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Las psicosis afectivas monopolares - Urgencias - Derito

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Las psicosis afectivas monopolares según la escuela de Wernicke-Kleist-Leonhard Dra. María Norma Claudia Derito

MNC

MNC Derito // Urgencias en Psiquiatría. Psicosis endógenas agudas todo parece haber perdido su importancia, el enfermo aparenta una depresión superficial, pero hay momentos que entra en un estado de tormento profundo, es en esos momentos que en los que puede realizar un intento de suicidio aunque no sea lo más frecuente. Como hemos mencionado en el ítem del síntoma: cavilación compulsiva, en el momento de mayor tormento puede pasar de la reflexión, la especulación al acto compulsivamente y por ejemplo suicidarse o cometer un homicidio altruista. En la depresión pura hay elementos de la depresión fría, porque en la forma pura están afectados todos los estratos afectivos, pero en esta última el enfriamiento afectivo no es lo esencial. Caso 1 Como bien dice Leonhard los casos de depresión fría no son tan frecuentes como las otras formas de depresiones puras. De hecho a lo largo de nuestro trabajo asistencial encontramos un solo caso de depresión fría, que desafortunadamente terminó en suicidio. Tampoco fue una paciente asistida por nosotros como médicos tratantes, solo conocimos el caso a través de la internación por la que paso por el entonces servicio de Guardia y Admisión. De todas formas obtuvimos datos valiosos la vez que nos tocó entrevistarla en ocasión de una internación. La paciente había ingresado en esa ocasión por “intento de suicidio”. En verdad, al menos esa vez no se había tratado de un intento de suicidio, sino de una situación muy particular que la paciente aclaro luego. Llega en horas de la tarde, acompañada de su esposo, por haberse provocado una quemadura en la mano derecha. Estaba tomando mate e intencionalmente tomo el asa de la pava cuando estaba hirviendo, la apretó con fuerza y se quemó la palma de la mano, luego quedó impertérrita mirando a su esposo pero sin quejarse ni pedir ayuda. Tampoco a nosotros nos manifestó que sintiera dolor a molestia alguna en la mano ya vendada, más bien nos manifestaba su interrogante de porque sería internada por el acto que acababa de acometer, si después de todo solo se había tratado de “una prueba” para ver “que sentía”. Esta manifestación nos llamó poderosamente la atención, comenzamos a investigar otros síntomas de su caso. La paciente nos relató que su estado actual había comenzado hacía unos meses, que no era la primera vez que pasaba por una depresión como esa y que ya le resultaba insoportable su estado. Le preguntamos si sentía tristeza, y nos contesto que desgraciadamente no sentía nada, nada de lo que era capaz de sentir cuando estaba sana. En esta parte del relato sus palabras tomaron el matiz de una queja, preguntándonos porque esta desgracia le sucedía a ella, porque nadie podía darle una respuesta sobre estos estados que la invadían, en los que los sentimientos normales la abandonaban. No se reconocía a sí misma, todo a su alrededor resultaba extraño, como si viviera en una casa ajena dónde ya nada le pertenecía como antes. No sentía cariño por sus hijos, no sentía preocupación por lo que pudiera pasarles, pensaba casi todo el tiempo en que podía hacer para recuperar los sentimientos que tenía hacia sus hijos estando sana. El placer de cocinarles y que les agradara su comida, de interesarse en sus actividades, de sufrir si se enfermaban, todo había desaparecido, sus hijos estaban allí, pero ella ya no sentía nada, ni hacía nada por ellos, se sentaba horas en la cocina pensando en cómo resolver esto, pero nada se le ocurría. Lo que aconteciera de bueno o de malo en el mundo, en el país, en la familia, nada la conmovía, 148

ni para bien ni para mal. Entendía que ese estado era imposible de soportar. Le resultaba indiferente si su esposo quería o no ayudarla, nos explicaba, sin expresión manifiesta de angustia, que era posible que él se cansara y la abandonara, pero ella nada podía hacer para remediarlo, solo pensaba en cómo enfrentar el quedarse sola, pero no porque sintiera pena o miedo. A veces expresaba a sus hijos preocupación por lo que hacían, pero reconocía que debía esforzarse para manifestarlo, como fingiendo algo que no sentía. Se reprochaba el actuar una mentira, se reprochaba no poder hacer nada para cambiar esta situación. Estaba cansada de disimular vivir una vida que en realidad no le importaba, eso la agotaba. Esa tarde había pasado en tiempo sentada en la cocina, sin deseos de hacer nada, pero rumiando todo el tiempo en que podía hacer para cambiar las cosas, de pronto se le ocurrió quemarse la mano para ver si sentía dolor, si podía llorar, si reaccionaba de alguna forma, por eso compulsivamente tomó la pava hirviendo y espero, espero a ver que sentía. Sin mirarnos, con una expresión de profunda desesperanza nos dijo: “me dolió, pero es que sigo igual, no siento nada”. Lo que nos quiso decir es que estaba ausente el componente afectivo del dolor, el componente que hace que la misma intensidad de dolor sea vivenciada en mayor o menor medida, según responda la esfera afectiva de un individuo. En tanto se llevaba a cabo la entrevista la paciente se mantenía sentada en su silla, en actitud apática, indolente, como de abandono de sí misma, se observaron escasos movimientos reactivos y mucho menos movimientos expresivos. La facies parecía la de una efigie, fijada en una expresión de abatimiento, pero no de franca tristeza. Solamente levantaba la vista y nos miraba a los ojos cuando desplegaba la queja sobre su enfermedad, y daba la sensación de que no solo se reprochaba no poder modificar su estado, sino que también en su mirada, en esos momentos se detectaba un dejo de recriminación hacia los médicos que no lograban mejorarla. La medicamos para la urgencia con levomepromazina 25 mg. x 3 por día. Ya venía medicada con cloimipramina 25 mg. x 3 comp. Por día. La pasamos a su servicio de origen y no volvimos a saber de ella por un par de años, hasta que nos enteramos que se había suicidado. Como se observa a través de este relato la paciente evidenciaba poseer el complejo sintomático de la depresión fría prácticamente completo. Enfriamiento de los sentimientos, sensación de extrañeza, despersonalización, pérdida de los sentimientos compartidos, falta de iniciativa, falta de voluntad, autorreproches, cavilación compulsiva, autoagresiones que finalmente terminaron en el suicidio. La aparente superficialidad de la angustia, sin embargo dejaba traslucir un tormento interior, que se ponía de manifiesto cada vez que mencionaba lo insoportable que le resultaba tener que vivir en estas condiciones. En ese momento no nos percatamos que estas declaraciones hechas por la enferma sin grandes aspavientos, reflejaban la sensación de que no soportaría vivir el resto de su vida en esas condiciones, nos estaba trasmitiendo su deseo de morir, en ese momento no pudimos comprender el alcance de su determinación. Euforias puras Dice Leonhard que las euforias puras son entidades raras, hecho que hemos podido comprobar a lo largo de nuestra tarea asistencial, ya que apenas hemos visto uno o dos casos de cada forma. Afirma nuestro autor que la existencia de las euforias pu- 149

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