MNC Derito // Urgencias en Psiquiatría. Psicosis endógenas agudas la psicosis de angustia-felicidad las ideas de grandeza se detectan en raras ocasiones, más bien son reemplazadas por ideas de humildad en las cuales los enfermos se nominan como simples servidores del Señor, o de una causa patriótica, o progenitores una estirpe redentora, pobres personas que se sienten elegidas o inspiradas a hacer el bien por un ser o una causa superior, muy a su pesar. O sea que no implica ideas de grandeza sino de humildad, surgidas de un trasfondo depresivo que no existe en la euforia exaltada. Vivencias alucinatorias (Pseudoalucinaciones): pueden producirse en los momentos cumbre del afecto, dice Leonhard que son de naturaleza predominantemente óptica, pero también pueden ser auditivas, y hacen recordar a las vivencias propias de los sueños. Al enfermo le parece ver a Dios, a un Santo y escuchar sus palabras que lo inspiran para las grandes acciones que deben cumplir. En realidad en la opinión de Leonhard a pesar que los enfermos señalan estas apariciones como reales, no son vividas como ajenas al yo, por lo que serían pseudoalucinaciones, porque reflejan lo que el enfermo lleva dentro de si como resultado de su afectividad exaltada. Motilidad calma: las ideas se acompañan de entusiasmo y ánimo exultante, pero no hay agitación motora como se observa muchas veces en la psicosis de angustia-felicidad. Por otra parte no se logra interesar a estos enfermos en otros temas que no sean sus argumentos deliroides. Caso 1 Llego a la clínica una noche acompañado de toda su familia, estaban desesperados, J. nunca se había comportado de esa manera. Sus hermanos lo describían como un hombre alegre, optimista, comunicativo, pero en general tranquilo y trabajador. Hacía un mes su esposa lo había abandonado por otro hombre, no tenía hijos, pero de todos modos la frustración por su pareja lo había herido profundamente. Si bien en ese mes nadie lo había visto deprimido, el manifestaba que se no podía superar lo sucedido, que algo tenía que hacer. Su familia temió que fuera a agredir a su ex-esposa, aunque en ningún momento dijo que esta fuera su intención. Su familia noto que cada vez trabajaba más horas y dormía menos, luego trataba de salir con amigos a divertirse, comía menos y no parecía acusar cansancio. Al contrario de lo que todos imaginaban, J. cada vez se mostraba más alegre y comunicativo. Manifestaba cada vez con más frecuencia que con el dinero extra que sacaría de su trabajo ayudaría a su familia y a sus compañeros de trabajo. Por más que la familia trataba de convencerlo que no hacía falta que trabajara tanto, que no había tantas necesidades por cubrir, J. no escuchaba y aumentaba su actividad y su actitud de benefactor del barrio y de sus compañeros de trabajo. Estas ideas y estas conductas altruistas iban “in crescendo”, incasablemente trabajaba y predicaba el bienestar y la felicidad para todos. Cuando decidieron llevarlo a internar, J. llevaba tres días sin dormir, logorreico, no paraba de hablar y acompañar su discurso con gestos grandilocuentes y posturas místicas algo extravagantes. Decía que había visto a Dios, una luz brillante con un manto blanco y resplandeciente que le había anunciado que él era el Mesías. Convencido de la realidad del anuncio y sin dudar de la presencia y la palabra de Dios, no paraba de bendecir y adoptar posición de oración. Manifestaba que su misión era llevar tranquilidad y co- 132
mida a los pobres, salvar a la humanidad de sus miserias. Su actividad en realidad se había reducido a permanecer parado gesticulando como un profeta y llevando la palabra de Dios al mundo a los gritos y parado en el medio de la calle, con la consabida queja de los vecinos que les pedían que por favor lo hicieran callar. Sin embargo ya no realizaba ninguna actividad útil. El estado de ánimo era de una euforia con exaltación mística, si se le quería retener o sacar del lugar en el que predicaba por la fuerza, no se enojaba, sino que haciendo caso omiso de los intentos, resistía a los empujones y arrastres sin parar de gritar que la actitud de la gente era la esperada, porque así se portaban con el mesías, sin comprender que él venía a salvarlos. Finalmente pudieron llevarlo a la institución porque le rogaron que fuera a predicar su palabra a los enfermos, ante este argumento accedió a acompañarlos. Por supuesto en la clínica continuó predicando. Si nadie le hacía caso continuaba predicando pero sin gritar y más tranquilo. Cuando lo ingresábamos a consultorio se incrementaba la euforia, gritando y predicando con mayor ardor. Insistía en su idea de ser el Mesías, y de salvar a la humanidad porque así le había sido anunciado por Dios en persona. Se utilizó medicación intramuscular, haloperidol y lorazepan durante los primeros tres días. Cuando el paciente se tranquilizó, se continuó el tratamiento con clotiapina, risperidona y valproato de sodio. El cuadro remitió completamente a los veinte días, fue dado de alta en compañía de su familia, para continuar con tratamiento ambulatorio. Caso 2 Apareció en la guardia del hospital acompañada de personal policial, la habían detenido en la estación Constitución, dónde estaba presentando conductas disruptivas, trataba de arengar a la gente, para ir a la casa de gobierno a tomar el poder. Tenía un turbante en la cabeza, estaba maquillada de colores vivos, vestida con una túnica y pollera larga al estilo oriental. La paciente, una mujer de 64 años, según aporta datos vivía en la Ciudad de La Plata, había venido a la Capital con el fin de marchar a Casa de Gobierno y tomar el poder, dado que a su entender el país era un desastre, y ella estaba capacitada para salvarlo, también sentía el poder y la fuerza espiritual que le otorgaba el hinduismo, esa ayuda espiritual le otorgaba la potencia para actuar. Manifestaba estas ideas de grandeza de contenido místico y político, con gestos grandilocuentes, logorrea, sin fuga de ideas, euforia exaltada, pero sin llegar a la excitación psicomotriz. Con acentuación de las frases y los gestos de arenga demostrando su fuerza. Por momentos apelaba a actitudes seductoras, en la presencia de personal masculino. Se consideraba a sí misma un líder de la liberación del país, y me invitaba a mí a su gesta, para acompañarla como su secretaria. Se medico con risperidona 4 mg. x día, levomepromazina 50 mg. x día. A los 3 días estaba más calmada y apareció su hijo que la venía buscando desde La Plata. Nos relató que este era el tercer episodio que sufría su madre que él tuviera conocimiento, siempre habían durado entre dos y tres meses, los dos anteriores habían ameritado una internación. Los síntomas fueron idénticos en las tres descompensaciones. Diagnosticamos una euforia exaltada. Euforia confabulatoria Esta entidad fue llamada por Kleist “confabulosis expansiva”, como vimos en la depresión paranoide las ideas depresivas toman 133
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