familiar, sino también sesiones con varios integrantes de los subsistemas de la familia y la red más amplia, incluidos los jóvenes, sus padres, y otros profesionales involucrados (Carr, 2020). Hoy tenemos un equipo terapéutico híbrido (trabajo mixto de forma remota y/o de forma presencial). Algunos profesionales solo emplean la videollamada con el pacien- 72
te y con la familia. La asistencia a los grupos es de forma digital, por la plataforma Zoom. Otros profesionales, después de los primeros meses de confinamiento, empezaron a trabajar de forma presencial. Este movimiento comenzó a fines del 2020 y en los primeros meses del 2021, que coincide con la primera etapa de vacunación en Argentina. Las entrevistas presenciales se llevan a cabo con los protocolos de seguridad y con una reformulación en el contacto con el paciente. Quienes llevamos tiempo trabajando y abordando dicha problemática, sabemos de la importancia de acompañar a nuestros queridos pacientes en el área corporal. ¿A que nos referimos? A los abrazos, una de las grandes intervenciones sistémicas, que debimos reemplazar de manera creativa. El abrazo implicaba calidez, contención, afecto, que sucedía en esos breves segundos en los que llegaba el paciente o se retiraba, o en el medio de una sesión en donde creíamos que era pertinente dicha intervención. Otras veces, no solo ayudaba al paciente, sino que nos brindaba a los profesionales una energía, un plus para seguir trabajando. Hoy, vemos a muchos pacientes de forma presencial, en ambientes destemplados, escondidos detrás de los tapabocas que restringen la expresividad y nos obligan a enfocarnos en la mirada, para encontrar ese maravilloso lenguaje no verbal, el lenguaje de los microgestos que se encuentran en las diferentes facciones. La pandemia no solo ha generado dificultades y problemas en el área de salud. También incentivó nuestra creatividad e innovación para generar intervenciones que logren que el paciente se sienta contenido y acompañado, y que logre el insight necesario para transitar la problemática de las adicciones. Los doce pacientes que concurrían de forma presencial lograron sostener su tratamiento hasta principios de noviembre. A partir de ese mes, cuando se empezaron a liberar ciertas restricciones del confinamiento obligatorio, algunos de los pacientes abandonaron el tratamiento. Nuestras hipótesis sobre la alta adherencia al tratamiento son varias. En principio, como terapeutas sistémicos, consideramos que cuando se generan cambios de segundo orden, los sistemas necesitan un tiempo de reacomodación. Un porcentaje alto de estos pacientes (80%) que concurría al grupo de nuestra institución, tuvieron sensaciones de alivio al sentir que no podían salir de sus hogares. Lo interesante de esta limitación, es que no era impuesta por un profesional y/o un familiar. Fue impuesta desde el estado, “El Señor Estado”. Y era una consigna (imposición) que en principio no fue cuestionada, y la cual todos debíamos acatar. Durante las primeras semanas, debimos abordar las ansiedades e incertidumbres. Y se reformularon un montón de cambios y variables con respecto al encuadre. En los primeros cuatro o cinco meses observamos que los pacientes en su gran mayoría, no tuvieron recaídas y estaban muy receptivos al dispositivo y al espacio grupal. Podemos decir que durante esos meses los pacientes estuvieron en una suerte de “Internación domiciliaria obligatoria”. Podríamos inferir que la casa se transformó en el lugar de descanso, pudiendo encontrar ahí la paz que no podían encontrar antes. Dentro del dispositivo de adicciones tenemos pacientes con trastornos por uso de sustancias psicoactivas y pacientes con ludopatía. Este grupo mostró grandes cambios principalmente porque solían jugar en casinos y bingos, que estuvieron cerrados desde 73
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