Historia de la Psiquiatría Robert Burton y la anatomía de la melancolía Robert Burton and the Anatomy of Melancholy Dr. Fabián Allegro Médico. Especialista en Psiquiatría. Doctor en Filosofía. Presidente de la Sociedad Argentina de Psicopatología de la Asociación Médica Argentina. Adjunto de la Cátedra Escuela Francesa II de la Facultad de Psicología, UBA. Jefe de Trabajos Prácticos de las materias Salud Mental y Psiquiatría de la Facultad de Medicina, UBA. Coautor del Código de Ética de la Asociación Médica Argentina. Robert Burton fue un escritor que nació en Inglaterra en 1577 pero tiene un lugar muy importante en la historia de la psiquiatría. Pasó a la posteridad por haber escrito la monumental obra: The Anatomy of Melancholy, What it is: With all the Kinds, Causes, Symptomes, Prognostickes, and Several Cures of it. Está obra tuvo una gran trascendencia en la literatura, el arte, pero también en la medicina. Su vida estuvo afectada por la melancolía y de allí surge su manifiesto interés por el tema. A él se le podría aplicar la sentencia senequiana: Vivere nolunt, mori nesciunt. En el Prólogo al lector dice: “escribo sobre la melancolía para mantenerme atareado y evitarla”. Burton utiliza un nombre ficticio: Democritus Junior; en honor al gran filósofo Demócrito que junto con su admirado Heráclito estaban tomados por la misma afección. La obra se encuentra dividida en tres partes. La primera parte tiene como tema central las causas de la melancolía. Las causas de la misma son variadas como: los dioses, los demonios o los astros; pero también las causas congénitas como la vejez y la herencia; y por otro lado, la mala alimentación y la tendencia a los excesos. Divide a la melancolía en tres grandes formas: la cefálica, la hipocondríaca y la que involucra a todo el cuerpo. La melancolía cefálica, estaba caracterizada por síntomas corporales como el dolor de cabeza, la languidez, la aflicción y la inconstancia de los deseos; y por síntomas mentales como el temor, la congoja el descontento y la reflexión continua. La melancolía hipocondríaca se presenta con síntomas corporales como las manifestaciones gastrointestinales, convulsiones y sudoración; y por síntomas mentales como el miedo, la tristeza y el descontento. La melancolía de todo el cuerpo tiene síntomas corporales como la delgadez extrema y la sangre espesa; y síntomas mentales como miedos, misantropía y pesadillas. Una de las manifestaciones más constantes, que está presente en la melancolía, es el miedo. Éste no se refiere a ninguna realidad exterior y tiene como origen el propio organismo que les hace creer en la presencia de una grave dolencia, en una obsesión o pensamientos pueriles y absurdos. Esto suele unirse a la aflicción sin una causa manifiesta. Suele resultar extraño pero no infrecuente que, a la honda congoja, le siga accesos de una alegría extraordinaria; pero, este estado cede rápidamente y vuelven al ánimo triste. La agitación, la irritación son manifestaciones usuales. El descontento proviene de la propia persona o de las circunstancias que los liga a los demás. Todo afecta, ya sean hechos pasados, presentes o futuros. El temor invade y se manifiesta como la inevitable posibilidad de la inminencia de un peligro, una pérdida o una deshonra. El angorem animi y el taedium vitae de los latinos se hace presente; vivir causa fastidio, se torna insoportable y aparecen las ideas de violencia contra sí mismo. Si bien el suicidio no es considerado frecuente siempre existe la posibilidad de su concreción. El tedio es el compañero inevitable de la inconstancia en los deseos. Las letanías, los lamentos y las quejas sólo expresan la máxima desdicha del dolor de su existencia. Burton observa una serie de síntomas que llaman la atención: las ideas de persecución o alusión generan una particular intriga en estos sujetos. Si ocasionalmente ven que dos personas conversan o ríen, se dan por aludidos y creen que sus actos son objeto de condena o burla. Lo mismo ocurre con observaciones que involucran algún tipo de observancia de su integridad moral. Están sujetos a una tremenda mirada hipermoral. La segunda parte de la obra está dedicada al tratamiento: la dieta, el cambio de ambiente, las medidas higiénico-dietéticas, la utilización de metales y amuletos, etcétera, son los elementos de ponderación en la cura. Pero a la manera de la ética estoica, el docto no debe tener motivo para el temor; Burton acusa: Terror in sapiente esse non debet, y fiel a la lectura imperante en esa época promueve una particular simpatía por el ejercicio de la apatía. Los estoicos creían firmemente en que el sabio debía sostener la apathé. Pero si se encuentra cierta reserva ante la misma, quizá se deba a la influencia del neoestoicismo de Justus Lipsius que privilegia el eléos aristotélico. En la tercera parte propone la existencia de la melancolía amorosa: las penas de amor tienen el carácter más discutido en la manifestación melancólica. Esto incluye, en un lugar altamente controversial, a la melancolía religiosa. El ascetismo, la castidad y el ayuno de los monjes marcan un carácter melancólico que recuerdan el tratamiento de la acedia medieval, aquel octavo pecado capital al cual un monje, Juan Casiano Marsiliensis, dedicó una extensa obra. La acedia fue una de las mayores preocupaciones de la Iglesia en tanto la misma inundaba los institutos cenobíticos del desierto. Burton falleció en 1639 y el epitafio de su tumba recuerda que él dedicó su vida al estudio de la melancolía pero, irónicamente, murió a causa de ella. 14 // EDITORIAL SCIENS
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