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Psicofarmacología 43

Revista Latinoamericana de Psicofarmacología y Neurociencia.

Prof. Dr. Luis María

Prof. Dr. Luis María Zieher Introducción La comprensión de la neurobiología de las funciones normales y alteradas del sistema nervioso permite ingresar a la patogénesis de las enfermedades a través de aproximaciones básicas que iluminan la función del cerebro, desarrollando y correlacionando estructura y función en los diferentes sistemas cerebrales tanto en el neurodesarrollo como en los estados cognitivos, afectivos, de envejecimiento, etcétera. Así, los procesos que se encuentran afectados en las enfermedades neurodegenerativas son los mismos que operaron en la migración neuronal en el desarrollo, en la diferenciación de las líneas neuronales y gliales a partir de las células progenitoras (stem cells) y en la adquisición por procesos de aprendizaje y memoria de las funciones nerviosas superiores (1). Los procesos de plasticidad aparecen involucrados en ambas situaciones: tanto en la generación de la estructura y función normales como en los cambios que operan en las enfermedades de base afectiva, cognitiva o neurodegenerativa. Necesitamos elucidar los componentes genéticos, epigenéticos y ambientales que conducen al desarrollo de las enfermedades neuropsiquiátricas complejas, las bases neurobiológicas de los síntomas mentales con base en la disfunción de los sistemas cognitivos y emotivo/motivacionales. Todo ello es necesario para permitir dilucidar el mecanismo por el cual los tratamientos farmacológicos y las terapias cognitivoconductuales son capaces tanto de mejorar la signosintomatología como de retardar la progresión de las enfermedades, aun las de base genética sólida. El concepto del “cerebro plástico” permite introducir una nueva visión del cerebro, dando fin a las antinomias entre las concepciones puramente biológicas de las enfermedades mentales (psiquiatría biológica) y las que propone el psicoanálisis, que pone énfasis en la causalidad psíquica y en la problemática de la subjetividad como causal principal del trastorno mental. La plasticidad permite ver al cerebro como un órgano determinado y determinante que no puede ser considerado como una organización fija de redes neuronales cuyas conexiones se establecerían de forma definitiva al término del período de desarrollo precoz, volviendo rígido el tratamiento de la información. La plasticidad demuestra que la red neuronal permanece abierta al cambio y a la contingencia, y que es modulable por el acontecimiento y las potencialidades de la experiencia que siempre pueden modificar el estado anterior (2, 3). Por ello, la plasticidad permite demostrar que, a través de una suma de experiencias vividas, cada individuo se revela único e imprevisible, más allá de las determinaciones que implica su bagaje genético; la cuestión del sujeto como excepción a lo universal es, entonces, tan central para las neurociencias como lo era ya para el psicoanálisis. A la inversa de lo que parece sugerir la idea convencional de determinismo genético, la plasticidad pone en juego la diversidad y la singularidad. Por tal motivo, el fenómeno de la plasticidad exige pensar al sujeto psicoanalítico en el propio campo de las neurociencias (4). Resistencia, resiliencia y sistemas dinámicos no lineales La resistencia es una medida de cuánto cambia un sistema bajo efecto de una perturbación. Si el sistema cambia significativamente, se dice que es “flexible”, lo que marca su capacidad de adaptación al cambio. La resiliencia es una medida de la extensión o el grado de recuperación luego de la remoción de la perturbación o fuente del cambio. Los sistemas biológicos tienden a adaptarse (flexibilidad, alto grado de caos) y a recuperarse (resiliencia, alto grado de anticaos). Si el sistema se adapta al cambio o perturbación crónica y la adaptación perdura, es plástico, propiedad fundamental del tejido nervioso en sus distintos niveles de organización. De ahí que la neuroplasticidad incrementa la resiliencia, y el sistema flexible es más resistente: tolera mejor el cambio (5). Los fenómenos de plasticidad juegan en los dos sentidos: pueden ser favorables al organismo y su capacidad de adaptación (memoria, aprendizaje, creatividad, etcétera) o pueden ser perjudiciales cuando estabilizan una situación patológica (envejecimiento patológico, dolor neuropático, epilepsia, Parkinson, etcétera). Muchas propiedades de los sistemas biológicos como la “creatividad” de los seres humanos no se desarrollan de una manera lineal o continua, sino por un desarrollo “todo o nada” llamado dinámica no lineal que incluye al estudio del caos. Los abruptos cambios que caracterizan a los sistemas “no lineales” se designan propiedades emergentes. En estos sistemas no lineales, pequeños cambios en las condiciones iniciales, por ejemplo la administración de LSD-25 en muy pequeñas dosis, pueden tener grandes consecuencias, muchas veces no esperables, en la condición final (alucinaciones). El cerebro exhibe en sus registros (EEG) una dinámica no lineal (6): la interacción de billones de neuronas que actúan por comunicaciones célula-célula forman un “sistema colectivo” que emerge como más que la suma de sus neuronas individuales. Las interacciones neuronales autoorganizadas dentro del cerebro responden al ambiente externo (entorno) formando redes neuronales dinámicas que −colectivamente− almacenan, procesan y emiten rápidamente grandes cantidades de información, lo que se manifiesta, entre otros, en la conciencia reflexiva (consciousness) y la creatividad. Las interacciones del entorno con el cuerpo y el cerebro resultan en la autoorganización de redes interactivas que poseen nuevas propiedades colectivas. Si las interacciones entre unidades individuales son muy “fuertes”, la red de procesamiento sistémico es ordenada y rígida, poco apta para responder a las situaciones cambiantes del entorno (mucho orden). Si las interacciones son demasiado débiles (poco orden), el sistema tiende a la dispersión y se vuelve desorganizado en su conducta por la falta de retroalimentación entre las unidades. Un sistema dinámico, en contraposición a los anteriores, varía en el grado de interacción entre las unidades individuales dada la diversidad de las redes colectivas (por ejemplo, las redes neuronales), lo que provee al sistema de plasticidad para adaptarse rápidamente a las situaciones cambiantes del entorno. En conclusión, los sistemas biológicos evolucionan a una unión de orden y aleatoriedad, por lo que se encuentran en el “filo” del caos o en la interfaz entre orden y caos (caos y anticaos). La integración mente-cuerpo El problema mente-cuerpo (mind-body) conforma el núcleo central de las discusiones en las ciencias naturales y sociales (7). A partir de las concepciones del dualismo cartesiano − evidentemente una pseudosolución del problema− una serie 10 // EDITORIAL SCIENS

Psicofarmacología 7:43, Abril 2007 de eventos, particularmente en el campo de la Neurología, fuerzan a reconsiderar posiciones, en especial a quienes no consideran al cerebro como el órgano de la mente. Los síndromes parciales o totales de desconexión, dentro o entre los hemisferios cerebrales, brindan ejemplos que no “encajan” en las concepciones dualistas. Por ejemplo, los síndromes de alexia sin agrafia, esto es, pacientes capaces de escribir pero incapaces de leer y comprender lo que escribieron. “Los neurofisiólogos se dan cuenta de que el SNC es solo un subsistema de todo el animal −si bien el más interesante de todos− y los psicólogos se dan cuenta de que los animales reales no son cajas negras” (8). Ello se traduce en una integración que ocurre tanto desde el nivel molecular y celular (la neurona) como desde la conducta, y que las separaciones (“paredes” al decir de Bunge) “no se dan en la naturaleza sino en la filosofía y en la teología”. La neurociencia moderna, particularmente la década del cerebro que concluyó con el milenio, prácticamente han decretado la muerte del dualismo cartesiano. Damasio, en su libro El error de Descartes - La razón de las emociones (9), al describir los mecanismos neurobiológicos de las emociones y la lectura que hace el cerebro de ellas (sentimientos), considera que el “error de Descartes” es la separación abismal entre el cuerpo y la mente. En este caso, el sentimiento (feeling) no es otra cosa que la lectura que hace el cerebro de la emoción y el tomar conciencia o conocer el sentimiento de esa emoción, todo lo cual conforma la conciencia reflexiva de la emoción. Esto es, una parte del procesamiento de la conciencia que hace el cerebro. Estos tres niveles entrelazados de procesamiento descriptos en este caso para las emociones, el procesamiento neurobiológico, la emoción y el sentimiento, valen también para todas las otras actividades mentales que el cerebro procesa. La conciencia reflexiva (consciousness) o conciencia de sí mismo es la lectura de la mente por la que se toma conocimiento de lo que se piensa y se dirige o enfoca la atención hacia ideas, objetos u objetivos determinados. La conciencia reflexiva es característica del ser humano, lo que fue primeramente reconocido por Aristóteles al plantearse la dificultad de conocer lo que sabemos, lo que pensamos y el tomar conciencia de nosotros mismos. Se encuentra expresada de modo más rudimentario en los primates superiores. En un nivel sociológico, esta conciencia reflexiva nos permite a través del “conocerse a uno mismo” tomar conciencia de lo que piensan o sienten los demás y, por inferencia, generar una “conciencia moral” fundamental para la convivencia social. Para el caso del médico psiquiatra, la conciencia moral (ética biomédica) es “ser paciente”, esto es, ponerse en el lugar del mismo y sus circunstancias al momento de planificar o realizar todo tipo de conducta médica en particular, la terapéutica (10). La lectura de la mente y el autismo Las personas con trastornos autísticos son incapaces de “leer la mente”, una habilidad ubicua y común entre los humanos y necesaria para las interacciones sociales comunes. El defecto más relevante del autismo es un déficit devastante en el “insight” social humano que se refiere como “ceguera mental” (mind blindness), (11). La “teoría de la mente” o “mentalización” presupone que los individuos normales, al poseer la capacidad de “leer la mente”, atribuyen estados mentales a sí mismos (self) y a los otros, lo que les permite explicar y predecir la conducta (y el pensamiento) de los otros sobre la base de sus propios pensamientos y sentimientos. En la hipótesis de la ceguera mental del autismo, Uta Frith (12) considera con base en resultados de neuroimagenología, que la alteración es resultante de la disfunción de un circuito dedicado a procesar los mecanismos neurocognitivos responsables de la lectura de la mente. El monismo psiconeural emergentista de Bunge Bunge formula una posición que se define como “monismo psiconeural emergentista” sobre la tesis de que el sistema nervioso es un supersistema compuesto de subsistemas especializados de los cuales “emergen” propiedades que los caracterizan (8). El origen y el destino final (target) de la experiencia, así como el proceso que los vincula, conforman la manera de estudiar racionalmente la psicología de la conducta, de la cognición o de las experiencias emocionales. Así, cualquier cosa concreta es tanto un sistema como un componente de un sistema. Un ser humano es un componente de varios sistemas sociales y está integrado por un número de macrosistemas (entre otros, el sistema nervioso) compuestos de subsistemas más pequeños: tejidos y órganos, células y componentes subcelulares y moleculares. En esta estructura jerárquica se puede, desde el hombre, “ascender” hasta el sistema mundial (o planetario) o bien “descender” hasta los niveles de subsistemas celulares y sus componentes moleculares o submoleculares. Los sistemas de cualquier nivel dado tienen propiedades en común con sus componentes y otras que no poseen estos últimos: éstas son las propiedades emergentes. Así por ejemplo, un sistema neuronal tiene una conectividad inexistente en cada uno de sus componentes. En el esquema de niveles, la mente emerge a partir del nivel cognoscitivo y constituye el output del sistema junto con las salidas somática y visceral. Natura y nurtura Las conductas y los procesos evolutivos se vinculan tanto con los genes (natura) como con el entorno (nurtura) o ambiente (13). Es totalmente falso y carente de sentido asignar porcentajes y afirmar que, por ejemplo, una conducta A es 40% genética y 60% ambiental. Los factores genéticos y ambientales interactúan para crear una totalidad que es imposible de romper o reducir a componentes separados. El concepto de fenotipo, corresponde a todos los aspectos de un organismo que están por debajo o por arriba, esto es, por fuera del material genético. La interacción entre un fenotipo dado de un organismo en función del entorno es una norma de reacción. Por lo tanto, la norma de reacción es el mapeo del entorno al fenotipo que es característico de una particular constitución genética. El genotipo no especifica una única dirección o destino de desarrollo sino que especifica una norma de reacción, esto es, una conducta de desarrollo diferente en diferentes entornos. La norma de reacción describe diferencias entre interacciones genotipo-entorno. El desarrollo no es sólo un proceso cuantitativo sino que involucra transformaciones o transiciones, por ejemplo entre lo sensorio motor (que aparece antes) y la conducta cognitiva, que es posterior. Dos EDITORIAL SCIENS // 11

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