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Lo que pasó en España: el consumo y tratamiento de las adicciones Jorge J. Gil Tadeo

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Lo que pasó en España: el consumo y tratamiento de las adicciones Jorge J. Gil Tadeo

D Serebrisky //

D Serebrisky // Adicciones Es una buena noticia, ya que una de las previsiones que hicimos a comienzos de 2020, cuando la pandemia estaba comenzando, es que aumentaría el consumo de sustancias legales e ilegales en la población. Esto tiene su lógica si pensamos que, aunque aumentó la venta de alcohol en tiendas y supermercados, los espacios habituales de mayor frecuencia de consumo (bares, restaurantes y espacios públicos donde celebrar botellones) permanecieron cerrados durante meses debido al confinamiento, y con tiempos reducidos tras el fin de éste. Sin embargo, el uso de hipnosedantes sin receta aumentó durante la pandemia. Esto lo vemos claramente en el gráfico de la encuesta OEDA-COVID 2020 (Molina 2020) (Figura 1). La encuesta también refleja un aumento del tiempo de uso de internet por diversión (Figura 2). En sentido contrario, un estudio clínico realizado en España con personas en recuperación por el consumo de alcohol informó de un incremento de aproximadamente el doble en la tasa de positividad por el consumo de alcohol durante la pandemia (Barrio et al, 2021). Una vez más, el impacto psicosocial de la pandemia parece ser mayor en las personas con problemas de adicción preexistente. Hochstatter et al. (2021) informaron de un consumo de alcohol y marihuana continuado, en personas que recibían una intervención preventiva para el consumo de opioides, así como del incremento en 2,09 veces en el riesgo de usar sustancias ilegales durante la pandemia (heroína, opioides, cocaína, metanfetaminas o sedantes). En adolescentes (edad media de 19,17 años), la desregulación emocional se ha relacionado con el uso de alcohol durante la pandemia (Essau & de la Torre-Luque, 2021). Igualmente, en jóvenes adultos (edad media de 23,3 años) el aislamiento, la soledad y el consumo como forma de afrontar la depresión, parecen ser factores determinantes a la hora de explicar el consumo de cannabis. Esta aparente contradicción entre los datos nos lleva a confirmar una vez más que las drogas se ceban en la población más desfavorecida, sean personas con adicciones o con una problemática de adicciones y salud mental. Y, por supuesto, no podemos olvidar los contextos individuales, familiares, sociales y políticos. Como veremos más adelante, cuando presentemos a la población con la que venimos trabajando en los últimos 23 años, no es lo mismo abordar procesos de rehabilitación y recuperación en individuos sin daños en su salud mental, en individuos con apoyo familiar del tipo que sea o sin él, o en individuos con o sin contextos sociales positivos y reforzantes que cubran sus necesidades. Por otro lado, respecto a las nuevas tendencias de consumo de sustancias, distintos trabajos han alertado del incremento en las prácticas sexuales de riesgo, conocidas como chemsex, que incluyen habitualmente el uso de drogas ilegales para mantener relaciones sexuales. En un estudio realizado en Brasil y Portugal a partir de una muestra de hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, un 28,9% informó de la práctica del chemsex durante la COVID-19 (Sousa et al., 2020). En Ámsterdam se ha informado de cifras similares que rondan el 38%, incluso a pesar de las medidas restrictivas y de distanciamiento físico. Esta realidad la hemos vivido, y la venimos viviendo, en nuestro servicio, en el que hemos atendido a algunos hombres practicantes del chemsex. 44

Tenemos que ser conscientes de la complejidad de razones que llevan a realizar estas prácticas de riesgo que ya se venían realizando antes de la pandemia. Pero el aislamiento, la soledad y la angustia existencial que ha generado la COVID-19 son razones que explican en parte el aumento de dichas prácticas sexuales como un acto contrafóbico para conjurar esa soledad, ese aislamiento y esa angustia. Los datos del narcotráfico ¿Cómo podían tener acceso a las diferentes sustancias ilegales en pleno confinamiento estricto? Fue algo generalizado en todos los países que la pandemia por COVID-19 paralizó los mercados a nivel global, y el tráfico ilegal de drogas no fue la excepción. Sin embargo, tras una primera fase de bloqueo, el tráfico se ha recuperado rápidamente por medio de diversas formas alternativas de distribución. Los cuatro grandes métodos que proliferaron durante la pandemia, son el envío de cargamentos más grandes (frente a la imposibilidad del micro tráfico mediante mulas), una mayor utilización de aviones privados o de rutas marítimas (ante el cierre de los caminos terrestres) y la implementación de métodos de pago sin contacto con los consumidores. También se han acelerado ciertas dinámicas de digitalización que, aunque ya existían, se han visto más utilizadas en la economía formal: las compras por internet, el pago con criptomonedas y la entrega sin contacto a domicilio. ¿Estas nuevas formas de acceso a sustancias ilegales han llegado para quedarse como parece ser que está ocurriendo con otros cambios (teletrabajo, etc.) que estamos viviendo con la pandemia?, ¿qué consecuencias tendrán dichos cambios? Estos, y otros interrogantes, deberemos tenerlos presentes en los próximos meses y años para poder dar una respuesta terapéutica lo más eficaz posible. Los datos socioeconómicos Una vez más, hemos de señalar las diferencias del impacto mundial de la pandemia. Junto a los estragos que la pandemia ha causado en los sistemas de salud públicos y privados de muchos países, y en concreto en los países de Latinoamérica, debemos considerar el aumento del desempleo, la pobreza y la indigencia a niveles desorbitantes en un lapso de tiempo extremadamente corto. El impacto de este aumento del paro y la pobreza en España se ha visto mitigado, al menos temporalmente, por: • Un sistema público de salud que, aunque mejorable, ha podido dar una respuesta sanitaria gracias a los ingentes esfuerzos de sus profesionales. Pero a un coste demasiado alto en la salud mental y física de los sanitarios, lo que nos hace preguntarnos hasta cuándo podrán mantenerse en pie. • Unas políticas de empleo aprobadas por el Gobierno de España para reducir las consecuencias del incremento del desempleo ocasionado por la paralización de los mercados, los comercios y, especialmente en Canarias, del turismo. En concreto estas políticas que no se pusieron en práctica durante la crisis económica del colapso financiero internacional entre 2008 y 2018, se concretan especialmente en los expedientes reguladores temporales de empleo (ERTE), que han permitido a las familias trabajadoras mantener un mínimo de ingresos en sus economías. Si nos referimos a Canarias, muchas de esas familias dependen del turismo 45

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