Historia de la Psiquiatría William Tuke: un entorno familiar para el alienado Dr. Fabián Allegro Médico. Especialista en Psiquiatría. Doctor en Filosofía. Presidente de la Sociedad Argentina de Psicopatología de la Asociación Médica Argentina. Adjunto de la Cátedra Escuela Francesa II de la Facultad de Psicología, UBA. Jefe de Trabajos Prácticos de las materias Salud Mental y Psiquiatría de la Facultad de Medicina, UBA. Coautor del Código de Ética de la Asociación Médica Argentina. 30 // EDITORIAL SCIENS William Tuke (1732 a 1822) fue un hombre de negocios, filántropo y miembro de la Sociedad Religiosa de los Amigos, más conocida como “cuáqueros”. Tuke nació en York dentro de la comunidad de los cuáqueros, en una familia importante dedicados al comercio de café. Tuvo un papel decisivo en el desarrollo las instituciones dedicadas al cuidado de las personas con trastornos mentales. Fundó un establecimiento para el cuidado de los insanos llamado el Retiro. Dicho emprendimiento fue llevado adelante con la ayuda de aportes de patrocinantes y estaba destinado al tratamiento de los enfermos mentales carenciados. También participaron en esto su hijo Henry y su nieto Samuel. No es de poca importancia el hecho de que este emprendimiento haya partido de los cuáqueros: los fines de beneficencia portaban, al mismo tiempo, un intenso sentido ideológico-religioso. Samuel Tuke refirió los hechos que tuvieron lugar en el origen del Retiro en su libro Description of the Retreat, an institution near York, for insane persons of the Society of friends (York: Alexander, 1813). El relato de los sucesos tiene un punto inicial en 1791 cuando una mujer, miembro de los cuáqueros, fue internada en un asilo. Tuke cuenta que la dirección de la institución, como era costumbre en esa época, le impidió la entrada de familiares y visitantes y poco tiempo después la pacienta falleció. Este hecho conmovió a toda la Sociedad que reaccionó violentamente y rápidamente intentaron sacar conclusiones sobre esto. En una posterior indagación se enfrentaron con una realidad: el trato que recibían lo alienados, en general, no era el que debían recibir: los enfermos eran tratados como prisioneros. William Tuke propuso una serie de modificaciones legales en el tratamiento de los insanos y proyectó la construcción de un asilo con perspectivas diferentes. Este hecho fue paralelo a la situación que surgió en Francia en ese momento histórico, los hechos y las circunstancias fueron diferentes. Dicha empresa se inscribió en la reorganización legal de la asistencia a fines del siglo XVII, junto con una serie de medidas destinadas a la beneficencia privada para una sociedad burguesa. Esto ocurrió bajo la égida de la legislación inglesa, tal como lo señala Foucault en la Historia de la Locura en la Época Clásica (México, FCE, T II, p. 196 y ss.). Es bueno acotar que en Francia la liberación de los alienados de Bicêtre se daba en el marco de un hecho político social cercano a la Revolución francesa (sobre este hecho nos hemos referido en Psiquiatría Nº 1). El Retiro fue concebido como una casa de campo que recibe al alienado para el disfrute y el reposo y se prepare para la posibilidad de su retorno al estado de su naturaleza; porque la idea es que la enfermedad (de acuerdo a esa concepción) no proviene de la naturaleza sino de la sociedad. Samuel Tuke dijo: no podemos saber con precisión cual es la causa de la enfermedad, pero la sociedad reacciona de una manera poco propicia para el alienado. El Retiro fue previsto como una gran familia (Samuel Tuke explícitamente nombraba así a los integrantes del Retiro) en el lazo de los Amigos. Para ello hay que dar formación a la dirección y a los asistentes de la insti- tución en el marco de esa familia y guía al alienado como lo hace un buen padre de familia cuando conduce a sus hijos. La alienación se muestra como un estado de extrañeza con respecto a la naturaleza; en donde el entorno, en otro momento habitual, se torna hostil a partir del desarrollo anómalo de la sociedad. Por ello, hospedar a un alienado tiene como sentido primordial separarlo de las acciones nocivas que puede ejercer el medio con respecto a él. En este sentido, el ámbito de la familia asume como fin la puesta en juego del tratamiento moral del mismo modo que lo propone Pinel (Cf. Tuke, S. p.120). Por eso Samuel Tuke afirmó que, cualquiera sea la teoría que mantenemos en relación con las causas remotas de la locura, hay que considerar al tratamiento moral como de una extrema importancia (Cf. p.138). El médico tiene una acción más eficaz por su accionar que por la utilización del fármaco. La imposición de la ley, evitando la coacción en la medida de lo posible, es lo que aporta en sí el fundamento central para el restablecimiento del juicio. La práctica de dicho tratamiento es muy similar a la educación del infante; el niño debe ser sostenido y conducido en su desarrollo. De la misma manera hay analogía entre el tratamiento de los niños y el de las personas insanas. Haciendo referencia a Locke advierte que se ha observado que el gran secreto de la educación, consiste en encontrar la manera de mantener el espíritu del niño activo y libre, y a la vez orientarlo (Cf. p. 150). Por ese motivo, resulta muy conveniente que los acompañantes de los alienados posean una influencia fuerte, lo cual no se obtiene por el rigor o por el miedo, sino por la dedicación responsable. El miedo puede coaccionar pero puede no dejar un espacio abierto para el libre albedrío que es fundamental para la dignidad del sujeto. Si bien Tuker puso énfasis en la familia, señaló que no hay que confundir esto con una excesiva familiaridad con los pacientes. Esto es desaconsejable porque podría conducir, en algunos casos, hacia una tendencia a disminuir la autoridad de quien debe ejercerla sobre ellos. El Retiro insertó al enfermo en una dialéctica simple de la naturaleza que construye al mismo tiempo un lazo social. Sin embargo, esto muestra una faceta muy contradictoria, porque en forma subrepticia se forja una obligación contractual, que se edifica a modo de convenio, de intereses alrededor de un mito que funda un mandamiento moral: el de la familia patriarcal en una gran comunidad fraternal. Una familia rigurosa, sin flaquezas ni complacencias, pero justa, conforme a la gran imagen de la familia bíblica (Foucault, p. 206). En definitiva, hay que contemplar que el Retiro era una institución de salud pero que se basaba en el fondo en un precepto religioso que concibe al hombre como integrante de un grupo humano que debe reencontrar sus raíces en el origen, y que habla de una concepción de lo social considerando que la sociedad debe retornar al encuentro de la naturaleza originaria y fundante. En dicha naturaleza los hombres −a partir del devenir de la historia− han contribuido a confundir y a enrarecer.
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